Algunas desventajas de Internet
No podemos subestimar las grandes bendiciones que la revolución digital e Internet han traído a nuestras vidas en este planeta. Estamos viviendo un cambio histórico igualado a la invención de la imprenta, los autos de conducir y los aviones voladores. Sin embargo, estos grandes avances siempre traen riesgos previamente desconocidos—incluso cuando, en la actualidad, los beneficios superan en gran medida los riesgos. Entre los riesgos, en este caso, encontramos que la revolución digital reduce la veracidad de la información.
Las objeciones históricas
Cada verano tenemos el “Campamento de la Abuela y el Abuelo”, en el que formamos a nuestros nietos en grupos según su edad. El año pasado, cerca del 4 de julio, elegimos un tema patriótico, les pedimos a cada uno de los quince campistas que compartieran un breve informe sobre una persona o evento de la fundación de los Estados Unidos. Cuando nuestro filósofo Peter, de diez años, compartió su informe sobre Benjamín Franklin, resumió la vida de Franklin, contó un par de historias y, después, concluyó con ironía, “Pero, ¡él no inventó la electricidad como todos creen!” Luego, se sentó con un gesto algo triunfal y pasamos al siguiente informe.
Al siguiente día le dije a Peter que me gustó mucho su informe y que me preguntaba a qué se refería cuando dijo que Ben Franklin no inventó la electricidad.
Respondió a sabiendas, “Bueno, no lo hizo. Lo que me dijeron en la escuela primaria no era cierto”. Aun perplejo, pregunté, “¿Hablabas de la historia de la cometa y el rayo?” Dijo que fue parte de eso. Entonces, le pregunté, “¿Dónde aprendiste tanto sobre Franklin?” Peter respondió de una manera muy sencilla, “En Internet”.
Entonces, busqué en Google “Benjamín Franklin”. Descubrí que algunos historiadores niegan la historia de la cometa de Franklin, argumentando que si hubiera sucedido como él afirmó, el rayo lo hubiera matado. Otros dicen que él sabía lo que estaba haciendo, evitó ese riesgo y demostró la naturaleza eléctrica del rayo. En cuanto a “inventar” la electricidad, un sitio web juvenil formuló la pregunta, “¿Benjamín Franklin descubrió la electricidad?” y respondió, “¡Quizás, no!” Años antes de Franklin, dos ingleses estudiaron la ciencia detrás de la electricidad estática y fueron los primeros en llamarla electricidad. Franklin mostró sus elementos negativos y positivos. Luego, Edison inventó la bombilla.
Cuento estos detalles no porque necesite saber quién “inventó” la electricidad, sino porque me pregunto qué lleva a un niño de diez años, que lee relatos históricos en línea, a concluir que “lo que [le] dijeron en la escuela primaria no era cierto”. ¿Deberíamos también decir, como lo expresan algunas personas en tales casos, “me mintieron”?
Cambiando de tema, de vuelta al “Campamento de la Abuela y el Abuelo”, Emma, de diez años de edad, compartió su informe asignado sobre Betsy Ross. “Bueno, realmente no estamos seguros de si Betsy Ross creó la primera bandera”, comenzó. “Eso solo fue algo que su nieto dijo cien años después. Entonces, no hablaré de ella. En cambio, solo mostraré imágenes de las diferentes banderas de los Estados Unidos que se han utilizado”.
Al no haber notado previamente una inclinación tan escéptica en Emma, luego revisé la entrada de Wikipedia sobre Betsy Ross. Aprendí que, aunque todavía es “ampliamente reconocida” por haber hecho la primera bandera de los Estados Unidos, “no hay evidencia de archivo ni otra tradición verbal registrada que corrobore esta historia”, que apareció por primera vez en los escritos de su nieto, cincuenta años después de su
fallecimiento. Sin embargo, el Puente Betsy Ross en Filadelfia aun “lleva su nombre en su honor”.14
En ausencia de una “evidencia de archivo” adecuada para corroborar la historia de Betsy Ross, ¿los maestros de primaria de Emma le enseñaron algo que no era verdad, como a Peter? Y, por lo tanto, ¿Betsy es una figura histórica “desacreditada”, cuya historia ya no deberíamos aceptar?
Las probabilidades son muy altas de que lo que es “ampliamente acreditado” sobre Ben y Betsy es lo suficientemente cierto como para que nuestras escuelas primarias puedan seguir enseñando sin problemas sus relatos históricos, de muchos años de antigüedad, a un nivel comprensible y apropiado para su edad. Pero, ¿Qué pasa con las “investigación” en Internet que puede disminuir la confianza de nuestros estudiantes en que sus maestros les están diciendo “la verdad”? Sea la que sea, ¿pueden también estas desventajas de Internet hacer que algunos de los miembros de la Iglesia se pregunten si sus maestros o líderes les están diciendo la verdad? Si es así, el problema no son los alumnos, los maestros, las escuelas, o los líderes de la Iglesia. El problema es nuestra necesidad de entender por qué Internet funciona como lo hace.
Antes de que los sitios web populares se hicieran cargo tanto de nuestra investigación como de nuestro razonamiento, gran parte de las personas instruidas sabían que los académicos, a menudo, discutían sobre temas matizados en eventos antiguos. Están capacitados para hacerlo debido al valor social de ser receptivos a nuevos descubrimientos. Sin embargo, antes de Internet, la carga de la prueba percibida socialmente siempre estuvo en aquellos que desafiaban las interpretaciones establecidas y documentadas razonablemente.
Sin embargo, en la actualidad, de alguna manera, como lo descubrimos con Peter y Emma, encontrar cualquier crítica o una complicada diferencia de opinión histórica puede parecer trasladar la carga de la prueba a la fuente tradicional, como si solo plantear una pregunta aparentemente legítima fuera suficiente para ganar una condena de culpabilidad en el tribunal de la opinión pública.
Sin embargo, la mayoría de los lectores de hoy en día no están preparados para comprender los criterios para cambiar la carga de la prueba y, mucho menos, saber cómo evaluar las cualificaciones y los motivos de los testigos.
Además, antes de recurrir al Internet, un maestro o padre que deseara enseñar a los niños sobre Ben, Betsy, Washington o Jefferson podría ir a la biblioteca y encontrar una fuente que se ajuste a la preparación del lector. Sin embargo, si usamos la web, que no puede clasificar a sus lectores por edad o de otro modo, terminaremos con lo que un
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Desafortunadamente, algunas personas no son lo suficientemente maduras como para sopesar evidencia opuesta y evaluar sus fuentes. Pero, comprensiblemente, sitios como Wikipedia quieren ganar y mantener el respeto de sus lectores más sofisticados y críticos. Entonces, “no ponen restricciones”, invitando a todas las personas del mundo a enviar sus diferentes evidencias y los lectores inexpertos (su familia y sociedad) simplemente sufren las consecuencias. Cuando nuestros hijos u otras personas aprenden más de lo que pueden entender sobre algún tema muy complicado (como la historia, la religión, o el sexo) de la navegación en Internet, todos debemos lidiar con las implicaciones personales y sociales.
Peter y Emma son niños sanos y normales, que solo querían saber si Ben Franklin descubrió algo importante sobre la electricidad y si Betsy Ross creó la primera bandera. Y, si un sitio web que parece oficial dice “no estamos seguros”, ellos pueden interpretar eso como un “no lo hicieron”. De ese modo, los niños perdieron la confianza en Ben, Betsy y sus maestros de escuela—a pesar de que una lectura detallada de las historias proporciona a las personas más experimentadas la probabilidad de que no le quitaremos el nombre de Betsy a ese puente de Filadelfia ni eliminaremos el retrato de Ben Franklin del billete de $100.
Una investigación que “esclarece mitos” tiende a demostrar que las versiones populares de casi todas las historias importantes y antiguas (políticas, religiosas, o de otro tipo) contienen imprecisiones o exageraciones, o dejan de lado detalles, matices y preguntas sin responder.
Como el historiador de la Iglesia, Leonard Arrington, en una ocasión, bromeó con respecto a las historias de adversidad en el establecimiento de los desiertos del oeste de los Estados Unidos, “La recordada desolación de la Gran Cuenca antes de la llegada de
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Sin embargo, incluso después de que los esclarecedores de mitos hicieran su investigación, el resultado final del mito y sus críticas, por lo general, permanecieron. La crítica puede aclarar algunos detalles, probar que la versión popular es exagerada, o demostrar que cierta parte de la evidencia podría usar más fuentes fiables. No obstante, la parte esencial de una historia antigua y establecida sólidamente, que es conocida y celebrada (y atacada), durante mucho tiempo, suele ser cierta.
Nuestro punto aquí es que las historias conocidas sobre personas o eventos como Ben y Betsy, por lo general, se han relatado con la simplicidad de la primera etapa—inocente, sencilla y muy fiable. Asimismo, las críticas aparentemente autorizadas de esas historias representan la segunda etapa—poniendo en duda las suposiciones de la primera etapa. Dichas críticas pueden impulsar a los lectores de la simplicidad a la complejidad tan rápido que ya no creen en lo que algunas vez creyeron. Esta realidad puede convertir la investigación en Internet en una invitación a la confusión.
Por ejemplo, a menudo, un amigo que es obispo de un barrio de jóvenes adultos solteros, escucha de miembros del barrio que resultan desconcertados por alguna frase o historia que fue sacada de contexto en algún evento o declaración en la historia de la Iglesia. Además, carecen de experiencia para sentir la necesidad de más contexto, no saben cómo encontrar el contexto; o, a veces, a pesar de sentirse confundidos, no les importa lo suficiente como para buscarlo. Su problema no es que sepan demasiado sobre la historia de la Iglesia, sino que no sepan lo suficiente. Han sido condicionados por las simplificaciones excesivas de las redes sociales como para esperar una respuesta breve a cualquier pregunta. Con frecuencia, no les interesa una respuesta larga a nada, incluso si la historia verdadera y completa es muy compleja.
Esto facilita que los críticos de la Iglesia, o alguien que, sin saberlo, cita a un crítico, presente alguna inferencia negativa como un hecho cuando no está del todo determinado en una investigación fiable. La inferencia puede parecer engañosamente negativa cuando, como suele ser el caso, alguna parte de su afirmación se basa en un fragmento verdadero de la historia, que hace que el contexto en general sea crucial. Sin embargo, en ocasiones, cuando los oyentes solo escuchan la verdad negativa a medias, cambian la carga de la prueba, de modo que (tal vez, alentados por los críticos que no revelan sus motivos) consideran que la Iglesia está a la defensiva y en error, hasta que la Iglesia pueda explicar la realidad más matizada—y, es posible, que no sigan escuchando para poder comprender la explicación matizada. Esta tendencia, como las preguntas de evidencia sobre Ben y Betsy, permite fácilmente a las personas con un motivo oscuro desacreditar a aquellos que quieren desacreditar.
Noticias falsas
El problema actual que más le molesta al columnista estadounidense David Ignatius es que “parece que las personas ya no saben qué es verdad” sobre todo, desde el cambio climático y “las acusaciones a personas que nos gustan [o] no nos gustan” hasta “la polarización política” que ahora contamina “todas las áreas de nuestra vida común— incluidos los deportes… Estamos aprendiendo que las redes sociales pueden ser herramientas de engaño y de verdad”. 17
Por ejemplo, recientemente, una abuela que crió a su nieto recibió un correo electrónico de alguien que se hizo pasar por un policía y le dijo que su nieto estaba en la cárcel en Europa por conducir bajo la influencia del alcohol y necesitaba dinero para la fianza. Otro de sus nietos dijo, “Mi abuela, que amaba a su nieto y había pasado muchos años cuidándolo, entró en desesperación—con solo un correo electrónico de un farsante mi abuela parecía estar lista para deshacerse de toda la confianza que tenía depositada en su nieto. En ocasiones, los miembros de la Iglesia se ven impulsados a desconfiar por fuentes igualmente malintencionadas y anónimas en la web.18
Ahora, el poder engañoso de las redes sociales se presenta en muchos lugares.
Ya no podemos “confiar en las críticas que leemos en línea” sobre la calidad de los productos de consumo, un problema que es “una pesadilla en Internet”. Por otro lado, a menudo, los actos trágicos de violencia a gran escala, tal como los tiroteos masivos, desencadenan historias falsas, motivadas por la política. Estas historias afirman qué o quién causó dichos actos de violencia y las revelan de manera viral en los sitios de las redes sociales tan rápido que la noticia verdadera se puede perder en una especie de semi-inconsciencia pública. Ejemplos recientes incluyen un tiroteo trágico en Las Vegas y, otro, en una iglesia bautista de Texas
En el estudio más grande de noticias falsas hasta la fecha, los científicos de datos del MIT descubrieron en el 2018 que las historias falsas tienen un 70% más de probabilidades de ser retuiteadas que las historias verdaderas, tal vez porque son más “interesantes o provocativas”. Es investigación alimenta “un debate furioso y global sobre la capacidad de las empresas de Silicon Valley para influenciar en la sociedad. [Los] gigantes de Internet se encuentran bajo un escrutinio cada vez más intenso sobre el poder de sus productos y su vulnerabilidad a los prejuicios o la manipulación”.
Esa combinación de poder y vulnerabilidad no solo es perturbadora, sino peligrosa. En realidad, se puede manipular Internet para fines religiosos o muchos otros.
Comerciante de dudas
Riley creció en un hogar Santo de los Últimos Días. Después de su misión y su matrimonio en el templo, algunos comentarios de sus amigos del trabajo, que no eran miembros de la Iglesia, le hicieron sentir que había vivido una vida tan protegida que realmente debía hacer lo que denominó “un estudio más objetivo” de la historia y las creencias de la Iglesia. Entonces, comenzó a leer todo lo que apareciera en sus búsquedas en Internet sobre temas de la Iglesia. Mientras más leía, más inquieto se sentía.
Nunca se le cruzó por la mente que podría estar leyendo “literatura antimormona”, que ya él sabía era tan ingeniosa y sospechosa que no era fiable. Pensó que estaba haciendo una investigación objetiva e imparcial. Con el tiempo, ya no creía que José Smith fue un profeta. Más tarde, perdió la confianza en la existencia de Dios. Como resultado, Riley experimentó, sin saberlo, una dosis completa de las desventajas de Internet.
Poco después de escuchar la historia de Riley, visitamos a otra familia, cuyo pariente había abandonado recientemente la Iglesia debido a sus dudas. Estos amigos dijeron que un grupo con una agenda agresiva contra la Iglesia había hecho pública la historia de su pariente y había financiado su amplia publicación con el objetivo de socavar la fe de otros miembros de la Iglesia. Comerciantes de dudas. Después de unir algunos cabos, nos dimos cuenta de que este grupo agresivo también era el patrocinador del sitio web en el que Riley hizo gran parte de su investigación “objetiva”. Debido a que no sabía cuan imparcial era su fuente, no la filtró para proteger su sentido espiritual más íntimo.
La historia de Riley nos recuerda cómo la industria del tabaco en la década de 1990 desarrolló una estrategia, diseñada con mucho ingenio, para socavar la confianza del público en los hallazgos científicos sobre los riesgos que produce el fumar para la salud. En lugar de intentar demostrar que los hallazgos científicos cada vez más sólidos estaban equivocados, la industria simplemente lanzó una campaña para poner en duda— cualquier duda—esos hallazgos. ¿Por qué solo la duda? Sabían que no podían ganar una discusión sobre los riesgos para la salud, por lo que simplemente plantearon las dudas suficientes con el fin crear indecisión e inacción entre los reguladores públicos y gubernamentales—y, durante muchos años, tuvieron éxito.
La estrategia de la industria del tabaco explotó una característica importante sobre la naturaleza misma de la ciencia, que también es una característica de la historia, que se ocupa de eventos tan antiguos que no podemos responder a todas las preguntas imaginables sobre ellos. La escritora científica Christie Aschwander dice que la ciencia puede aumentar o disminuir nuestra confianza en ciertas proposiciones. Sin embargo, no
puede producir “certeza absoluta”. En cambio, “es un proceso de reducción de la duda”. 24
Por lo tanto, “la estrategia brillante de la industria del tabaco consistió en poner esta incertidumbre en contra de la misma empresa científica. Si bien insistieron en que solo querían asegurarse de que la política pública se basara” en lo que la industria llamó “ciencia sólida”, las empresas tabacaleras definieron la ciencia sólida de tal manera que “ninguna ciencia podría ser lo suficientemente sólida. La única ciencia sólida era [absolutamente] ciencia cierta, que es un estándar imposible de alcanzar”. Tal como escribió un destacado empleado de una empresa tabacalera, “la duda es nuestro producto”, porque “es el mejor medio para…crear controversia” y así “socavar la ciencia inconveniente”.
En realidad, estos “comerciantes de dudas” no estaban presionando con el fin de obtener un mejor conocimiento. Por el contrario, trabajaron para “aumentar la incertidumbre, crear dudas y socavar los descubrimientos científicos que amenazan sus intereses”. Durante años, esa estrategia le ha funcionado muy bien a la industria del tabaco que, desde entonces, ese mismo enfoque básico “ha servido como un tipo de manual de instrucciones para otros intereses de la industria. 25
Los “comerciantes de dudas” religiosos de hoy en día explotan el mismo defecto que la industria del tabaco. Al plantear cualquier duda que incluso parezca respaldada por la evidencia limitada, hacen declaraciones que, en efecto, aseveran que la Iglesia está equivocada hasta que la misma pueda probar un caso irrefutable—a menudo, bajo circunstancias en las que es imposible probar algo con total certeza. Este enfoque parece básico para “el manual de estrategia antimormón. Explica por qué los argumentos [de los críticos], que se han desmentido, aún persisten. Esto sucede porque [en la era de Internet] la duda que siembran todavía funciona. Los [críticos] no tienen que probar nada, solo tienen que hacer dudar a alguien, que es mucho más fácil que producir seguridad. 26
Sin embargo, los comerciantes de dudas pueden cambiar el estándar de prueba justo solo si se lo permitimos individualmente. Tanto el sentido común como nuestro sistema legal nos dicen que una persona acusada de haber cometido un crimen es presuntamente inocente hasta que se pruebe su culpabilidad.
Además, quien hace la acusación lleva “la carga de la prueba” a fin de demostrar la culpa. Solo plantear preguntas o dudas nunca, legal o lógicamente, llevaría esa carga. Una pregunta sin resolver no puede compensar una montaña de preguntas que han sido respondidas. Tal vez, no podamos explicar con certeza en dónde se encuentra la oveja perdida. Pero, solo por inferencia, no significa que las otras noventa y nueve ovejas también estén perdidas.
Nuestros encuentros inesperados con las dudas y las preguntas no siempre son impuestos por una amenaza o un enemigo. Independientemente de su origen, pueden representar una oportunidad para aprender y crecer de la experiencia. Podemos hacerlo siempre y cuando dejemos la carga de la prueba en el mismo lugar que el Salmo nos dice: “Y en ti confiarán los que conocen tu nombre; por cuanto tú, oh Jehová, no desampararás a los que te buscan” (Salmo 9:10).