El Espíritu Santo
Por Terrie Lynn Bittner
El Espíritu Santo es el tercer miembro de la Deidad, la cual está conformada por Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo, o Santo Espíritu. Este tercer miembro es a menudo el menos comprendido por muchos cristianos, y aun así Su papel es fundamental para nuestras vidas en la tierra.
Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuyos miembros son a veces llamados mormones, creen que estos tres personajes no son un solo ser. Están completamente unidos en todo aspecto excepto físicamente. Esto está demostrado a través de dos versículos en el Nuevo Testamento de la Santa Biblia.
Juan 10:30 dice, “Yo y el Padre uno somos”. En los siglos siguientes a la muerte de Jesucristo y los apóstoles, los concilios convinieron y decidieron que escrituras como esta significaban la unidad de un ser físico. No todos los cristianos estuvieron de acuerdo, pero este punto de vista, sometido a votación, prevaleció. Sin embargo, tal interpretación ignora la explicación dada por el Salvador pocos capítulos después.
En la gran oración intercesora dada por el Salvador, Él dijo:
Y ya no estoy en el mundo; pero éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros (Juan 17:11).
De aquí podemos ver que la unidad se trata de una unidad espiritual, no de unidad física, dado que nosotros no incluimos a todos los seguidores de Jesús en nuestra trinidad. Jesús enseñó en esta oración que Él y Su Padre eran uno de la misma manera en que todos los cristianos han de ser uno.
Las creencias mormonas enseñan que Dios y Jesucristo tienen cuerpos perfeccionados y glorificados, pero el Espíritu Santo sólo es un Espíritu. Tiene numerosas tareas designadas para ayudarnos en la jornada de nuestras vidas. De hecho, sin Su ayuda, tendríamos muy pocas oportunidades de regresar a nuestro Padre Celestial.
En el Libro de Mormón, aprendemos que el Espíritu Santo testifica de Jesucristo y Dios.
“Y entonces os halláis en este estrecho y angosto camino que conduce a la vida eterna; sí, habéis entrado por la puerta; habéis obrado de acuerdo con los mandamientos del Padre y del Hijo; y habéis recibido el Espíritu Santo, que da testimonio del Padre y del Hijo, para que se cumpla la promesa hecha por él, que lo recibiríais si entrabais en la senda” (2 Nefi 31:18).
El Espíritu Santo, entonces, hace posible para nosotros saber con seguridad que Dios vive y que Jesucristo es nuestro Salvador. Sin este testimonio, tendríamos que suponer, y pocos aceptarían esta realidad. La Biblia nos promete en Santiago 1:5 que si carecemos de sabiduría, podemos pedírsela a Dios y que Él nos diría lo que necesitamos saber. Este conocimiento llega por medio del Espíritu Santo. Recibiremos una respuesta por medio de sentimientos cálidos y confortables en nuestro corazón (porque satanás no puede traer un sentimiento de paz) y de esta manera, podemos saber que Dios y Jesús son verdaderos. También podemos usar el testimonio del Espíritu Santo para saber qué doctrinas son verdaderas y cuál es la Iglesia de Dios. Para recibir este testimonio, debemos orar y pedir una respuesta, comprometiéndonos nosotros mismos a actuar sobre la respuesta. No debemos preguntar amenos que estemos dispuestos a aceptar y vivir de acuerdo a esa respuesta.
Algunas personas advierten a otras personas que no oren, diciendo que no se puede saber quién está respondiendo. Sin embargo, los mormones creen que dado que Dios prometió que Él nos contestaría, podemos confiar en Él para encontrar una manera de asegurarnos de reconocer la fuente de toda verdad. Este es el papel del Espíritu Santo; darnos las respuestas que podamos reconocer como venidas de Dios cuando oramos. Mientras más oremos, mejor nos volveremos en reconocer cómo se siente el Espíritu Santo.
Los mormones confieren el don del Espíritu Santo después del bautismo. Los mormones pueden ser bautizados a la edad de ocho años, la que se considera la edad de la responsabilidad, cuando un niño es lo suficientemente mayor para discernir el bien del mal si se le enseña, y para orar para saber lo que es verdad. Se espera que ellos oren por un testimonio antes de ser bautizados. Después de que son bautizados, se les confirma como miembros de la Iglesia y reciben el Don del Espíritu Santo. Anterior a esto, tienen el Espíritu de Cristo y pueden recibir impulsos periódicos del Espíritu Santo que los ayude a reconocer la verdad. Sin embargo, luego de que reciben el Don del Espíritu Santo de alguien con la apropiada autoridad del sacerdocio, pueden tener el Espíritu Santo con ellos todo el tiempo, siempre y cuando vivan dignos de Su presencia.
Una adolescente mormona que entra al hogar de una amiga y descubre que los padres de su amiga no están en casa y los adolescentes que están presentes están haciendo planes para beber, puede recibir una advertencia del Espíritu Santo de dejar el lugar. Si ella elige ignorar la advertencia y quedarse, puede encontrarse sola por cuenta propia, dado que el Espíritu Santo no puede estar donde hay maldad, y elegir ignorar los impulsos del Espíritu Santo le dice a Él que no es bienvenido. Sin embargo, el adolescente que obedece, se protegerá a sí mismo de muchas situaciones difíciles. Una conductora que tiene una repentina impresión espiritual de estacionar el auto puede descubrir que ha evitado un accidente que sucede momentos después a los autos justo detrás de ella. Esto no significa que podemos evitar todas nuestras pruebas o peligros. Sin embargo, nos ayuda a evitar aquellos que no son necesarios para nuestro crecimiento personal y planificar o evitar muchas – pero no todas – las dificultades.
Otro papel del Espíritu Santo es el de servir como Consolador.
Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre (Juan 14:16).
La vida en ocasiones es muy difícil. Ninguna vida está libre de penurias o pruebas porque vinimos aquí en parte para aprender y ser probados. Sin embargo, Jesús prometió no dejarnos sin consuelo y por ello envió al Espíritu Santo. Aun cuando nos sentimos solos en nuestras pruebas. Él puede estar ahí, si lo invitamos, ayudándonos a través de ellas proporcionándonos consuelo, compañía y reafirmación.
El Espíritu Santo también nos ayuda a recibir dones espirituales y ser santificados si nos arrepentimos. Como podemos ver, aunque se hable menos de Él que de los otros dos miembros de la Deidad, Él juega un papel poderoso en el éxito de nuestra vida mortal.