La desigualdad en la convivencia
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. (Genesis 1:1).
Ahí lo tienes. El ingenio de Dios, se despliega en una simple palabra de una letra, en el primer versículo de la Santa Biblia: “y”.
Dios creó el cielo y la tierra. Luz y oscuridad. Hombre y mujer. Desde el principio, el Maestro Creador se ha referido a “y”, una pequeña palabra, cuya función es utilizarla para conectar palabras o frases. La cual denota, inclusión y a veces diferencias, pero siempre, siempre conexión. Esto es lo que hace que “y” sea tan poderosa.
Dios, en su sabiduría, creó el mundo y todo lo que hay en él para que todo sea diferente. Se aseguró que no hubieran dos personas exactamente iguales, hasta el punto de darle a cada ser humano una única huella digital. Se aseguró que no hubieran dos masas de agua, ni accidentes geográficos, ni animales exactamente iguales. Todo lo que Él hizo, todo alrededor de nosotros, es diferente —divinamente diferente.
Vivir entre y con las diferencias es lo que hace nuestro mundo tan hermoso. Es como Dios quiso que fuera: espíritu y cuerpo, placer y dolor, alegría y tristeza, vida y muerte. Esta vida es vivir con diferencias. Esto es fundamental en el Plan de Dios, para ayudarnos a llegar a ser quienes Él quiere que seamos. Es cómo vivimos y aprendemos. Y todos sabemos que no siempre será fácil de hacer.
¿Qué haría Jesucristo?
Si aprender a vivir con las diferencias es parte del Plan de Dios, debe haber un mapa para saber cómo navegar en las complejidades de vivir con diferencias, oposición y opiniones diferentes. Para nosotros, hoy, el Evangelio de Jesucristo es ese mapa.
Durante su vida mortal, Jesucristo, el más santo de todos nosotros, pudo haber hecho lo que era lógico, quedarse con aquellos que lo amaban y eran como Él. Sin embargo, Él no lo hizo. Él tocó, ayudó, y sanó a aquellos que tenían diferencias físicas, y habían sido marginados de la sociedad. Él cenó con hombres quienes eran considerados mentirosos, tramposos y pecadores, y por hacerlo fue juzgado por los fariseos. Cuando fue cuestionado por ellos acerca de la elección de sus invitados, Él dijo, “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar al arrepentimiento a los justos, sino a los pecadores” (Marcos 2:17).
Cuando los fariseos le pidieron que condenara a una mujer que había cometido adulterio, Él enseñó una valiosa lección acerca de no “lanzar piedras” porque ninguno de nosotros es perfecto. Pero es en cómo Él le respondió a la mujer, donde nosotros aprendemos la verdadera lección. Él no se limitó a corregir; Él dijo: “Ve y no peques más”(Juan 8:11). Así que no debemos eludir el defender los mandamientos y corregir cuando sea necesario. Pero Él tampoco la condenó. En ese acto, Él mostró amorosa bondad. Y esa es la lección que nosotros podemos aprender. ¿Corregimos con amabilidad o condenamos con contención?
Como discípulos de Jesucristo, nos comprometemos a seguir su ejemplo. Mientras que el hombre natural está inclinado a juzgar, condenar y ser contencioso; lo divino, dentro de cada uno de nosotros, puede ayudarnos a amar, a perdonar y a darle a las personas una nueva oportunidad. Esto es lo que Jesús haría.
Aceptar diferencias
Mentirosos, tramposos, enemigos, aquellos quienes nos usan y nos persiguen con perversidad, no son fáciles de amar. Probablemente, no estaremos de acuerdo con ellos y cómo ellos son, ellos quizás no estarán de acuerdo con lo que nosotros creemos y lo que defendemos. Pero ese es nuestro derecho, por ambos lados, porque todos tenemos el albedrío. Todos tenemos el derecho de elegir, y las consecuencias, sean buenas o malas, inevitablemente sucederán. Pero, como enseñó el Élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, “Aunque podamos estar en desacuerdo, no debemos ser desagradables”.
“Los seguidores de Cristo, deben ser ejemplos de civismo. Debemos amar a todas las personas, ser buenos oyentes y mostrar preocupación sincera por sus creencias”, dijo Élder Oaks
“Nuestras posiciones y comunicaciones sobre temas controvertidos no deben ser polémicos…
Animamos a todos a practicar la Regla de Oro del Salvador: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12).”
Vosotros sois la luz del mundo
Como Jesús nos enseñó a través de sus asociaciones e interacciones, no tenemos que parecernos a los demás para respetarlos y mostrar amorosa bondad. En este mundo en el que vivimos, cada vez más dividido; donde “grupos de interés, campañas políticas, prejuicios culturales y organizaciones religiosas, promueven su propia visión del bien”; las diferencias persistirán. Así es la vida. Pero como seguidores de Jesucristo, si queremos ser la “Luz del mundo”, una faro de bondad, debemos hacer lo que el Evangelio de Jesucristo, nos enseña. Necesitamos amar, ser amables, evitar la discordia, ser pacientes, reservar el juicio para Dios, y perdonar una y otra vez.
Brillar como un faro para el mundo, en nuestros días en medio de tormentas y las imperfecciones con las que luchamos como seres humanos, no es fácil. No podemos brillar solos. Es allí donde entra el poder de la Expiación de Jesucristo. Mientras oremos con fe, Él nos ayudará a mejorar, a ver a los demás más allá de la apariencia, a respetar a otros a pesar de ser diferentes entre nosotros, y a confiar en que podemos aprender algo de nuestros compañeros de viaje en este mundo. Tal vez al conocerlos, aprenderemos acerca de la tolerancia, empatía, compasión, paciencia y, finalmente, amar como Dios nos ama. Somos diferentes por un propósito.
El Presidente Dieter F. Uchtdorf enseñó maravillosamente, él dijo: “Aunque la Expiación tiene por objeto ayudarnos a llegar a ser más como Cristo, su fin no es hacer que todos seamos iguales … Incluso quizás cometamos el error de pensar que porque alguien es diferente de nosotros, no es aceptable ante Dios“.
Eso no es cierto, dice él , y esto contradice lo que estamos tratando de hacer aquí en la Iglesia de Jesucristo, lo cual es admitir y proteger el derecho que todos tienen de poder elegir, reconocer y celebrar que somos personas con diferentes intereses culturales, sociales y preferencias políticas.
“La Iglesia prospera cuando aprovechamos esta diversidad y nos alentamos unos a otros a desarrollar y emplear nuestras habilidades; para elevar y fortalecer a nuestros condiscípulos”, dijo el Presidente Uchtdorf.
Levantar y fortalecer a otros. No menospreciar y hablar mal de otros. No quejarse y criticar. En nuestras relaciones cotidianas con los demás, en persona, en grupos y en las redes sociales siempre podemos elegir el camino más elevado. Siempre podemos elegir el civismo. Siempre podemos elegir la bondad amorosa.. Siempre podemos buscar ser comprensivos. Y siempre, siempre podemos orar para, pedir ayuda para lograr esto.
Cielo y tierra. Bien y mal. Luz y oscuridad. Los “Y” no se irán, en esta vida ni en la siguiente. Así que aceptémoslo. Reconoce que vivir con diferencias es parte del Plan de Dios para nosotros. Nunca vamos a ser iguales. No siempre vamos a estar de acuerdo. Y eso está bien. Siempre habrán distintas circunstancias que no podremos controlar. Pero siempre podemos elegir cómo responder. Jesucristo, es nuestro maestro y nos ayudará en este aspecto. Él, más que nadie entiende lo que es ser lo opuesto y ser oprimido, vivir entre la oposición y responder a diferentes opiniones de la época.
Nosotros podemos encontrar esperanza en Él. Podemos encontrar ayuda en Él. Así es cómo nosotros realmente podremos vivir y aprender.
Este artículo fue escrito originalmente por Irinna Danielson y publicado en lds.org; con el título “We Don’t Have to Be the Same to Be Together”
Traducido por Dánery Flor Guzmán