Abraham e Isaac, semejanza de Dios
Desde el principio del mundo ha habido profetas de Dios sobre la tierra, excepto durante la era del oscurantismo. Jehová, quien también es Jesucristo, se comunicaba con Adán y Eva en el Edén y de allí en adelante, las enseñanzas del cielo estuvieron disponibles para los hijos de los hombres. A través de la historia del mundo vemos, en las vidas de Sus profetas, una semejanza de la vida mortal de Jesús Cristo y de nuestro Padre en los Cielos.
Demos primeramente un vistazo a Abraham, un profeta del Antiguo testamento. Abraham nació dos mil años antes de Jesucristo y Jehová le pidió que sacrificara a Isaac, su único hijo habido con Sarah y su único hijo nacido en el convenio.
Ofrecido en sacrificio por su padre, cuando niño, (Abraham 1:7-19) Abraham de seguro debe haber tenido profundas cicatrices y objeciones emocionales y psicológicas respecto al sacrificio de seres humanos, menos aún por un padre.
Entonces, leamos sobre la tremenda fe y confianza de Abraham en Jehová, quien es Jesucristo:
Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí.
Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.
Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo.
Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos.
Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros.
Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos.
Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?
Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos.
Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña.
Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo.
Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí.
Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.
Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto.
Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo,
y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo;
de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos.
En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz. (Génesis 22:1-28)
Tomado de una manera superficial, esto parece presionar lealtad a Dios de una manera un poco exagerada. Pero examinando este relato, lo vemos como una lección muy poderosa, arquetipo y presagio de Jesucristo. Jehová no pidió de Abraham más allá de lo que se le fue pedido a Él y a su Padre.
Muchos expertos dicen que Isaac tenía poco más de treinta años de edad, y por lo tanto no era un niño en lo absoluto. Por supuesto, en el marco de la época del Antiguo Testamento, 30 sería considerado como muy joven en el período de vida de más de cieno doscientos años. Sin embargo, se dice que se encontraba a principios de sus treinta años, como lo fue Jesucristo quien tenía 33 cuando Él sufrió en el Jardín de Getsemaní, fue crucificado y resucitó. También dicen los expertos que Isaac sabía perfectamente lo que estaba sucediendo y que fue voluntariamente. Si estos supuestos son correctos, entonces también estamos viendo la tremenda fe, amor y confianza que Isaac tenía en su padre pero también en Jehová. Estos hechos hacen de ésta una lección más que poderosa.
Andrew Skinner, el Director Ejecutivo del Maxwell Institute (Instituto Maxwell) conocido anteriormente como Foundation for Ancient Research and Modern Studies (Fundación para Investigaciones Antiguas y Estudios Modernos) escribió:
Aquí recordamos el impresionante discurso del élder Melvin J. Ballard quien dijo que él pensaba, mientras leía la historia del [casi] sacrificio de Isaac por su padre Abraham, que nuestro Padre estaba tratando de “decirnos lo que le costó a Él entregar a Su hijo como un don para el mundo… Debe haber desgarrado el corazón del Padre Abraham oír al confiado y crédulo hijo decir: “Has olvidado el sacrificio”. Mirando al joven, su hijo de la promesa, el pobre padre solamente pudo decir: “El Señor proveerá”.
Supongo que Abraham, como un verdadero padre, debe haber dado a su hijo un beso de despedida, su bendición, su amor, y su alma debe haber estado sumida en la agonía hacia este hijo que iba a morir a manos de su propio padre. Avanzó paso a paso hasta que sacó el frío acero, y levantó la mano que iba a asestar el golpe para derramar la sangre de vida. Luego el ángel del Señor dijo:”Es suficiente.”
Nuestro Padre en los Cielos pasó por todo eso y más, pero en Su caso la mano no fue detenida. (Andrew C. Skinner, Prophets, Priests and Kings (Profetas, Sacerdotes y Reyes), Deseret Book, Salt Lake City, 2005 34-35)
Así a Abraham, a modelo y semejanza del Padre Celestial, se le pidió el sacrificio de su hijo, Isaac, tal como el Padre Celestial permitió el sacrificio de Su Hijo, Jesucristo, para la redención de toda la humanidad. Abraham no solamente pudo comprender completamente los sentimientos paternales en tales circunstancias, sino que también pudo recordar su experiencia como niño bajo la tutela de un padre malvado. Esto particularmente lo coloca, como lo resalta Skinner, en la posición de no solamente comprender los sentimientos y emociones del Padre, sino también del Hijo.
Skinner continúa resaltando que así como Jesucristo fue el Único Hijo del Padre Celestial concebido en la carne, Isaac era el único hijo del convenio de Abraham. Así como Isaac llevó la leña para el sacrificio, Jesucristo llevó su propia cruz. Las similitudes continúan y son varias.
Con frecuencia, me he preguntado por qué Jehová le pediría esto a Abraham. He llegado a comprender que todos debemos pasar por nuestro propio sacrificio Abrahámico. Ciertamente que no se nos pedirá que recreemos el suceso que cambió el curso de la humanidad para siempre, el nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Pero a cada uno de nosotros, en nuestras vidas, se nos pedirá que sigamos a Dios, que triunfemos sobre nuestras pruebas en lugar de solamente sobrevivir a ellas. Se espera que aprendamos a confiar en Dios, completa y totalmente sin preguntas ni dudas.
Hay mucho más que tenemos que aprender de Jesucristo, Su vida, Su misión y Su rol Divino. Entre ello destaca que el Señor prepara a Sus pueblo para todo lo que ha de venir. ¿Tenemos ojos para ver y oídos para oír… estudiaremos las escrituras, examinando minuciosamente las palabras de los profetas y apóstoles para que nuestros corazones, mentes y espíritus se eleven por encima de la mediocridad de la vida? ¿Podemos ver en el conocido sacrificio de Isaac que podemos empezar a entender mejor la relación entre nuestro Padre en los Cielos y nuestro Salvador, Jesucristo y los completos y totales sacrificios que hicieron a favor de la humanidad?
Por tanto cuando escuches de Abraham, recuerda las situaciones de cada parte de su vida y cómo ella ha sido a semejanza y presagio de lo que iba a ocurrir con Jesucristo.
Por Candace Salima el 13 de febrero de 2008