Intenté quedar embarazada durante 9 meses seguidos, sin éxito. Cuando estaba a punto de darme por vencida, recibí el tan ansiado resultado. Toda mi familia estaba muy feliz.
Desafortunadamente, poco después de que nos enteramos del embarazo, mi esposo fue despedido y no sabíamos qué hacer. Fue entonces cuando tuve que ejercer aun más fe, ya que teníamos un hijo y otro ángel estaba en camino.
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El Señor comenzó a proporcionar todo. Mi esposo consiguió pequeños proyectos y, finalmente, algo concreto. Creamos nuestra propia empresa y juntos logramos arreglar todo para la llegada de nuestro bebé.
Soñé tanto, planeé tanto sobre la lactancia materna, la alimentación. Estábamos haciendo todo muy bien, ¡me sentía muy feliz!
Nunca dejé de sentir al Señor a mi lado
Sin embargo, un día, cuando mi esposo y yo fuimos a la farmacia, sufrí un robo seguido de una violación.
Mi mundo se vino abajo, ya no podía dar de lactar a mi bebé, ya que comencé a tomar medicamentos contra el VIH y otros remedios.
Me sentía muy débil por los efectos secundarios de los medicamentos. No obstante, nunca dejé de sentir al Señor a mi lado.
Incluso en el momento del robo, Él estuvo ahí, ¡me salvó la vida cuando me apuntaron con una pistola en la cabeza!
El amor del Salvador
Recibí el apoyo de mi familia, los miembros de la Iglesia y amigos. Me hicieron sentir que no estaba sola. El amor del Salvador me hizo superar todas las dificultades que enfrenté y me siento muy agradecida.
Debido a todo lo que me sucedió, me sentía sucia como para entrar al templo. Pero, mi obispo me hizo comprender que ese sentimiento no me pertenecía y que era digna de entrar a la casa del Señor. ¡Me sentí aliviada!
Mi consejo es que siempre busques a alguien en quien confíes para que hablar de lo que sucedió, ¡ábrete y deja salir ese dolor!
El Señor nos ama a cada uno de nosotros y siempre está dispuesto a ayudarnos en todo momento. Cuanto más nos guardamos las cosas, mayor es el sufrimiento.
Jesucristo tiene el poder de curar todo dolor, ya sea físico, emocional o espiritual.
Puede que no entendamos muchas de las pruebas que atravesamos durante esta vida. Sin embargo, de una cosa podemos estar seguros: Cristo sabe cómo ayudarnos y sanar nuestras heridas, incluidas las que parecen irreparables.
Informamos que se ha conservado la identidad de la víctima.
Fuente: Mais Fe