El decimoséptimo Profeta y Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ofrece su testimonio de la realidad de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, en la serie de videos “Testigos Especiales de Cristo”.
De pie en el Monte de los Olivos con Jerusalén detrás de él, el Presidente Russell M. Nelson comparte su testimonio del Salvador.
“Como el Hijo Unigénito de nuestro Dios Todopoderoso, Jesús fue el único hombre perfecto que caminó sobre la tierra. En los días del Nuevo Testamento, Jesús estableció su Iglesia, edificada sobre la base de apóstoles y profetas.”
Este video forma parte de una serie de testimonios de Profetas y Apóstoles llamados testigos especiales del Salvador comenzando con la Primera Presidencia y continuando con los miembros del Quórum de los Doce Apóstoles.
Testigo especial de Cristo – Presidente Russell M. Nelson
Cada vez que vengo a esta gran ciudad de Jerusalén, siento una renovada reverencia por Aquel que hizo santa esta tierra.
Bajo la dirección del Padre, Jesús el Cristo fue el Creador de este y otros mundos. Él era Jehová, Dios del Antiguo Testamento. Jesús fue el Emanuel prometido, tal como lo profetizó Isaías.
Hace más de 2,000 años, el Señor Jesucristo nació cerca de Belén.
Como el Hijo Unigénito de nuestro Dios Todopoderoso, Jesús fue el único hombre perfecto que caminó sobre la tierra. En los días del Nuevo Testamento, Jesús estableció su Iglesia, edificada sobre la base de apóstoles y profetas.
Él curaba a los enfermos y hacía que el cojo caminara, que los ciegos vieran y que los sordos oyeran. Él Levantó a los muertos. Aún así, Él permitió que su vida fuera tomada para hacer de la resurrección una realidad y de la vida eterna una posibilidad para toda la humanidad.
Fue aquí en Jerusalén donde el Salvador pasó Sus últimos días en la vida mortal.
Estoy de pie en el Monte de los Olivos. Aquí en la base del monte, Jesús vino al Jardín de Getsemaní. Él vino a someterse a la voluntad de su Padre y ofrecerse a Sí mismo como sacrificio por los pecados y debilidades, los dolores y las cargas de todos los que alguna vez vivieron.
En ese jardín, los olivos eran prensados bajo un gran peso para exprimir el aceite precioso de los olivos. De la misma manera, Jesús fue literalmente prensado bajo el peso de los pecados del mundo. Allí sudó grandes gotas de sangre, el “aceite” de Su vida, el cual brotaba de cada poro.
No muy lejos de aquí hay una colina llamada Gólgota, que significa “cráneo”, que simbolizaba la muerte. Allí en la cruz, el Salvador del mundo fue levantado.
Él dio Su vida como parte de Su sacrificio expiatorio. Su posterior Resurrección, Su triunfante victoria sobre la tumba, está registrada en la santa escritura: “Pero ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos; y llegó a ser primicias de los que durmieron.” (1 Corintios 15:20).
Debido a que el Salvador se ofreció a Sí mismo como Expiación infinita, tú y yo tenemos la oportunidad, el privilegio, de ser perdonados cuando nos arrepentimos.
También podemos recurrir a Él para sanar nuestros corazones, para fortalecernos en nuestras debilidades y para ayudarnos a hacer cosas que simplemente no podemos hacer por nuestra cuenta.
En virtud de Su trascendente ofrenda, Jesús también nos dio el don de la inmortalidad y la oportunidad de la vida eterna, proclamando: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás.” (Juan 11:25-26).
Otro testamento de Jesucristo proviene de la América antigua, donde Dios el Padre presentó a Su Hijo a los nefitas, declarando: “He aquí a mi Hijo Amado… a él oíd.” (3 Nefi 11:7).
Los profetas modernos también han dado testimonio de Él, incluida esta declaración del profeta José Smith: “Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de él, este es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos de él: ¡Que vive!” (Doctrina y Convenios 76:22).
Yo también declaro que Jesús el Cristo vive, que Su Iglesia ha sido restaurada en la tierra, con todo Su poder y autoridad, con apóstoles y profetas y ordenanzas y convenios esenciales.
En el día venidero, el Señor volverá a esta Tierra Santa. Entonces “se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá.” (Isaías 40:5).
Luego ofrecerá estas palabras: “Fui herido en casa de mis amigos. Soy el que fue levantado. Soy Jesús que fue crucificado. Soy el Hijo de Dios.” (Doctrina y Convenios 45:52).
Y entonces toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesús es el Cristo.
Testifico que Él es el Cristo viviente, nuestro Señor y Salvador, Ejemplo, Redentor y Juez en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.
Este artículo fue publicado por mormonnewsroom.org bajo el título de “Jesus Is the Living Christ, Our Lord and Savior”