Amor propio: Te mereces el amor que intentas darle a los demás
Es más fácil que podamos sentir amor propio cuando nuestra autoestima se ve fortalecida por nuestros logros. Es cuando caemos en las falsas expectativas que nuestra autoestima se ve afectada.
De repente, recordamos todos nuestros errores y carencias. Nuestro monólogo interior se llena de juicios duros y negativos hacia nosotros mismo.
Nos culpamos y nos avergonzamos por nuestro dolor. Nos damos al abandono y buscamos a quien (y lo que sea) que nos dé consuelo.
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Nos volvemos nuestro peor detractor. Cuando nos sentimos ansiosos o frustrados, nos hablamos a nosotros mismos con más dureza de lo que nos parecería aceptable para cualquier otra persona.
Asumimos erróneamente que la crítica nos motivará a hacer las cosas mejor. Nos volvemos aún más perfeccionistas de lo habitual.
En lugar de hablarnos a nosotros mismos con compasión, elevamos los estándares de nuestro comportamiento como una defensa contra nuestros sentimientos de duda, ansiedad o frustración.
Un amor de toda la vida
Oscar Wilde escribió: “Amarse a uno mismo es el inicio de un romance que dura toda la vida”.
Como el cuento de toda historia de amor, hay momentos de sol y de tormenta que ponen a prueba nuestras intenciones más profundas sobre cómo nos relacionamos con nosotros mismos.
Una forma de recuperar y salvaguardar nuestro propio corazón es tomar el control de nuestro bienestar mediante la autocompasión.
La autocompasión mejora nuestra participación con los demás y se asocia con una actitud más positiva ante el fracaso.
Las personas que son compasivas consigo mismas se recuperan mejor de los golpes psicológicos de la vida, como las rupturas amorosas y los reveses profesionales.
Recuerda, el amor propio empieza con mostrarte compasión y ser bueno contigo mismo.
Sé bueno contigo mismo
Esto es especialmente cierto si también estás cuidando a los demás.
¿Tienes un ser querido que está pasando por desafíos emocionales, físicos o mentales? ¿Tal vez estés ayudando a cuidar a un familiar en casa?
Cuidar de los seres queridos puede ser difícil, especialmente cuando todavía estás en una edad en la que alguien necesita cuidar de ti.
Recuerda, incluso si te sientes solo, nunca lo estás realmente. Hay ayuda y apoyo para ti también, te lo mereces. Te mereces el amor que le das a los demás.
Lo qué puedes hacer
1. Participa de los grupos de apoyo de tu comunidad. Esto puede ayudarle a tu familia a aprender estrategias para hacer frente a los desafíos.
2. Ponte en contacto con profesionales de la salud para obtener asesoramiento sobre lo que necesitas o conversar sobre lo que sientes.
3. Comparte tus cargas con familiares y amigos de confianza.
4. Cuéntale a tu obispo u otros miembros de la Iglesia en quien confías sobre cómo pueden ayudarte mejor.
5. ¡Y recuerda que el Salvador entiende perfectamente por lo que estás pasando! Él te fortalecerá cuando te vuelvas a Él.
Al cuidar, amar y velar por otros no olvides cuidarte a ti también. No olvides que también eres digno de tu propio amor. Como dijo el élder Jeffrey R. Holland:
“En su esfuerzo devoto por cuidar de la salud de otra persona, no destruyan la suya. En todas esas cosas, sean prudentes; no corran más aprisa de lo que sus fuerzas les permitan”. –Jeffrey R. Holland, “Como una vasija quebrada”.
Como miembro de la familia de Dios, no te excluyas del círculo de la compasión. Así como a cualquier otra persona en el universo, tú también te mereces amor, bondad y compasión. Eres merecedor de tu propio amor y afecto.
Fuente: Church of Jesus Christ