Estaba saliendo en citas con mi futuro esposo y me encontraba en modo pánico total, porque las decisiones son difíciles.
Una noche, mientras conversaba con el novio de mi compañera de cuarto, me dijo:
“Desearía que en el momento en que sentí paz y supe que Dios aprobaba mi matrimonio con esta chica, me hubiera casado.
Es como saltar de un acantilado. Si solo caminas y saltas, es fácil. Cuando dudas y das un paso atrás, las cosas se ponen difíciles. Luego, cada momento que esperas, es aún peor”.
Sus palabras me recordaron un discurso del presidente Jeffrey R. Holland:
“Me gustaría tener un dólar por cada persona en un noviazgo que […] haya orado lo suficiente como para saber la voluntad del Señor y vio una vida de maravillosa compatibilidad por delante, solo […] para ‘retroceder’, como dijo Pablo, a la parálisis marital.
No digo que no se deba tener cuidado con un tema tan importante como el matrimonio, […] pero una vez que hayas recibido una respuesta clara y genuina, ten cuidado con la tentación de retractarte de hacer lo bueno. Si estaba bien cuando oraste al respecto, confiaste en ello y viviste para ello, está bien ahora. No te rindas cuando aumente la presión”.
Unos días después, me senté en el sofá, enferma. Mientras estaba recostada, pensé en Michael y sentí paz. Sabía que podía pasar una eternidad con él.
En ese momento, tocaron la puerta. Era Michael que apareció inesperadamente con medicina para el resfriado y jugo de naranja para mí.
Sentí que el espíritu decía: “Salta”.
“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene gran recompensa” (Hebreos 10:35).
Así que, le dije que quería casarme con él.
Michael sonrió y me abrazó muy fuerte.
Como dijo el presidente Holland:
“Ningún cortejo serio, compromiso o matrimonio vale la pena si no invertimos completamente todo lo que tenemos en él. No puedes tener éxito en el amor si mantienes un pie en la orilla por seguridad. La naturaleza misma del esfuerzo requiere que nos sujetemos el uno al otro lo más fuerte que podamos y saltemos juntos a la piscina”.
Me siento agradecida por cada día que salté.
El matrimonio es trabajo.
El amor es una elección.
La presión aumenta.
Pero, sigue agarrándote fuerte.
Y no pierdas la confianza.
Recuerda,
“Si estaba bien cuando oraste al respecto, confiaste en ello y viviste para ello, está bien ahora”.
Fuente: Come Follow Me Daily