Hna. Aburto: Si escuchas al Señor, Él pondrá esperanza en tu corazón
Después de graduarme de la escuela secundaria, comencé a asistir a la universidad. Siempre disfruté aprender y obtener una educación. Sin embargo, a lo largo de los años, la situación en Nicaragua empeoró.
Decidí casarme con un joven con el que salía y poco después nos fuimos del país. Llegamos a San Francisco en octubre de 1984.
Mis primeros meses en los Estados Unidos fueron difíciles porque ese primer invierno se sintió muy frío. O, al menos, yo lo sentí así, porque venía de un clima cálido.
Asimismo, tuve que acostumbrarme a una nueva cultura y un nuevo idioma. Además, mi familia seguía en Nicaragua. Sin embargo, me sentía muy agradecida de estar en este magnífico país.
Me sentía muy bendecida porque tenía un trabajo que me pagaba $3.35 la hora y un lugar para vivir. Tenía el deseo y los medios para ayudar a mi familia a venir a vivir conmigo.
Después de un tiempo, mi madre y dos de mis hermanos llegaron a San Francisco.
Una decisión puede cambiarlo todo
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Iba a la universidad por la noche. Primero, iba a un instituto donde enseñaban inglés como segundo idioma y, luego, a City College of San Francisco.
Mi hijo Xavier nació dos años después. Trajo una inmensa alegría para mí y mi familia. Era un niño sano y listo que me dio una hermosa razón para seguir adelante y esforzarme más.
Sin embargo, mi esposo bebía alcohol y usaba drogas. Con el tiempo, sus adicciones empeoraron. Dejó de trabajar y, a veces, no venía a casa durante días.
La situación se había vuelto insoportable para mí. Comencé a asistir a reuniones de Alcohólicos Anónimos y ver a un terapeuta para saber cómo podía ayudar a mi esposo.
Aprendí que también necesitaba ayuda.
Después de una serie de eventos que me mostraron claramente que tanto mi hijo de tres años como yo estábamos en peligro, tomé la dolorosa y liberadora decisión de separarme definitivamente de mi esposo y divorciarme.
Incluso después de que se fue, todavía no me sentía en paz. Si volvía, ¿Cómo criaría a mi hijo para que pudiera ser un buen niño y convertirse en un buen hombre? ¿Dónde encontraría consuelo para mi alma? ¿Cómo sería nuestro futuro?
Sé que a veces suceden cosas en nuestra vida sobre las que no tenemos control. Otras personas toman decisiones que pueden lastimarnos.
Tenemos anhelos, preguntas, nos pasan cosas que no parecen tener sentido. Sin embargo, si escuchamos al Señor, Él “hablará paz a nuestras almas… [y] Él hará que pongamos esperanza en nuestra liberación” (Alma 58:11).
Si somos pacientes, si ponemos nuestra confianza en nuestro Salvador, si esperamos en Su tiempo y tratamos de seguir Sus mandamientos, las respuestas llegarán un día y finalmente tendremos la paz que estamos buscando.
Dios puede restaurar nuestras almas, por más destruidos que nos sintamos
En una oportunidad, el élder Dieter F. Uchtdorf contó la historia de una magnífica iglesia luterana de Dresde, Alemania, que fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial.
Años más tarde, la iglesia fue reconstruida y se utilizaron muchos de los ladrillos originales que se quemaron durante el bombardeo. Es por eso, que algunos de los ladrillos son negros.
Siento que mi vida es como esa iglesia. He pasado por tiempos difíciles. Las cicatrices, las consecuencias y el dolor siguen ahí. Sin embargo, el Señor Jesucristo ha reconstruido mi vida y me ha permitido tener gozo mediante Sus tiernas misericordias y el poder habilitador de Su expiación.
Sé que Él es nuestro Salvador y nuestro Redentor, que Él es la fuente de paz y sanidad.
Me he sentido “rodeada… en los brazos de Su amor” (2 Nefi 1:15).
Él siempre está extendiendo Sus brazos de misericordia y amor hacia nosotros para que podamos volvernos a Él y tener una vida mejor y eterna.
No existe una vida que esté tan destrozada que no pueda ser restablecida
Al igual que dijo el élder Uchtdorf refiriéndose a esa iglesia en Alemania:
“Si el hombre puede tomar las ruinas, los escombros y los restos de una ciudad deshecha y reconstruir una estructura impresionante que se eleva hacia los cielos, ¿cuánto más capaz es nuestro Padre Todopoderoso de restaurar a Sus hijos que han caído, pasado por dificultades o que se han perdido?
No importa que tan completamente arruinada parezca estar nuestra vida. No importa lo escarlata de nuestros pecados, lo profundo de nuestro resentimiento, lo solitario, abandonado o destrozado que parezca estar nuestro corazón.
Aun aquellos que no tengan esperanza, que estén desesperados, que hayan traicionado la confianza, que hayan renunciado a su integridad o que se hayan alejado de Dios pueden ser restablecidos.
Excepto aquellos escasos hijos de perdición, no existe una vida que esté tan destrozada que no pueda ser restablecida.
Las gozosas nuevas del Evangelio son estas: gracias al plan eterno de felicidad proporcionado por nuestro amoroso Padre Celestial y por medio del sacrificio infinito de Jesús el Cristo, no solo podemos ser redimidos de nuestro estado caído y restablecidos a la pureza, sino que también podemos trascender la imaginación terrenal y llegar a ser herederos de la vida eterna y partícipes de la gloria indescriptible de Dios”.
Los tiempos difíciles nos hacen más fuertes
Todos pasamos por tiempos difíciles, todos tenemos tribulaciones en nuestra vida, todos necesitamos sanidad y todos necesitamos la gracia redentora.
Parte de nuestra existencia terrenal consiste en pasar por pruebas, grandes y pequeñas, en diferentes momentos de nuestra vida. Sin embargo, nuestro Padre Celestial “consagrará [nuestras] aflicciones para [nuestro] provecho” (2 Nefi 2: 2).
Esos tiempos difíciles nos hacen más fuertes y nos permiten ser más comprensivos con los demás.
Me siento agradecida por las dificultades por las que he pasado porque han formado mi carácter, me han dado sabiduría y la humildad para reconocer mi dependencia a mi Padre Celestial y mi Señor, Jesucristo.
Asimismo, mis desafíos me han dado la oportunidad de sentir Su amor y preocupación por mí, de forma muy personal.
Sé que nuestro Padre Celestial y nuestro Salvador están pendientes de cada uno de nosotros.
Un recordatorio
Si estás pasando por un momento difícil en tu vida, por favor no te rindas, sigue intentándolo, sigue acercándote al Salvador para que Él pueda sanarte.
Sé que el bálsamo reconfortante que nos ofrece nuestro Maestro Sanador, Jesucristo, puede sanarnos a cada uno de nosotros.
Sé que Jesucristo algún día regresará a esta tierra “revestido de poder y gran gloria” (DyC 45:44).
En ese momento, sonará Su trompeta, y todo oído la oirá, toda rodilla se doblará y toda lengua confesará ante Él (véanse DyC 88: 104; Mosíah 27:31).
Entonces, nos regocijaremos colectivamente con gozo eterno.
Esta es una traducción del artículo que fue publicado originalmente en LDS Living con el título “Please keep trying: Sister Aburto opens up about personal trials in her life and how she overcame them”.