Pedir disculpas a los que ofendemos no es suficiente

La frase “lo siento” parece ser la más difícil de decir. Aun así, es una de las frases más utilizadas. Hoy en día, decir “lo siento” parece ser algo que solo se dice de la boca para afuera.

De alguna forma, esa frase ha perdido la credibilidad. Parece que las personas se disculpan por interés, porque en realidad necesitan obtener algo. A veces, cuando alguien te dice “lo siento”, quiere que lo perdones de inmediato y olvida que lo que realmente necesitas escuchar es un “me equivoqué”.

Estas palabras pueden marcar una gran diferencia en las relaciones en las que hay problemas, porque implican dar más de uno mismo que simplemente satisfacer la necesidad de aceptación.

Disculparse es solo el comienzo del proceso de restitución. Ya sea la restitución de la verdad, el tiempo o de algún objeto robado, es solo el primer paso de muchos.

Discúlpate lo antes posible

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Independientemente de que sea tu culpa o no, toma la iniciativa de disculparte primero y rápido. Las relaciones se vuelven tensas cuando pedir disculpas se vuelve un proceso que toma mucho tiempo.

No tengas miedo de decir “lo siento”, por estar demasiado ocupado buscando las palabras correctas.

Mira a la otra persona a los ojos y reconoce tu error. En palabras simples, di por qué te estás disculpando, respira hondo y habla con calma.

Valora los sentimientos de la otra persona

En un apuro por recuperar la confianza de los demás, es común decir algo como: “No exageres” o “¡Solo olvídalo! No es nada”.

Sí, ofenderse es una decisión, pero negar por completo que lastimaste a alguien diciéndole que olvide lo que pasó es como echar sal a la herida.

Somos humanos y, por lo tanto, a veces nos sentimos heridos, traicionados, ofendidos y más.  No creo que sentir estas emociones esté mal. Es natural. Necesitamos reconocer eso.

El Salvador también sintió todas estas emociones. Sintió dolor y lloró cuando escuchó que su amigo Lázaro había muerto (Juan 11:35). Debe haberse sentido muy frustrado cuando vio que el templo se había transformado en “una casa de bienes” (Juan 2: 13-16).

Incluso el Hijo de Dios ha experimentado todas estas emociones humanas, por lo que puede entendernos y ayudarnos. ¿Tenemos el deber de reconocer estas mismas emociones en las personas con las que nos relacionamos, especialmente con aquellas que ofendemos?

“El Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello. ¿Eres tú mayor que él?” (DyC 122: 8)

Disculparse debe ir más allá de un “lo siento” y los esfuerzos para mejorar las cosas deben ser continuos.

Esfuerzo constante

Esfuérzate por reparar las relaciones quebrantadas y fortalécelas continuamente. Haz que decir “lo siento” sea una oportunidad para ser sincero en lugar de solo pedir disculpas.

No importa cuánto tiempo lleve, sigue trabajando en tus relaciones. Invertir tiempo en relaciones humanas nos permite reparar vidas. Nos permite reparar el mundo. No se desperdicia ningún tipo de esfuerzo cuando te enfocas en ello.

Cuando reconocemos sinceramente nuestros errores, la frase “lo siento” tiene un significado mayor. Mostrar remordimiento y empatía al decir “lo siento” es mucho mejor.

Esforzarse para recuperar lo que se ha perdido, hace que la palabra “lo siento” tenga más significado.

Hay belleza en pedir disculpas. En nuestra tarea de ser perdonados y arreglar las cosas, cambiamos. Ahí es donde está el poder.

No solo la persona ofendida se siente mejor, sino que la persona que ofendió se convierte en una mejor persona. Es un proceso de refinamiento en el cual las tendencias naturales del hombre son reemplazadas por virtudes celestiales.

Entonces decir “lo siento” nunca es suficiente, pero es un buen comienzo.

Fuente: Faith.ph

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