Una poderosa carta para jóvenes mormones acerca de lo que necesitan entender por deseo sexual

Carta Poderosa para Jóvenes Mormones

Lo siguiente es un extracto de Cartas Para un Joven Mormón, la cual son una serie de cartas escritas por el profesor de filosofía Adam S. Miller que transmite el conocimiento que quiere que sus propios hijos y miembros jóvenes de la Iglesia conozcan.

Querido S,

Pronto, tendrás un deseo no solamente de renovar tu vida, sino de crearla. En ti crecerá un apetito por la intimidad sexual que es tan real, tan natural y tan urgente como tu necesidad de comer y dormir. Recuerda que tu hambre de intimidad, como todas las hambres, es un regalo y no un castigo.

Este nuevo apetito es diferente a los demás. Morirás si no comes y respiras, pero no morirás si no tienes relaciones sexuales. Sin embargo, para ser sincero, a veces sentirás que sí lo harás. Este nuevo apetito es diferente porque no es sólo un hambre de comida o aire sino de otra persona, de sus necesidades, sentimientos y temores que son tan reales y tan complicados como los tuyos. Y hay algo más que debemos tener siempre en cuenta. La intimidad que anhelas no sólo implica tu responsabilidad de velar por las necesidades de otra persona. Implica tu responsabilidad de preocuparte del hecho de que esta intimidad puede crear una nueva persona. El sexo da vida.

Esta hambre de intimidad es como un océano. Llegará como una inundación y te sentirás perdido en el mar. Cuando eras un niño, caminaste sobre terreno seco. Para convertirte en un adulto, tendrás que aprender a nadar. No eres más responsable estando en el mar que de estar respirando. Y, aunque algunos pueden decir algo diferente, no eres culpable porque el océano es húmedo. No elegiste este apetito. Pero, incluso si lo hubieras hecho, la tarea sería la misma: debes elegir qué hacer con ella. Debes aprender a cuidar de esta necesidad y ser casto. Cuidar de esta hambre requerirá práctica y paciencia. Sé paciente contigo mismo mientras avances en el camino.

éxito en el matrimonio

En la iglesia, decimos: Aprende a ser casto. Eso es correcto, pero tenemos que aclarar algo. La Castidad, como una forma de practicar su debido cuidado, no deshace o niega esta hambre. Eres casto cuando estás lleno de vida, y estás lleno de vida cuando eres fiel a los apetitos que lo originan.

Para cuidar de esta hambre, debes hacer lo mismo que hiciste con las demás. No puedes deshacerte de tu apetito complaciéndola o deshaciéndote de ella. Ambas estrategias te niegan aquel deseo. El tema sobre la pureza sexual en la Iglesia está destinado a mantenerte cerca de la vida y advertirte que no intentes acabar con tu hambre saciándola descuidadamente. Pero, si bien hablar de pureza puede ayudar a limitar tu hambre, también puede reforzar el impulso de saciarla y tratar de deshacerte de ella purgándola, incluso por el bien de la pureza, de seguro te dejará más muerto espiritualmente que complaciéndola. La medida de la castidad es la vida, y la vida, por diseño divino, es confusa. Si se usa sin cuidado, es más probable que el aspirar a ser castos obstaculice tu capacidad de amar a otra persona para salvarla. No te conviertas en esclavo de tu hambre y no trates de convertirla en tu esclavo. La esclavitud es un pecado y el pecado es muerte.

El camino es claro aún cuando no es fácil. Comprométete a respetar los cuerpos de otras personas y comprométete a cuidar del tuyo. Cuando se trata de cuerpos que no te pertenecen, la línea es brillante: no uses pornografía y no tengas relaciones sexuales fuera del matrimonio. Inevitablemente, estarás expuesto a la pornografía, pero no la uses. La pornografía es un negocio de miles de millones de dólares que cambia tu apetito dado por Dios por dinero. No se interesa por ti y destruye la vida de los hombres y mujeres que atrae. No seas cómplice de esta catástrofe. En resumen, no salgas en citas antes de que seas lo suficientemente mayor como para que sean serias. Mantén tus manos quietas. Espera a ser besado y luego besar como si quisieras volver a besar mañana, no como si quisieras hacer que todos los besos se terminen de una vez por todas, el día de hoy.

Se paciente con tus emociones.

Cuando tenía catorce besé a una chica por primera vez, ella tenía dieciséis, tenía ojos marrones y cabello oscuro. Ella me sorprendió. Cuando nos besamos, crucé un línea simple pero importante – sólo tienes un primer beso – y realmente yo no deseaba cruzarla. Era invierno, después de la escuela, después de un partido de baloncesto y estábamos afuera esperando. Estaba oscuro y nevando, nos encontrábamos solos. Ella me pidió que la besara. Me puse nervioso y le respondí con algunas escusas. Ella me volvió a preguntar y yo dije que sí. Entonces, tomó mi mano, se inclinó y me besó.

Fue dulce, jamás lo olvidaré, ella siempre será importante para mí, no obstante, me sentí incomodo. Sabía que no la había besado porque la amaba o porque tenía una necesidad de contacto físico – aún así, sí la apreciaba y tenía ese apetito. La verdad es que tuve miedo de besarla, y al final sólo lo hice porque estaba asustado. Tenía miedo de no hacer lo que ella quería. Tenía catorce y era un poco torpe, tenía barritos en mi piel, no tenía muchos amigos cercanos y la necesitaba a mi lado. Presta atención a la combinación inestable de hambre, necesidad y miedo. No uses las formas de amor para ganar la aceptación de los demás u ocultar tus miedos. Toma valor del amor y haz lo que sea bueno.

Con respecto a tu propio cuerpo, debes practicar. Debes ser paciente con su inmadurez porque aún está creciendo. También debes tener compasión por su debilidad porque aún eres mortal. Aprender a ser casto es como aprender a tocar el piano. Sólo hay una forma de aprender: Debes practicar la música sin saber tocar. Del mismo modo, debes cuidar tu apetito sin saber de su fuerza, de su carácter o de cómo manejarlo. No tienes más remedio que aprender en el camino. La vida nunca ha sido vivida antes en tu cuerpo.

La castidad no es un tipo de perfección. Puede que hayas llegado a este mundo inocente, pero la castidad es algo más que inocencia, no es algo con lo que naces y luego rompes o pierdes, es algo que se hace. Es un hábito creado a lo largo del tiempo por medio de buenas elecciones. Es un poder que reúne la fuerza de la práctica constante de disciplina y cuidado. Es algo que debe, con años de paciencia y esfuerzo, ser cultivado, acumulado y sellado.

Cuidar tu propio apetito te enseñará cómo cuidar el cuerpo de la persona que algún día amarás. Mira a tu hambre de cerca. Ve como, al igual que el océano, tiene un ritmo como las olas que viene y van y las olas que rompen. Mira como se entrelazan con las historias que te cuentas a ti mismo y con las fantasías que imaginas. Mira como se entrelaza con todo tipo de esperanzas, penas y temores. Observa como, cuando la marea de tu hambre se apaga, no significa que repentinamente eres casto, asimismo, observa como, cuando llega la marea, no significa repentinamente ya no lo eres.

Yo creo en el matrimonio

 

 

Presta atención, has tus oraciones de manera constante y deja que tu apetito te enseñe. Cuando te encuentres solo y sientas – y te pasará a menudo – que tu deseo por la intimidad crece, no huyas. No te distraigas de ello o te pierdas en ello. Todo lo contrario, trata de hacer la única cosa que mayormente estamos asustados de hacer: Presta atención al hambre en sí. Sólo observa. Reconoce el peso, la autonomía y la realidad de tu apetito. Ten en cuenta que hay una diferencia entre las imágenes, los miedos y las fantasías que alimentan el hambre y las sensaciones físicas propias del mismo. Luego, en lugar de prestar atención a las fantasías que lo alimentan, presta atención a las sensaciones físicas que lo componen. Hazte amigo de ellas y observa con paciencia como su control disminuye. No le pongas más combustible al fuego entreteniendo tus fantasías, pero tampoco intentes apagarlo. Sólo mira las llamas mientras arden por sí solas para luego volverse carbón. Practicar la castidad significa cuidar estos carbones. Practicar la castidad significa aprender a devolver esta hambre a Dios con una oración.

Harás un mejor trabajo escuchando unos días más que otros. Tendrás altibajos. El impulso de explorar tu propio cuerpo cuando eres joven y estás solo no es malo, pero sí necesitas el tipo de temple que sólo la experiencia, la práctica y la madurez pueden inculcar. No entres en pánico cuando, siendo adolescente, descubras que aún no tienes experiencia o madurez. Recuerda que Dios te ama. Él te dio esta hambre. Él sabe lo que es ser un adolescente. Él quiere ayudarte, no condenarte.

Incluso cuando sientas que has hecho algo malo, tu trabajo sigue siendo el mismo: continúa cuidando de él con el arrepentimiento. Para poder arrepentirte, tendrás que empezar en donde estás. Comienza por practicar el cuidar de tu vida como en realidad te la dan en lugar de preocuparte imaginando como debería haber sido. La vergüenza y el miedo no te ayudarán aquí. Satanás, no Jesús, es el acusador. Cuando experimentes miedo, vergüenza o culpa, tu trabajo también será cuidar de ellos. No te lastimes con eso. Deja que el miedo y la culpa vengan, luego déjalos ir y aprende lo que ellos también tienen que enseñarte sobre la vida.

Pide ayuda. No estás solo. No tienes que hacer esto solo. Habla con tus padres. Habla con tus líderes. Habla con tu obispo. Deja que te hablen. Puede ser difícil de creer, pero todos sienten lo que sienten.

Si te atraen las personas del mismo sexo, debes saber que Dios te ama. Si te identificas como lesbiana, gay, bisexual o transexual, tienes que saber que Dios lo ama. Él te ve. Él te escucha. Él te entiende. Él conoce tu corazón. Él sabe que es difícil. Él quiere ser parte de tu vida. Él quiere que ores. Él quiere que leas. Él quiere que prestes servicio. Él quiere que seas parte del cuerpo de Cristo y a cambio necesita que santifiques ese cuerpo. El cuerpo de Cristo no puede estar completo sin ti.

Querido S., oro por ti. Nada de esto es fácil. Oro para que encuentres a alguien a quien puedas sellarte y a quien puedas prometerle tu deseo. Y oro para que, si tus circunstancias son más complicadas, Dios te muestre cual es la mejor forma de cuidar tu vida con la luz que brinda.

Con cariño,

A.

 

Carta Poderosa para Jóvenes MormonesCartas para un Joven Mormón.

Es un libro compuesto por una serie de cartas dirigidas a un joven mormón que tiene conocimiento del tipo de vida mormona, pero su fe es débil. El autor, profesor de filosofía, Adam S. Miller, se imaginó a sí mismo escribiendo estas cartas a sus propios hijos. Al hacerlo, sufrió un poco en escribir sus propias ideas sobre lo que significa ser – como mormón – libre, ambicioso, arrepentido, fiel, informado, devoto, desinteresado, hambriento, casto y sellado.

Las cartas hacen un poco de referencia con los principios mormones. Ese trabajo le pertenece a todos los que son llamados a esto. El trabajo de Miller es personal. Él sólo desea referirse a la belleza y los costos reales de tratar de vivir una vida mormona y espera mostrar algo de lo que significa vivir de una manera que se niegue a abandonar la vida o el mormonismo.

Esta edición de Cartas para un Joven Mormón incluye todo el contenido original del muy querido libro, con capítulos adicionales sobre el día de reposo y mayordomía, así como un nuevo prefacio del autor, que proporciona un marco y el contexto adicional de su libro.

 

Este artículo fue escrito originalmente por Adam S. Miller y fue publicado por ldsliving.com, con el título: “A Powerful Letter to Young Mormons About Sex and What They Need to Understand.

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