3 razones por las que la doctrina de los “3 cielos” de los Santos de los Últimos Días tiene tanto sentido
Los Santos de los Últimos Días son conocidos por algunas creencias muy poco ortodoxas, pero nuestras enseñanzas sobre el Cielo, aunque diferentes, son absolutamente hermosas, reconfortantes, misericordiosas, inspiradoras, motivadoras, éticas y lógicas, todo al mismo tiempo.
Para aquellos que no están familiarizados con nuestras doctrinas sobre el Cielo, aquí hay un breve repaso y algunas reflexiones sobre por qué esta enseñanza es tan asombrosa.
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Telestial, Terrestre, Celestial
Los Santos de los Últimos Días creen que hay tres grados o “reinos” en el Cielo. Dios el Padre vive en el más alto grado del Cielo, llamado el Reino Celestial.
Las personas que heredan el Reino Celestial después de la Resurrección y el Juicio Final son aquellas que aceptaron a Jesucristo, se arrepintieron de sus pecados, se esforzaron por guardar los mandamientos y recibir ciertas ordenanzas con la debida autoridad, como por ejemplo el bautismo.
Las personas que vivirán ahí son personas que desean vivir ahí. Personas que quieren convertirse en “coherederos con Cristo” (Romanos 8:17) y se dedican a ser más como Él durante sus vidas en la tierra.
El siguiente reino se llama el Reino Terrestre. Los que van ahí son buenas personas, pero son personas “que fueron cegadas por la astucia de los hombres” (DyC 76:75) y que “no [fueron] valientes en el testimonio de Jesús” (DyC 76:79). Si bien Cristo puede no vivir en este reino, creemos que todavía visitará y ministrará a estas personas de vez en cuando.
El último reino se llama el Reino Telestial. Ahí es donde irán las personas que tomaron malas decisiones, las peores personas. Será la herencia de aquellos que ni aceptaron a Cristo como su Salvador ni vivieron con rectitud. Aún así, ahí las personas obtendrán un cierto grado de felicidad. De hecho, José Smith vio una visión de este reino y dijo que su gloria “sobrepuja a toda comprensión”. Ni Dios el Padre ni Jesucristo los ministrarán, sino que el Espíritu Santo los visitará de vez en cuando.
Creemos que prácticamente todos, sin importar su religión, terminarán en algún lugar en el Cielo. Aquí está el por qué es tan increíble.
1. Le da a Dios la victoria
Hay más de 7.5 billones de personas en este planeta. Un poco más del 30 por ciento de esas personas se identifican como cristianos, bautistas, luteranos, católicos, etc. Son nuestro prójimo y nuestros amigos. Somos su prójimo y sus amigos. La mayoría de los cristianos cree en un Dios misericordioso y amoroso. Pero la mayoría de los cristianos también cree que cualquiera que no acepte a Jesucristo como su Salvador está destinado a sufrir en el infierno por toda la eternidad.
Si eso es cierto, entonces, al menos, alrededor del 70 por ciento de los habitantes de este planeta está en problemas, por no mencionar los billones y billones de no cristianos de las épocas anteriores.
No estoy tratando de criticar a nuestros amigos cristianos o sus creencias. Son buenas personas que hacen todo lo posible para darle sentido y propósito a esta vida, como lo hacemos nosotros.
Lo que personalmente me resulta muy preocupante creer es que exista un Dios amoroso cuya mejor opción haya sido poner en práctica un plan en el que Él sabía que tendría una tasa de éxito menor al 30 por ciento. Esa es una calificación deficiente, una nota reprobatoria según nuestras normas, y sí, es algo inútil juzgar a Dios según nuestras normas, pero quiere decir que no hay otra oportunidad para ese 70 por ciento. Solo tienen el infierno por toda la eternidad.
La doctrina de los Santos de los Últimos Días, por otro lado, nos muestra a un Dios victorioso. Cuando se trata de la salvación de la muerte física/espiritual y un infierno eterno, hay una tasa de éxito cercana al cien por ciento.
2. Equilibra el universalismo con el exclusivismo
Los universalistas cristianos creen que todos, sin importar su afiliación religiosa u obediencia a los mandamientos de Dios, irán al Cielo. Los cristianos exclusivistas, por otro lado, creen que solo una religión es verdadera y sólo aquellos que pertenecen a esa religión serán salvados.
Los universalistas creen que el Dios exclusivista no es un Dios amoroso, porque condena a todos menos a algunos de sus hijos al infierno (nos referimos a este tema en la sección anterior). Los exclusivistas creen que el Dios universalista es demasiado misericordioso y que el universalismo nos exime de toda obligación de guardar los mandamientos de Dios.
Ambas ideologías describen problemas significativos entre sí. La postura del Santo de los Últimos Días resuelve esos problemas y logra un hermoso equilibrio entre las dos. Creemos que la mayoría de las personas, independientemente de su religión o comportamiento, serán salvados, pero no creemos que todos los que serán salvados irán al mismo lugar.
Debido a la naturaleza de tres niveles del Cielo, creemos que los inicuos estarán más lejos de Dios y no podrán disfrutar el vivir en Su presencia. El grado de verdad al que te adhieres en esta vida afecta el grado de Cielo que tendrás.
Entonces, si las personas en el Reino Telestial están separadas de Dios, ¿acaso eso no lo hace ser un infierno pero con otro nombre?
Seguramente aquellos que califican a este reino serán atormentados por el conocimiento de que pudieron haber disfrutado de un reino superior, pero esto es muy diferente al “infierno” que estamos acostumbrados a leer.
Aquellos en los reinos inferiores pueden no vivir con el Padre Celestial, pero aún así serán ministrados por Jesucristo o el Espíritu Santo, dependiendo de su grado de gloria (como lo vimos en el diagrama de arriba). Por lo tanto, aquellos en los reinos inferiores todavía tendrán cierto grado de felicidad muy real al igual que las consecuencias reales por sus elecciones en la vida terrenal.
3. Reconoce tanto la gracia como las obras
“La salvación se logra a través de la gracia o las obras” ha sido debatida constantemente durante muchos siglos. El Cielo con sus tres niveles da espacio para que funcionen ambos principios.
La salvación de un infierno eterno ciertamente viene sólo a través de la gracia. Sin la gracia de Dios, no habría nada que pudiéramos hacer para salvarnos de la separación eterna de Dios. Incluso después de “hacer cuanto podamos”, cada uno de nosotros debe reconocer que “es por la gracia por la que nos salvamos.” (2 Nefi 25:23).
Entonces, ¿en dónde entra en juego nuestra obediencia y rectitud?
La página de la Iglesia deja esto bastante claro:
“Después de la resurrección, todos nos presentaremos ante el Señor para ser juzgados de acuerdo con nuestros deseos y acciones. Cada uno de nosotros recibirá correspondientemente una morada eterna en un reino específico de gloria.
La gloria que alcancemos depende de la magnitud de nuestra conversión, tal como se expresa mediante la obediencia que demos a los mandamientos de Dios. Dependerá de hasta qué punto hayamos recibido “el testimonio de Jesús” (DyC 76:51; véase también DyC 76:74, 79, 101)”
Es la gracia de Dios la que nos permite acceder a cualquier Reino de Gloria. Dicho esto, es nuestra responsabilidad vivir de tal manera que califiquemos para recibir esa bendición. Una vez más, nuestra obediencia y rectitud no nos salvan, pero sí influyen en el reino al que iremos cuando seamos salvos.
La gracia de Dios funciona de manera total en la teología del Santo de los Últimos Días, pero al mismo tiempo, no nos exime de nuestra responsabilidad personal de obedecer los mandamientos de Dios. Crea un hermoso equilibrio.
Lo más esencial
Nota: He hablado mucho sobre el Cielo en este artículo, pero los Santos de los Últimos Días también creen que si uno no se arrepiente de los pecados, tendremos que pagarlos antes de heredar un Reino de Gloria.
Cuando se trata de religión, tengo muchas preguntas, incluso sobre mi propia fe. Algunas de esas preguntas tienen más peso que otras. Las doctrinas de los Santos de los Últimos Días sobre el Cielo responden preguntas muy grandes.
Estas nos enseñan acerca de un Dios que se preocupa por todos sus hijos, un Dios con diferentes matices, que tiene más de dos opciones extremas y eternas preparadas para nosotros, un Dios misericordioso que nos bendice más de lo que merecemos, pero que también nos impulsa a actuar por nosotros mismos en nuestra búsqueda de ser más como Él.
Ese no es solamente el Dios en el que creo, sino que es el único Dios en el que puedo y quiero creer.
Invito a cualquiera que no sea de nuestra fe a que descubra por sí mismo a través del estudio y la oración si estas enseñanzas realmente describen a nuestro Padre Celestial.
Este artículo fue escrito originalmente por David Snell y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “3 Reasons Why the Latter-day Saint “3 Heavens” Doctrine Makes So Much Sense”