¿Podemos cambiar la forma en que vemos a los demás?

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Un amigo mío recientemente compartió la historia de una maestra que comenzó el año escolar haciendo una lista de ecuaciones matemáticas simples en la pizarra. La primera era incorrecta y, cuando terminó, los alumnos estaban ansiosos por señalársela. Luego, la maestra enseñó una lección importante: “Notaron la ecuación incorrecta e ignoraron todas las correctas”.

¿Con qué frecuencia hacemos esto? Debido a las calificaciones escolares, los deportes, las actuaciones, las tareas del hogar – ¿se nos ha enseñado a ver las imperfecciones para poder corregirlas? Por supuesto, es bueno corregir errores. Pero, ¿Hemos aceptado la idea de que debemos encontrar lo que está mal con todo? ¿Este tipo de pensamiento también nos hace querer adaptarnos al grupo y excluir a aquellos que son diferentes? ¿Incluso esto arruina los matrimonios cuando encontramos fallas constantemente?

Piensa en la forma en que vemos el mundo que nos rodea. ¿Cómo no podemos ver los defectos, las advertencias en una prueba, la mancha en un auto que de otro modo estaría brillante, la maleza en el cantero y el calcetín en medio del piso? Esas cosas llaman nuestra atención. Como un poeta dijo una vez, “La mancha más negra se ve en la nieve”.

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Los expertos dicen que dentro de los primero 10 segundos que conocemos a alguien, juzgamos siete cosas: Su posición social, herencia, educación, nivel económico, nivel de éxito, carácter moral y confianza. Son muchas cosas, ¿verdad? Si somos completamente sinceros, probablemente juzguemos incluso más que eso.

Ni siquiera se trata de que intentemos hablar mal o menospreciar a los demás, solo es la naturaleza humana que registra señales. ¿Estamos en peligro? ¿Esta persona es amigable? Y así.

Asimismo, existe la necesidad de juzgar rectamente, tal como Alma aconsejó a su hijo, Coriantón, qué hacer en Alma 41: 14. Este tipo de sabiduría puede ayudarnos en todo, desde escoger buenos amigos hasta cuando alguien quiere lastimarnos.

Sin embargo, esto tiene sus riesgos. Esto quiere decir que podemos señalar a alguien fácil e injustamente. Todos hemos sido juzgados erróneamente, encasillados, incluso discriminados por nada más que una primera impresión. Así que sabemos que debemos tomar más tiempo para conocernos y evitar hacer suposiciones precipitadas.

Nos sentimos heridos cuando alguien supone que nos conoce con base en las apariencias, quizá nuestro color de piel o ropa, en lugar de tomarse el tiempo para conocer nuestro corazón.

Entonces, ¿cómo cambiamos nuestros ojos espirituales?

Primero, conviértete en un narrador

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Lo digo en serio. Cuando alguien se comporte de una manera que no puedas entender, piensa en una buena explicación y dale el beneficio de la duda.

Hace poco, estaba en la fila detrás de un hombre demasiado hablador en una farmacia. Parecía muy confundido, se fue a buscar el artículo correcto y todavía no estaba seguro. Luego, hizo su pago torpemente.

Sentí pena por él y, de inmediato, supuse que tenía problemas mentales. ¿Si tomaba medicamentos que le causaban confusión mental? ¿Si se ilusionó de repente de la cajera y se puso nervioso, y por eso hizo todo mal? ¿Si estaba solo e intentaba formar una conversación?

Podemos imaginar escenarios todo el día para explicar su comportamiento de una manera que no incluya problemas mentales. No obstante, hice un juicio rápido. Debí haber sido un mejor narrador.

Segundo, deja de criticar

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Algunos de nosotros tenemos la naturaleza de criticar, pero todos podemos caer en la tentación de quejarnos o condenar de vez en cuando. ¿Sabes por qué? Es más fácil. Piensa en esta cita de Theodore Roosevelt:

“No es el crítico quien cuenta, ni el que señala con el dedo al hombre fuerte cuando tropieza o el que indica en qué cuestiones quien hace las cosas podría haberlas hecho mejor. El mérito recae exclusivamente en el hombre que se halla en la arena, aquel cuyo rostro está manchado de polvo, sudor y sangre, el que lucha con valentía, el que se equivoca una y otra vez, porque no hay esfuerzo sin error y sin limitaciones”.

“El que cuenta es el que de hecho lucha por llevar a cabo las acciones, el que conoce los grandes entusiasmos, las grandes devociones, el que agota sus fuerzas en defensa de una causa noble, el que, si tiene suerte, saborea el triunfo de los grandes logros y si no lo tiene y falla, fracasa al menos atreviéndose al mayor riesgo, de modo que nunca ocupará el lugar reservado a esas almas frías y tímidas que ignoran tanto la victoria como la derrota”.

No quiero ser un alma fría y tímida. Quiero aplaudir a aquellos que lo intentan. Veamos a los demás haciendo el bien, o al menor intentándolo, y animémoslos.

Tercero, permitamos la variedad en nuestras vidas

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No esperemos que cada amigo sea una copia. En cambio, permitamos el tipo de diversidad que nos puede enriquecer. Todos hemos visto que los jóvenes subestiman a las personas mayores y a las personas mayores subestimar a los jóvenes.

Hemos visto que juzgan a las personas por su gramática, su auto, sus gustos musicales, su forma de caminar, incluso por su mascota. Asimismo, vemos que las personas juzgan a los demás por su política y religión todos los días.

Dejemos de ser tan mezquinos, tan raudos para subestimar a los que nos rodean. Busquemos deliberadamente amigos de los que podamos aprender, amigos que amplíen nuestra perspectiva.

Cuarto, si tenemos que notar un defecto en nosotros o en los demás, usemos “la técnica del sándwich” que se enseña en los cursos de negocios

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Mi hijo mayor hace esto. Si tiene que corregir a alguien que trabaja para él, comienza con un cumplido sincero. Luego, conversa con esta persona acerca del área que necesita mejoras y termina con otro cumplido. Esto hace que el medicamento sea más fácil de tomar y también nos recuerda que así como las personas son maravillosas, necesitan corrección.

Por último, sigamos el ejemplo de nuestros líderes

Cuando ves al Presidente Russell M. Nelson y los apóstoles, siempre los ves extendiendo un gran respeto a los demás. Cada vez que escucho de alguien que los conoce, o veo fotos o videos de ellos, veo sonrisas radiantes y una preocupación genuina. Veo a estos hombres maravillosos ver más allá de la superficie y siempre recordar que todo ser humano es un hijo de Dios.

Sí, creo que podemos cambiar la forma en que vemos a los demás. Encontraremos lo que estamos buscando y si podemos cambiar la forma en que buscamos lo bueno, lo encontraremos.

Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Joni Hilton y fue publicado en latterdaysaintmag.com con el título “Can We Retrain Our Eyes?

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