Nuestras debilidades no nos convierten en personas indignas

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Con mucha frecuencia, escuchamos a la gente decir: “No soy digno porque soy débil”. Si este fuera el caso, nadie en este mundo ha sido, es o será digno. Digno de participar de la Santa Cena, entrar al templo o recibir el amor y las bendiciones de Dios.

Las debilidades son parte de la naturaleza del ser humano y cumplen una función importante en nuestro progreso. De hecho, provienen de Dios. En el Libro de Éter, el Señor dijo: “Doy a los hombres debilidad para que sean humildes”.

No hay nada impuro que venga de Dios; por lo tanto, nuestras debilidades no nos hacen indignos.

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¿Por qué creemos que nuestras debilidades nos convierten en seres indignos?

La noción de ser indigno cuando somos débiles podría provenir de la idea errónea de que el pecado y la debilidad están entrelazados o son lo mismo. Sin embargo, son dos cosas completamente diferentes.

Parte del estado de mortalidad es que estamos sujetos a enfermedades o limitaciones físicas, mentales y emocionales. Incluso Jesucristo, que vivió una vida perfecta, estuvo sujeto a las debilidades que conlleva este estado mortal.

Al igual que nosotros, Él experimentó la fatiga, el hambre y las emociones humanas. Él no estuvo exento de tentaciones. De hecho, fue sometido a las tentaciones más astutas cuando llevó a cabo el acto más poderoso de la historia de la humanidad: la Expiación.

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¿Por qué Dios nos ha dado debilidades?

Se nos ha dado debilidades para que podamos ser humildes, aprender las virtudes y principios que nos preparan para encontrarnos con Dios y buscar Su gracia.

A través de la gracia de Dios podemos hacer lo que no podemos por nosotros mismos. Por la gracia de Dios nuestras debilidades pueden fortalecerse. En este sentido, nuestras debilidades nos acercan a Dios. Por el contrario, el pecado solo nos aleja de Dios.

Nuestras debilidades también nos conducen al progreso espiritual. En la antigüedad, Jesús vino y curó a las personas de sus enfermedades: hizo que los ciegos vieran, sanó a un leproso y a una mujer con un problema de sangre, y trajo a alguien de entre los muertos, entre muchos otros milagros de sanación.

Si bien estos milagros sorprendentes no suceden tan abiertamente en estos días, hay otras formas en que Dios fortalece las cosas débiles.

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¿Cómo Dios nos fortalece en nuestras debilidades?

En algunas circunstancias, Dios puede proporcionarnos un amigo que nos ayude a hacer lo que no podemos, o alguien que pueda enseñarnos cómo hacer mejor las cosas en las que no somos buenos.

A veces, nos permite sobrellevar nuestras debilidades para enseñarnos resiliencia, paciencia, esperanza y fe. En otras ocasiones, nos deja descubrir nuestras fortalezas al atravesar diversas pruebas.

Algunas personas usan sus experiencias para motivar a otras que están experimentando la misma circunstancia. A algunos, Dios les da la dulce y calmada seguridad de regresar a Sus mansiones en el cielo si perseveran con rectitud.

Todas nuestras experiencias relacionadas con nuestras debilidades, si buscamos al Señor, nos ayudan a progresar espiritualmente.

La diferencia entre las debilidades y el pecado

Además, no necesitamos arrepentirnos de nuestras debilidades. Nos arrepentimos cuando desobedecemos voluntariamente a Dios, es decir, cuando pecamos.

Solo nos volvemos indignos cuando pecamos.

Sin embargo, hay formas en que podríamos estar usando nuestras debilidades para estancar nuestro progreso en esta vida. Por ejemplo: “He pecado porque soy débil”.

Por supuesto, no es raro pensar que somos más susceptibles a las tentaciones cuando nuestras debilidades se apoderan de nosotros. Pero, no podemos echarle la culpa a nuestras debilidades cuando pecamos.

Desobedecer a Dios es una decisión que tomamos. Usar nuestras debilidades para justificar los pecados que hemos cometido nos aleja del arrepentimiento y nos hace indignos.

Conclusión

Nuestras debilidades pueden convertirse en dones si elegimos buscar la ayuda del Salvador para superarlas, ver el bien que podemos obtener al sobrellevarlas y aprender las virtudes divinas que provienen de lidiar con ellas.

Nuestras debilidades no nos convierten en personas indignas, sino que, en muchos sentidos, nos hacen fuertes, nos ayudan a progresar espiritualmente y nos acercan al Padre Celestial y Jesucristo.

Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Chona Galletes y fue publicado en faith.ph con el título “Our weaknesses do not make us unclean”.

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