Historias personales: Cómo me deshice del alcohol y volví a Dios
El siguiente relato es real y lo compartió una persona que ha sido miembro de la Iglesia durante casi seis años. Esa persona se alejó de la Iglesia y ahora está de regreso en el Evangelio. La historia es real y su nombre se omitió por razones de seguridad y privacidad.
En primer lugar, debes estar preguntándote quién soy. No soy alguien importante, sino alguien que pasó por momentos difíciles que tal vez estás viviendo.
Llegamos a momentos en nuestras vidas en los que nos sentimos héroes, ¿no es así? Donde todo lo que hacemos tiene sentido, y todo se siente bien y prometedor. Sin embargo, como ocurre con todo lo demás en nuestras vidas, hay momentos en los que parece que estamos en una montaña rusa, con altibajos.
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¡A veces se siente como si nuestro carrito de la montaña rusa se hubiera descompuesto y no pudiéramos llegar a la cima de la montaña! No importa cuánto lo intentemos, nuestro carrito no se mueve. Ahí es cuando nos sentimos inútiles para nosotros mismos y para las personas que nos rodean.
Creo que tal como me pasó a mí, alguien puede ofrecerte el consuelo de los desilusionados: ¡bebidas alcohólicas!
¿Hay algo mejor que beber con “amigos”? Salir a tomar algo es “genial”, podemos olvidar quiénes somos, por un momento podemos ser “felices” como nunca lo fuimos. Luego, viene esa sensación de éxtasis, de estar bien y más: ¡nos sentimos llenos de amigos! Suena increíble, ¿no? ¡No! No es asombroso.
Cuando consumimos bebidas alcohólicas, volvemos a sentirnos héroes, como antes. Sin embargo, este sentimiento no perdura, cuando volvemos a nuestro hogar y el efecto del alcohol desaparece, nos volvemos a sentir inútiles y más tristes por huir de la Palabra de Sabiduría.
Los placeres del mundo no son eternos y nos alejan del camino estrecho y angosto. El Señor nos creó para ser felices. Somos los arquitectos de nuestra propia felicidad.
Digo que no fue fácil para mí abandonar este hábito. Fue difícil porque cuando dije NO, la gente se burló de mí y, en ocasiones, me dejaron solo. Pero, hoy, puedo ver claramente que no hay felicidad duradera fuera del Evangelio de Jesucristo. Por supuesto, conté con la ayuda de dos personas imprescindibles que me ayudaron a ver el camino.
Créeme: Si te sientes solo, no lo estás. Cuando tomes la decisión de decir que no, muchos de los que pensabas que eran tus “amigos” te dejarán. Sin embargo, ¡los verdaderos amigos te animarán a buscar a Dios! ¡Aférrate a ellos!
No tenemos que ser perfectos, pero tenemos que ser buenos y mejorar. ¡Sé que, si tenemos la mira puesta en Cristo, y abrimos nuestros ojos y nuestros oídos, el Espíritu Santo nos bendecirá para ver al Señor Jesucristo obrando en nuestras vidas!
¡Sé firme! Finalmente pude encontrar la felicidad nuevamente y espero desde el fondo de mi corazón que tú también la encuentres”.
Fuente: Mais Fe