Dios está dispuesto a perdonarte más rápido de lo que imaginas
Hay muchas razones por las que Jesús vino a la tierra, una de ellas fue su “expiación”, que expresa todas esas razones. Pero, si tuviera que ser específico, diría que la esencia de la vida de Jesucristo se centró en el perdón.
En el gran himno de la Restauración, José Smith captó ese espíritu cuando escribió:
“Ahora, ¿qué oímos en el evangelio que hemos recibido? ¡Una voz de alegría! Una voz de misericordia del cielo” (DyC 128: 19).
El Salvador es la encarnación, la personificación, el gran arquitecto del perdón y la misericordia. Es inherente a casi todos los actos de Su vida. Es la única cualidad más significativa del Padre Celestial que Jesús vino a enseñarnos con Sus palabras y a demostrarnos con Su ejemplo.
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De hecho, las palabras más hermosas que pronunció el Salvador durante las últimas horas agonizantes de su vida fueron: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Cada vez que se me hace difícil perdonar en mi propia vida, leo esas palabras y el sentimiento de perdón se traslada a mi alma.
Creo que es más que importante que sepamos con certeza cuán fácil es perdonar para Él, ya que se deleita en el perdón. Él es misericordia y es amor. Desearía que esto fuera cierto para ti y para mí, pero como hombres naturales podemos pensar que eso es abrumador.
Quizás, debido a que luchamos con esta gracia, podemos preguntarnos acerca de Dios y nuestra relación con Él.
“Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová” (Isaías 55: 8).
A veces, debo recordar que Dios simplemente no ve las cosas como yo. Con demasiada frecuencia, la humanidad crea a Dios a su imagen e incluso justifica el más terrible de los actos.
Cito las palabras de Isaías:
“Deje el malvado su camino y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, quien tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, quien será amplio en perdonar” (Isaías 55:7).
Sus caminos y sus pensamientos son misericordiosos y compasivos, aunque los caminos de los hombres no lo sean.
El dios que pasa por alto
¿Cuán abundancia implica la palabra “abundante”? Literalmente, cientos de escrituras se nos vienen a la mente. Pienso en las palabras de Pablo a los ciudadanos de Atenas cuando les estaba enseñando desde el Areópago.
Había deambulado por el Ágora, el cual estaba lleno de ídolos y templos para dioses paganos que fueron adorados durante siglos. Aquí se representa el quebrantamiento de los dos primeros mandamientos.
Sin embargo, todo acabó con unas cuantas palabras en el discurso de Pablo. “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia (…)” (Hechos 17:30; énfasis añadido). ¡Amo esas palabras! ¡Dios pasó todo por alto! No encuentro las palabras para explicarte el consuelo que siento al saber que adoramos a un Dios que sabe perdonar.
Pablo sabía acerca de un Dios compasivo, porque este mismo Dios lo perdonó cuando se encontraba en un estado de hostilidad e intolerancia mientras iba en dirección a Damasco.
Pablo es descrito como alguien que “respiraba amenazas y muerte”, un acto que por desgracia ocurrió con demasiada frecuencia dentro de la religión. Pablo no le pidió al Señor que interviniera en su vida, sino que una voz gentil y mansa le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos 9: 1, 4).
Esa voz de dulzura lo cambió todo. Pablo hablaría de eso por el resto de su vida, ya que fue el momento decisivo en su viaje mortal, un momento de perdón. Esa voz convirtió a Pablo en lo que fue, quizás más que cualquier otro hombre, que difundió el cristianismo y, por lo tanto, esto aseguró su continuación.
En su epístola a Timoteo, Pablo trató de explicar por qué sentía que Dios le había mostrado esta misericordia:
“Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de quienes yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí, el primero, toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna” (1 Timoteo 1: 15–16).
Antes, Pablo le dijo a Timoteo:
“La gracia de nuestro Señor fue más abundante con… el amor que es en Cristo Jesús” (1 Timoteo 1: 14).
Si Dios pudo perdonar a Pablo, Él puede perdonarte a ti y a mí. “Yo soy el ejemplo”, dice Pablo, “del abundante amor del Salvador”. Para no dudar de esto con la presión de nuestra propia culpa, el Señor proporcionó otras historias relacionadas con el perdón, en especial en el Libro de Mormón:
- Ammón y los hijos de Mosíah (Alma 26: 18-20 )
- Alma hijo (Alma 36: 14-15, 18-19, 22)
- Nefi (2 Nefi 4: 18-19)
- Enós (Enós 1: 5)
- El pueblo del rey Benjamín (Mosíah 4:3)
- Zeezrom (Alma 15: 5)
- El Rey Lamoni (Alma 18:41)
- Coriantón (Alma 42:31)
- Los lamanitas que estaban preparados para matar al profeta Nefi (Helamán 5: 43-44, 47)
Todos estos ejemplos del amor y perdón de Dios son llevados a un punto culminante en 3 Nefi, cuando se escucha la voz de Jesús en medio de la oscuridad de la destrucción:
“Cuántas veces os he juntado como la gallina junta sus polluelos bajo las alas, y os he nutrido… ¡cuántas veces os juntaré como la gallina junta sus polluelos bajo las alas, si os arrepentís y volvéis a mí con íntegro propósito de corazón!” (3 Nefi 10: 4–6).
¡Cuántas veces os juntaré!
Cuando leemos estos relatos, como hemos visto tantas veces, nos llenan del espíritu de perdón, y en la gracia de ese espíritu, nosotros también podemos perdonar y creer que podemos ser perdonados.
Es posible que no podamos mantener ese perdón en el corazón constantemente. Pero, lo hemos sentido por un momento y ese momento se puede expandir con el transcurso del tiempo.
También quisiera señalar que en muchos de estos ejemplos no solo se otorga el perdón, sino que las personas también asumen posiciones de confianza en el reino de Dios. No hay una lista negra en el cielo. Nada queda “en el registro”. No se pierden oportunidades o bendiciones futuras para siempre o incluso durante la mortalidad.
Aunque creo firmemente que el perdón, ya sea que lo recibamos o lo extendamos a los demás, no es un acto de la mente, sino del alma, es razonable creer que Dios puede convertir una vida roja como el carmesí en una vida como la blanca lana (Isaías 1: 18).
Esto es así debido al tipo de Dios que es Él—el Dios que pasa por alto, el Dios de Pablo y Alma, de Enós y Lamoni—, el Dios que perdona más allá de la amplitud, longitud, profundidad y altura de nuestro entendimiento; el Dios que perdona sobre todo lo que podemos pedir o pensar; el Dios eterno.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por S. Michael Wilcox y fue publicado en ldsliving.com con el título “Why God Is Willing to Forgive You Faster Than You Think”.