Élder Holland: No destruyas tu vida, Cristo dio la Suya para hacerte feliz
Hace seis años, traté de quitarme la vida.
Recientemente me habían diagnosticado un trastorno esquizoafectivo, una enfermedad mental difícil, y estaba devastada.
Me sentí muy sola, como si no tuviera amigos. Me sentí desconectada de mi familia. Me sentía muy deprimida y desesperada porque no veía el propósito de vivir.
Empecé a pensar que todo el mundo estaría mejor sin mí, así que una noche traté de quitarme la vida.
Afortunadamente, mi familia se enteró y me llevaron a un hospital a fin de ayudarme con mi salud mental.
Unas cuantas semanas pasaron, pero no podía encontrar una razón para vivir, no sentía gozo ni tenía esperanza. Mi corazón se endureció.
Al recibir ayuda profesional y con el paso del tiempo, comencé a ver claramente que mi familia y amigos me querían y mi salud mental mejoró hasta el punto de sentir que había esperanza.
Quería volver a encontrar la felicidad y significado en mi vida. Sé que fue el Padre Celestial quien me dio otra oportunidad y llenó mi corazón de esperanza.
El Señor siempre nos brindará Su luz y consuelo
Cuando empecé a asistir a la universidad, me encontré con un conocido y vi que había algo diferente en él. Tenía un semblante brillante y alegre.
Escuché de otros amigos que acababa de regresar de servir en la “misión”. Yo no sabía de qué se trataba, pero luego me explicó que consistía en dejar a sus amigos y familiares por dos años.
Eso me causó mucha confusión.
A medida que crecía nuestra amistad, él comenzó a hablarme sobre su Iglesia. A partir de mi experiencia con el suicidio, tuve un claro pensamiento de que en verdad Dios existía.
Había escuchado a personas hablar de Dios y Jesucristo, pero no estaba segura de lo que debía creer.
Un día le pregunté a mi amigo: “¿Crees en Dios?”
Inmediatamente, él compartió conmigo un testimonio que cambió mi vida y plantó semillas de fe en mi propio corazón.
Pude ver cuánto gozo y luz le trajo el Evangelio, y supe que yo también quería experimentar ese mismo gozo.
Me regaló un Libro de Mormón diciéndome que me daría respuestas sobre la vida, luego me presentó a los misioneros.
Comencé a asistir a la reunión sacramental con él, donde las personas con una luz brillante me mostraron su amor y me recordaron la bondad que habían en el mundo.
Aprendí acerca de Jesucristo, mi identidad y propósito divinos, el amor de Dios y el sacrificio expiatorio del Salvador, y lo que eso significa para mí.
Después de tres semanas, fui bautizada y confirmada como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
El Evangelio me dio una nueva sensación de gozo y paz que nunca antes había sentido.
Después de descubrir mi enfermedad mental, pensé que nunca volvería a ser feliz, pero aprender que no estoy sola en mis dificultades ha llenado mi vida de luz.
Aprendí que, más allá de cualquier dificultad, el Señor siempre estará ahí para tomarnos de la mano y ayudarnos.
La vida es un regalo
Después de unos años, recibí las bendiciones del templo y terminé casándome con el amigo que me enseñó el Evangelio. Nos sellamos en el Templo de Sapporo, Japón.
Estoy muy agradecida por la luz, el amor y la esperanza que Jesucristo ha traído a mi vida y a mis relaciones.
A medida que buscaba y profundizaba mi fe en Él y en las verdades del Evangelio mediante la oración, el estudio de las Escrituras y la asistencia al templo, pude darme cuenta plenamente del don y el privilegio que es la vida.
Significa mucho para mí que Cristo diera Su vida para que yo pudiera vivir la mía. Este conocimiento realmente cambió mi perspectiva sobre mis problemas de salud mental, y agradezco a diario que Él esté a mi lado.
Hago eco de las palabras del élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, quien dijo:
“A cualquiera de nuestros jóvenes que tenga dificultades, le digo: sean cuales sean tus preocupaciones o dificultades, claramente la muerte por suicidio no es la respuesta.
No aliviará el dolor que estás sintiendo o que piensas que estás causando. En un mundo que necesita tan desesperadamente toda la luz que pueda conseguir, por favor, no minimices la luz eterna que Dios puso en tu alma antes de que este mundo fuese.
Habla con alguien, pide ayuda. No destruyas una vida por la que Cristo dio la Suya para preservarla. Puedes soportar las dificultades de esta vida terrenal porque te ayudaremos a soportarlas.
Eres más fuerte de lo que piensas. Hay ayuda disponible, de otras personas y, sobre todo, de Dios. Eres un ser amado, valorado y necesario. ¡Nosotros te necesitamos! “No temas; cree solamente””
Sigo enfrentando desafíos, pero ahora sé que mi vida tiene un propósito, que soy amada por mi Padre Celestial y muchos otros. Sé que puedo pedir ayuda temporal y espiritual.
A menudo me recuerdo a mí misma que debo tener una perspectiva eterna, que el Salvador comprende todo el dolor y la injusticia que siento, y pienso en cómo puede ayudarme a ser más como Él frente a las pruebas.
Yo creo en Jesucristo y Su evangelio. Sé que con Él siempre puedo superar los momentos difíciles y encontrar de nuevo la luz.
Gracias a Él descubrí que sí es posible amar la vida y sentir gozo y paz, incluso en medio de los desafíos. Sé que si confiamos en Él, siempre traerá esperanza a nuestras vidas.
Fuente: maisfe.org
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