El milagro perfecto no es el que quieres, es el que Dios sabe que necesitas
Lo escuché en seminario, instituto, devocionales, clases de religión y la escuela dominical. Es una verdad que todos conocemos: la fe precede al milagro.
Se ha demostrado una y otra vez, desde que Daniel fue arrojado al foso de los leones hasta Nefi rompiendo las cuerdas con las que sus hermanos mayores lo ataron. Primero Daniel y Nefi tuvieron fe y después fueron liberados de sus pruebas.
José Smith fue liberado de las garras de Satanás en la Arboleda Sagrada en el último momento. Solo cuando clamó a Dios fue liberado de la oscuridad que lo envolvió.
Aunque el escenario podría haber sido diferente, el resultado fue el mismo para Alma hijo, que se liberó de su intenso sufrimiento después de clamar a Cristo.
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La fe no es todo lo que viene antes de un milagro
Así que ahí lo tenemos. La fórmula es simple. Fe → Milagros.
PERO, ESPERA.
Todas estas historias tienen algo más en común.
En todas hubo pruebas. Cada relato que leemos sobre un milagro que ocurre en las Escrituras es el resultado directo de una prueba a través de la cual el individuo o grupo de personas tuvo que soportar con fe.
Daniel fue arrojado al foso de los leones después de negarse a adorar al rey. Lamán y Lemuel ataron a Nefi porque trató de hablarles sobre obedecer a Dios. José Smith fue envuelto por el poder del adversario. Alma hijo enfrentó el horrible tormento de las consecuencias de sus pecados.
¿Algo más tuvieron en común estos personajes? Ninguno de estos hombres sufrió durante solo cinco minutos antes de que el Padre Celestial los liberara del dolor.
Es cierto que Nefi y José pueden o no haber sufrido por un corto tiempo en las experiencias mencionadas, sino que también se enfrentaron a mucho dolor y sufrimiento personal a lo largo de sus vidas.
Resistir algo rara vez se aplica a un periodo de 60 minutos. A menudo significa, soportar por mucho tiempo con paciencia y fe.
Todos hemos tenido problemas y pruebas con los que hemos tenido que lidiar, a mí también me ha pasado.
Pruebas personales
Crecí en la costa este de los Estados Unidos, pero decidí asistir a BYU-Idaho. Estaba a 2,000 millas de mi casa y conocía a muy pocas personas ahí. Me sentía sola y estaba un poco asustada, pero sabía que todo mejoraría.
Al cabo de un tiempo, me enfermé. Comenzó a dolerme el estómago muy fuerte a diario. Me diagnosticaron un virus que duraría unas dos semanas. El médico me recomendó que dejara el semestre y me aseguró que de ese modo me sentiría mejor pronto. Pero, no lo hice.
Eso fue hace seis años y hasta el día de hoy sigo teniendo ese dolor de estómago. Sin embargo, he tenido la bendición de contar con la ayuda médica que alivia parte del dolor que siento día a día.
Desearía poder decir que siempre he soportado esta aflicción con fuerza y gracia; que nunca he cuestionado por qué el Padre Celestial me deja sufrir durante esta prueba. Hubo momentos en los que me he sentido abandonada y me he preguntado con desesperación, ¿dónde está mi milagro?
A pesar de mis momentos de duda, tenía fe y enfrenté una gran prueba. Entonces, sentí que mi milagro estaba a punto de ocurrir.
Quizás el Padre Celestial no me alivió de este dolor de estómago, pero he tenido otros milagros: Poder completar con éxito una misión a pesar de los problemas de salud, encontrar medicamentos que reducen mi dolor, encontrar un cónyuge amoroso, comprensivo y amable, especialmente cuando me siento enferma.
Los milagros, incluso si no fueron por los que oré específicamente, llegaron.
Sí, todavía tengo días en los que simplemente anhelo ser una “persona normal” que no tenga que abandonar abruptamente una cena con amigos porque le duele mucho el estómago.
Todavía lloro por eso a veces y todavía me siento frustrada. Pero, entender que los milagros solo vienen como resultado directo de mis pruebas y mi fe, me alienta y me permite ver más allá del presente con esperanza.
Dios nos da los milagros que necesitamos
Aprendemos en 2 Corintios 12 que Pablo tenía un “aguijón en la carne”, o alguna prueba que vino como resultado de la mortalidad. Al igual que yo, Pablo le pidió al Señor que le quitara esa prueba. Sin embargo, el Señor no lo hizo.
En lugar de amargarse, Pablo eligió mejorar. Reconoció que el Señor nos fortalece a través de nuestras pruebas, que a lo largo se convierten en bendiciones. Pablo dijo:
“Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”.
Pablo tuvo fe en el Señor y Su plan. Luchó con su “aguijón en la carne”, pero luego pudo sentir la gracia de Dios y recibir el milagro de la paz y la esperanza que le permitió “gloriarse en sus debilidades” porque sabía que sus pruebas lo acercaban a Dios.
Pablo experimentó milagros, incluso si no fueron exactamente los que creía que quería. Yo experimenté milagros de maneras inesperadas y también experimenté milagros que ocurrieron como esperaba.
Sin embargo, ninguno de esos milagros llegó antes de que tuviera alguna prueba y suplicara al Señor.
Los milagros son maravillosos, oramos y esperamos por ellos. Pero, la fórmula no es tan simple como fe → milagro.
Es fe + pruebas, dolor y un corazón humilde que permite que Dios nos conceda milagros. El milagro perfecto no es el que crees que quieres, es el que Dios sabe que necesitas.
Fuente: Third Hour