Cuando siendo inclusivos seguimos siendo excluyentes

ser inclusivos

La verdadera inclusión va más allá de un simple saludo. Hay mucho más que podemos hacer para ser verdaderamente de un mismo redil, corazón y mente.

Aprendí algo cuando les enseñé a mis hijos a jugar juntos. Tengo tres hijos menores de seis años. Después de una agradable, aunque un poco irreverente, sesión de la Iglesia en casa, los niños construyeron una casa de sábanas y almohadas en la sala de estar. 

Mi hija de 2 años se entristeció cuando sus hermanos mayores continuaron haciéndola a un lado, evitando que ayudara a construir la “casa”.

Les enseñé a mis dos hijos mayores que podían herir los sentimientos de su hermana cuando le dicen que no cada vez que ella intenta jugar con ellos. Les dije que buscaran una manera de incluir a su hermana. “Encuentren algo que pueda hacer”, les dije.

Unos minutos más tarde, escuché al mayor exclamar que tenía una gran idea. Él procedió a construirle a su hermana su propio fuerte. Para su decepción, su hermana pequeña no estaba satisfecha.

Cuando le pregunté qué había sucedido, me contó la manera en que había decidido incluir a su hermana al construirle su propia casa en el mismo “vecindario”. ¡De esa forma, ella tiene su propia casa cerca y no necesita entrar en la suya!

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Pensamientos causados por los acontecimientos actuales

George Floyd

De repente, me di cuenta. Primero un poco de historia, en los Estados Unidos, una persona de color fue asesinada injustamente por un oficial de policía. Lo acontecido es absolutamente incorrecto. Es triste, desalentador y frustrante lo que le sucedió a este hombre.

Como resultado de la muerte de este hombre y la injusticia racial que eso representa para muchos estadounidenses, hay disturbios y protestas. Se llevan a cabo muchas conversaciones sobre la raza, el privilegio, la injusticia, la discriminación, la inclusión, qué enseñarles a nuestros hijos, cómo debemos responder como individuos y como nación.

A medida que ocurrieron estos eventos, pasé mucho tiempo analizando mis propios sentimientos, orando sobre estos temas. ¿Qué es lo que creo? ¿Qué siento por las personas? ¿Cómo trato a las personas? ¿Qué tan inclusiva soy realmente? Y lo más importante, ¿qué no estoy viendo?

¿Qué es la inclusión?

Cuando mi hijo me contó sobre su plan de incluir a su hermana tratando de satisfacer su necesidad de inclusión de una manera que también le permitiera a él mantenerla a cierta distancia, sentí un golpe justo en el corazón y derramé algunas lágrimas. 

Verás, me considero una persona bastante inclusiva. Soy la primera en presentarme a las personas que llegan a la Iglesia sin importar su color de piel. He tenido mejores amigos de distintos tonos de piel, siento que trato a todos por igual, y al igual que todos los demás, no veo mis propios prejuicios.

Cuando escuché a mi hijo decirme su plan para incluir a su hermana, lo suficiente como para que ella no se sintiera excluida, me vi a mí y a parte de nuestro país, incluyendo a las personas que son diferentes a nosotros, lo suficiente como para que no se sientan excluidos.

Porque aquí está la cosa, puedes decirle a otro niño que pueden jugar en la misma caja de arena que tú, pero si no lo invitas a jugar contigo y le das la bienvenida de manera activa, para que pueda unirse a tu círculo, te desafiaría a preguntarte… ¿realmente lo estás incluyendo?

Las acciones hablan más que las palabras

Cuando una persona entra por la puerta y habla de manera diferente, se ve diferente, huele diferente o actúa diferente, ¿la recibes con una sonrisa de cortesía para luego excluirla cuando te das la vuelta? ¿O le das la bienvenida con un corazón verdaderamente abierto, para que forme parte de tu círculo y participe contigo?

¿La invitas a ser parte de tu vida? ¿O le haces saber que está bien que vivan en su vecindario, siempre y cuando no entren en tu casa? Esa pregunta, para mí, dolió un poco.

He recibido sin cesar a los que vienen por primera vez a la Iglesia y a aquellos que parecían necesitar un amigo. Sin embargo, mientras oraba para ver lo que no estaba viendo, puede ver la diferencia y me dolió. Resulta que hay una gran diferencia entre darle la bienvenida a alguien a tu vecindario y darle la bienvenida a tu vida.

El ejemplo de Cristo

Alma 5:33 dice: “He aquí, él invita a todos los hombres, pues a todos ellos se extienden los brazos de misericordia, y él dice: Arrepentíos, y os recibiré.” [énfasis agregado].

Verás, Cristo no se aleja de nosotros al darnos la bienvenida. Él nos extiende una invitación. Nos invita a Su redil. Nos invita y desea que nos unamos a Él y participemos de Su bondad. Del mismo modo, nosotros también debemos actuar. 

Como seguidores de Cristo, no debemos sólo darle la bienvenida a alguien en nuestros vecindarios, nuestras escuelas, nuestras comunidades y nuestros barrios. Debemos estar dispuestos a invitar incluso, y especialmente, a personas que son diferentes a nosotros a nuestras vidas.

élder Holland - Jesucristo

“In His Hands” por Kolby Durrant Larsen

Para ser verdaderamente de un mismo redil, corazón y mente, se requiere más que un simple saludo y cortesía con las personas que son diferentes a nosotros. La verdadera inclusión va más allá que eso e invito a cada uno de nosotros a hacer un mejor esfuerzo. Y me refiero a cada uno de nosotros.

No se trata de razas, ni de religión u orientación ni del sin numero de factores que nos diferencian, se trata de ser seres humanos que se preocupan por otros seres humanos, no que sólo se preocupan por la idea de preocuparse por otros seres humanos.

Podemos y debemos ser mejores.

Como dice en Alma 5:26: “Y ahora os digo, hermanos míos, si habéis experimentado un cambio en el corazón, y si habéis sentido el deseo de cantar la canción del amor que redime, quisiera preguntaros: ¿Podéis sentir esto ahora?”

Este artículo fue escrito originalmente por Charlynn y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “When Inclusive is Still Exclusive

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