Jesús estuvo con mi hija el día que falleció: un mensaje de la familia de una víctima de Sandy Hook que ahora necesitamos más que nunca
Tuve el extraño y dolorosamente bello honor de conocer a Robbie y Alissa Parker, los padres de Emilie Parker, una víctima del tiroteo de la escuela primaria Sandy Hook que terminó con las vidas de 20 estudiantes y 6 trabajadores.
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Durante el año pasado, he leído su historia, he escuchado su historia personalmente e incluso he tenido el privilegio único de escribir un pedazo de su historia. La valentía de Alissa y Robbie me ha sorprendido mientras compartían aspectos vulnerables y espirituales de su pérdida, me di cuenta de cómo un acto de violencia puede impactar a una familia.
Pero, lo que es igualmente de impactante para mí es cómo los Parker han intentado encontrar la luz en medio de la oscuridad y el sufrimiento. Todo no llegó en un momento sino a lo largo de muchos años de dolor, terapia y confianza en el Señor y Jesús. Pero, llegó.
Con los numerosos tiroteos en las escuelas este año, mi mente sigue recordando esos mensajes que los Parker me compartieron, mensajes que me han dado paz cuando mi corazón se rompe una y otra vez ante las imágenes e historias que inundan los medios. Alissa y Robbie me demostraron que en un mundo dañado, oscuro y sombrío, todavía existe la luz. Jesús, el Salvador, nos extiende su brazo, Él nos consolará, Él nos abrazará, Él nunca nos soltará, incluso cuando se rompan nuestros corazones.
En una entrevista, Robbie compartió conmigo, “Recuerdo cuando estaba en la iglesia, en la reunión sacramental, estaba pensando que si tan solo hubiera sabido lo que pasaría ese día, nunca habría enviado a Emilie a la escuela. La hubiera protegido, me hubiera asegurado de que nada le pasara. Sin embargo, luego, sentí este pensamiento muy distinto proveniente de mi Padre Celestial, que decía: ‘Sabía qué le harían a mi Hijo.’ Y, eso simplemente me conmovió. El Padre Celestial envió a Jesús, Su Hijo, a esta tierra, sabiendo completamente qué le harían. Él vio cómo crucificaron e hicieron sufrir tanto a Jesús. Como padre, eso me impactó, y me dio un sentimiento más profundo de qué significa la expiación y cuánto el Padre Celestial ama a Su Hijo y a todos nosotros.”
En su libro, “An Unseen Angel”, Alissa habla sobre los milagros y la gracia de Dios que llegaron a su vida después de la muerte de Emilie. A continuación, citaré una parte poderosa de su libro que me recuerda la bondad inherente de los demás y nuestros deseos de alcanzar y encontrar la esperanza en momentos de tragedia.
Al mismo tiempo en que Robbie y yo estábamos lidiando con este pesado dolor, sintiendo que apenas teníamos fortaleza para superar cada día, nos pidieron asistir a docenas de reuniones con la policía, los administradores de la escuela y las autoridades de Newtown. Junto con las otras familias que también perdieron a un ser querido, nos sentamos en lugares llenos de gente, nos enteramos sobre más detalles espantosos de lo que había sucedido.
La imagen pintada por estos detalles espeluznantes me daba pesadillas. Como una película horrible, veía la muerte de Emilie una y otra vez en mi mente. Cada vez que me enteraba de algo nuevo, la película se reproducía nuevamente. Pensé mucho en el temor y el dolor que Emilie debió haber sentido. Muchas veces entraría en la historia, imaginando todas las maneras diferentes en las que la habría salvado. Si tan solo la pudiera haber salvado. Hubiera renunciado a mi vida por salvar la suya. Me preguntaba si habría ángeles con todos los niños ese día. Tenía tanta esperanza de que así fuera. ¿Estaba el mismo Jesús con Emilie? Verlo a Él, ¿la habría consolado?
De pronto, surgió una memoria de hace mucho tiempo que había olvidado: Emilie tenía casi cuatro años, y por primera vez comenzaba a quejarse de las pesadillas. Después de las historias para dormir, la metía en su cama, me inclinaba a darle un beso de buenas noches y comenzaría a llorar y entrar en pánico porque no quería tener pesadillas. La abrasaría, consolaría y hablaríamos sobre sus sueños y cómo la hacían sentir. Al final le dije que si necesitaba ayuda adicional, podría orar para que se sintiera mejor. Pasaron algunas semanas y se quejaba menos sobre sus pesadillas. Un día, caminando hacia Costco, Emilie recordó emocionada contarme algunas noticias.
“¡Mamá! ¡Adivina qué! La noche pasada tuve una pesadilla, oré y ¡Jesús vino a mi habitación! ¡Él me hizo sentir mejor!”
Impactada, le pregunté, ¿Jesús estaba en tu habitación?
“¡Sí!”, exclamó.
“¿Cómo supiste que era Jesús?” Pregunté.
“Porque”, con una sonrisa en su rostro, “¡Él me dijo su nombre!”
Cuando recordé esta antigua historia, el mismo sentimiento invadió rápidamente mi cuerpo. Era un fuego ardiendo en mi corazón, que confirmaba y consolaba. Comencé a llorar cuando me di cuenta de que Jesús, de hecho, había estado con mi hija el día que murió, así como Él ya había estado con Emilie de una u otra manera en toda su vida. Sabía que Jesús estuvo con mi Emilie…
Algunos familiares de las víctimas de Sandy Hook nos contaron que el pueblo había estado recolectando donaciones y cartas enviadas a las familias de las víctimas y que las estuvieron almacenando. Entendimos que la tragedia en Sandy Hook conmovió a muchas personas. Sin embargo, debido a que no estuvimos siguiendo las noticias, todavía nos asombraba saber cómo muchas personas se sentían motivadas a responder. Era difícil entender que lo que para nosotros era un dolor privado, era compartido por miles de personas que no conocíamos.
Después de pasar casi un mes, llegamos al centro de donaciones por primera vez. Había escuchado que se habían donado muchas cosas, pero al entrar al almacén y verlo por mí misma literalmente me dejó impactada. Todo el edificio contenía isla tras isla de donaciones amontonadas desde el piso hasta el techo, casi no había espacio para caminar entre las pilas de donaciones. Juguetes, útiles escolares, cartas, ositos de peluche y pinturas que llenaban los grandes contenedores de casi seis metros cuadrados, cada uno adornado con el nombre de una de las víctimas de Sandy Hook. El gran número de esos nombres todavía tenía el poder de impresionarme.
Caminamos por la fila, leyendo cada nombre, buscando el nombre de Emilie. No solo su caja estaba llena, sino que la pila de donaciones llegó hasta el techo y habían comenzado a caerse por el costado. Le pregunté a la voluntaria que nos acompañaba por qué nuestra pila estaba tan alta, nos explicó que las otras cajas habían estado así de llenas para todas las familias. Fuimos solo unos de los últimos en venir y recoger. ¡No podía creer lo que estaba viendo! Había sabanas cosidas a mano, dibujos y pinturas de Emilie, juguetes para Madeline y Samantha, libros, cruces, cartas, banderas, joyas, dibujos de niños, poemas, música, adornos de Navidad, chalinas y muchas más cosas. Llenamos nuestra camioneta completamente y tuvimos que hacer muchos viajes de vuelta ese día para finalmente vaciar nuestro contenedor…
Estaba conmovida por el esfuerzo de aquellos que nos enviaron todos esos regalos y deseaba tomarme el tiempo de leer y reconocer cada mensaje. Especialmente, estaba impresionada por las muchas oraciones ofrecidas por nuestra familia. Estaba llena de gratitud por el amor expresado en las oraciones de las personas que no conocía. Era un sentimiento completamente nuevo para mí, pero de algún modo pude sentir realmente el poder de tantas oraciones que nos apoyaban y sostenían, no de manera abstracta, sino de una manera real y tangible. Las bendiciones me rodeaban y comenzaba a ver de dónde venían.
Después del tiroteo en Sandy Hook, estaba conmocionada – el país estaba conmocionado – de ver el poder y el impacto que tenía un acto malo de un hombre en tantas personas inocentes. Era difícil no sentir que el poder del mal estaba ganando en el mundo. Pero, al mismo tiempo, el amor de Dios había tocado el corazón de miles de personas y las había impulsado a tomar una posición contra el mal, para enviar una muestra de amor y bondad. Me dieron la oportunidad única de ser testigo de muchos de esos desafiantes actos de bondad. Las personas de diferentes clases sociales, religiones y orígenes nos escribieron a nosotros y a las otras familias que sufrían, con amor y poder unificados. Fue hermoso y me ayudó a ver nuevamente el poder de la bondad.
Una de las cartas que más me conmovieron fue la de una artista de 17 años. Cuando abrí su paquete, me sorprendí ante el hermoso boceto de carbón en el que había retratado a Emilie. El parecido era perfecto y el dibujo literalmente me impresionó. Saqué la carta adjunta y leí:
“Mi nombre es Lacey. Primero que todo siento mucho su pérdida. A los 17 años, no puedo comenzar a comprender el dolor que siente y mis oraciones están con usted. También, soy una artista y empaqueté un dibujo inspirado en su hija Emilie. El día de la tragedia, tuve la fuerte sensación de que necesitaba utilizar el talento que Dios me dio para ayudar a las familias que estaban sufriendo, de la única manera que podía, que sería haciendo un dibujo como recuerdo de sus seres queridos.”
“Después, cuando miré rápidamente las fotos de las víctimas de la tragedia de Sandy Hook, por alguna razón desconocida, una niña de ojos azules profundos realmente me llamó la atención. Su nombre era Emilie. Más tarde, el enlace de un video de su padre, me llamó la atención y le di clic. Vi a un padre conmovedor que describía a su hija como cariñosa, y para mí era una sorpresa, como una artista que hacia dibujos y tarjetas para animar a las personas. Simplemente, era demasiado para mí. Lloré. Todo tenía sentido ahora. Vi una luz en el plan de Dios.
Verá, me gustaría pensar que este dibujo es de Emilie y yo. Ya que, tengo fe de que ella estaba sentada en el regazo de Jesús pidiéndole hacer por ustedes lo que ella había hecho por los demás, para ayudarlos a soportar su dolor con imágenes. Jesús me extendió su brazo y me motivó a hacer esta obra inspirada en Emilie. Por eso, estoy agradecida.
Su hija también tocó otra vida, la mía. En el momento en que todo esto estaba sucediendo, estaba pidiéndole a Dios que me diera una señal de qué camino seguir en mi vida: ser una artista, un camino que era incierto y que temía, o seguir una carrera más común, que no significaba felicidad. Esta es la señal que estaba pidiendo. Me di cuenta que mi pasión es por el arte, esto es lo que se supone que haga. El próximo año, iré a la Universidad Estatal de Pittsburg y tendré una licenciatura en arte. Siempre recordaré a esa pequeña niña que me inspiró a seguir mis sueños, esa hermosa niña llamada Emilie.
Artículo originalmente escrito por Danielle B. Wagner y publicado en ldsliving.com con el título “Jesus Was with My Daughter the Day She Died: A Message from the Family of a Sandy Hook Victim We Need Now More Than Ever.”