Hace unos años, leí un discurso de la hermana Wendy Nelson titulado: “Cómo los ángeles pueden ayudarnos más en nuestras vidas”.
Este discurso me condujo a estudiar el tema de los “ángeles” durante un año.
Este estudio, junto con el hecho de que en varias ocasiones sentí a mi bisabuela conmigo, fortaleció mi testimonio de que estamos rodeados de personas que nos aman y están aquí para ayudarnos y consolarnos.
Aprendí esta verdad tan profundamente que incluso ayudé a escribir una canción sobre la innegable presencia de los ángeles.
Así que, puedes imaginarte cuáles eran mis expectativas cuando falleció mi madre.
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Poco después de su muerte, escuché historias sobre personas que habían sentido a sus seres queridos fallecidos cerca.
Algunos dijeron que sintieron a sus seres queridos de inmediato.
Otros dijeron que les tomó unos días.
Algunos me dijeron que les tomó más de un año.
Algunos dijeron que nunca sintieron a sus seres queridos cerca.
“Yo nunca sentí nada”, pensé.
Sentí la presencia de mi madre cuando la vimos por primera vez en el velorio, en el funeral o quizás durante la sesión del templo a la que asistimos dos días después de su muerte.
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Cuando eso no sucedió, esperé que ella estuviera conmigo durante las obras de teatro de la escuela, durante el nacimiento de sus dos nuevos nietos y durante una cirugía que mi papá había programado poco después de su funeral.
Sin embargo, nunca la sentí cerca de mí.
Muchas noches lloré anhelándola, desesperada por sus consejos sobre cómo criar adolescentes y me decía a mí misma que estaba bien si no amaba la fase de los 3 años de edad. No obstante, solo hubo silencio.
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Hace unos meses, me sentí frustrada con esta distancia que clamé en voz alta al Padre Celestial:
“¿Por qué? ¿Por qué me hiciste estudiar a los ángeles durante tanto tiempo? ¿por qué me permitiste sentir a otros ángeles en mi vida, pero no a mi madre?”
Mi respuesta llegó en uno de los momentos más claros que he tenido:
“Quería que estudiaras sobre los ángeles para que supieras que es cierto, para que supieras que ella está contigo incluso cuando no la sientes”.
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De inmediato, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Sí. Sabía que era verdad.
Sabía que los ángeles están a nuestro alrededor, y esos ángeles son nuestra familia y nuestros amigos.
Sabía que los ángeles se sienten tristes cuando estamos tristes y que sienten alegría cuando sentimos alegría.
Sabía que los ángeles nos aman más ahora que cuando estuvieron con nosotros en la tierra.
Sabía que los ángeles están completamente investidos con su familia y que la muerte no es el final de esta cadena eterna y hermosa.
Al recordar el pasado, ahora reconozco que mi madre estaba conmigo de otras maneras.
Había mañanas en las que me despertaba sabiendo que el día iba a ser difícil por alguna razón y recibía mensajes de texto o visitas inesperadas.
Los obsequios con historias inspiradas detrás de ellos llegaron durante los momentos en los que sentía más melancolía.
Mi mamá siempre ha sido buena con la gente y sabe que me encanta mi grupo de apoyo, ¡así que tiene sentido que ella se manifestara a través de ellos!
Mis hijos sintieron a mi mamá en la escuela o con sus amigos. Eso me trajo mucha paz. ¿Dónde más podría sentir su presencia si no a través de ellos?
Fuente: LDS Living
