Nota de autor: Esta es una adaptación del artículo que fue escrito originalmente por Jonathan Decker, terapeuta en matrimonio y familia, y Santo de los Últimos Días. El contenido que se expone a continuación no sustituye la ayuda profesional.
Pregunta
Mi esposo piensa que su único deber en la familia es proveer y que mi responsabilidad es cuidar de los niños y la casa.
Me gustaría que me ayudara al menos un poco con las tareas del hogar, incluso mis hijos lo hacen.
No creo que las cosas deban ser así, ¿cómo puedo hablar con él sobre este tema y que me entienda?
Respuesta
Voy a comenzar citando una parte de “La familia: Una proclamación para el mundo”:
“Por designio divino, el padre debe presidir la familia con amor y rectitud, y es responsable de proveer las cosas necesarias de la vida para su familia y de proporcionarle protección. La madre es principalmente responsable del cuidado de sus hijos. En estas sagradas responsabilidades, el padre y la madre, como compañeros iguales, están obligados a ayudarse el uno al otro”.
En ninguna parte de la declaración se menciona que el esposo no pueda ayudar en las tareas del hogar.
Lo que sí dice es que el padre y la madre son compañeros iguales y están obligados a ayudarse mutuamente en lo que sea necesario por el bien de su familia.
Te lo explicaré con un dicho:
“El papel principal del hombre es el papel secundario de la mujer. El papel principal de la mujer es el papel secundario del hombre”.
Esto quiere decir que, sí, los hombres deben presidir, proveer y proteger, pero las mujeres deben ayudarlos.
Las mujeres deben criar a sus hijos y los hombres deben ayudarlas.
Incluso, aunque en muchos casos se asuma que el trabajo doméstico es parte del rol principal de la mujer, no hay justificación para que un hombre deje arbitrariamente toda esa carga en la mujer.
Ambos deben encontrar un equilibrio entre proveer para el hogar y cuidar de él.
En su libro “Things of the Soul”, Boyd K. Packer escribió:
“No hay tarea que se relacione con el cuidado y la crianza de los hijos o el mantenimiento del hogar que no sea también la obligación [del esposo]”.
En mi opinión como terapeuta de pareja y familia, debo decir que cada hogar es un mundo con sus propias reglas.
Para algunas parejas, un sistema en el que el esposo llegue del trabajo y no mueva ningún dedo en la casa, puede funcionar.
Sin embargo, para otras familias, ese sistema no funciona. Por ejemplo, en tu caso, tú te sientes incómoda con el sistema que tu esposo ha impuesto.
Una relación no debe ser una dictadura.
En Doctrina y Convenios 121:37, se advierte a los poseedores del sacerdocio que se les quitará su autoridad si “ejercen mando, dominio o compulsión… en cualquier grado de injusticia”.
Entonces, es necesario que tú y tu esposo deliberen cuál es el mejor sistema para su matrimonio y familia.
Debes acercarte a tu esposo y enfocarte en su vulnerabilidad.
Dile que aprecias mucho todo el esfuerzo que hace por tu familia y que tú también te esfuerzas, pero que no te sientes valorada. Que no sientes que seas una compañera igual a él. Que no crees que esa sea su intención porque no es ese tipo de hombre. Dile que te gustaría definir con él un sistema que funcione para ambos.
Con frecuencia, cuando uno desea que otra persona cambie de actitud y se centra en su vulnerabilidad en vez de juzgarla, tiene mejores resultados.
Otra cosa que puedes hacer es preguntarle directamente a tu esposo, “¿nuestra relación está funcionando?” y dejar que él hable. Así podrás escuchar su perspectiva y lo que él también necesita de ti para que juntos puedan llegar a un acuerdo.
Sin embargo, si tu conversación no da los resultados que esperabas, es momento de considerar la ayuda profesional de un terapeuta, especialista en parejas y resolución de conflictos.
Fuente: LDS Living