Hay muchos niños que sufren abusos y que son abandonados. Hay otros que son asesinados sin poder defenderse, como en los tiroteos en las escuelas. Si los niños pequeños son tan preciosos para Dios, ¿por qué permite que algunos nazcan en tales circunstancias o que les sucedan estás cosas?
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Respuesta
Como hijos de Dios, se nos ha dado el gran don de elegir. Tenemos la libertad de tomar decisiones. Podemos elegir ayudar a las personas o podemos elegir herirlas.
Si no tuviéramos el albedrío, seríamos como robots, obedeciendo sin saber porqué, sin intención alguna. Es más, sería igual al plan de Satanás. Es menester que todos los hombres sean juzgados por sus acciones.
Desafortunadamente, como el Señor le explicó a Moisés, las iniquidades de una generación a menudo recaen sobre las cabezas de las siguientes generaciones (Éxodo 20:5.)
En la actualidad, a menudo vemos familias con problemas que parecen transmitir su dolor y oscuridad, prácticamente intactos, a sus hijos y nietos (incluso a niños fuera de su familia). La víctima de una generación se convierte en victimario de la siguiente.
Por otro lado, el Señor le dijo al profeta Ezequiel:
“¿Qué queréis decir vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, diciendo: Los padres comieron las uvas agrias, y a los hijos les da dentera?
Vivo yo, dice Jehová el Señor, que nunca más tendréis por qué usar este refrán en Israel.
He aquí que todas las almas son mías; tanto el alma del padre como el alma del hijo son mías; el alma que peque, esa morirá”. -Ezequiel 18:2–4
Estos versículos sugieren que los hijos no solo sufren las consecuencias de los pecados de sus padres, sino que cada generación es responsable de sus propias decisiones.
De hecho, mi experiencia en varios llamamientos de la Iglesia y en mi profesión como terapeuta familiar me ha enseñado que Dios interviene activamente en algunas líneas de familias destructivas, asignando un espíritu de valentía para romper la cadena que perpetúa tal comportamiento.
Aunque estos niños pueden sufrir inocentemente, a través de la gracia de Dios, algunos encuentran la fuerza para desechar el veneno dentro de sí mismos, negándose a transmitirlo a las generaciones futuras.
En el pasado hubo generaciones de dolor y destrucción; en el futuro tienen una línea que fluye clara y pura. Sus hijos y los hijos de sus hijos los llamarán bienaventurados.
Al sufrir inocentemente para que otros no sufran, tales personas, hasta cierto punto, llegan a ser como “salvadores en el monte de Sion” al ayudar a traer la salvación al linaje de una familia.
He tenido el privilegio de conocer a muchas de esas personas cuyo pasado está lleno de mucho dolor y humillación.
Pienso en la joven que fue abusada sexualmente repetidamente por su padre. Cuando por fin reunió el valor para decírselo a su madre, la niña fue golpeada con furia y rechazada.
Estas experiencias hicieron que la joven se llenara de amargura y dudara de sí misma. Sin embargo, a pesar de todas las adversidades, hizo las paces con Dios y encontró un esposo digno de confianza con quien está criando una familia en rectitud.
Pienso en el joven cuya madre murió cuando él tenía doce años y cuyo padre respondió a esa pérdida encerrando a su hijo en su habitación, ahogándose en la bebida y en las mujeres. Cuando este hombre dejaba salir al niño, lo golpeaba hasta dejarlo sin sentido, a veces rompiendo sus huesos y causando conmociones cerebrales.
Como era de esperar, el joven creció lleno de confusión, odio hacia sí mismo y resentimiento. Sin embargo, el Señor no lo dejó así, sino que le proporcionó amigos y oportunidades para crecer.
Hoy, a través de una serie de milagros de sanación espiritual, este joven se está preparando para casarse en el templo con una buena mujer. Juntos están comprometidos a criar a los niños en rectitud, mansedumbre y amor.
Pienso en la madre que perdió a su hija en un tiroteo en una escuela primaria. Cuya pequeña un día fue a clases y de pronto su vida fue arrebatada por un hombre sin razón alguna. Esa madre, hambrienta de justicia, había llegado a conocer un dolor terrible.
Con valentía, tomó su sufrimiento volviéndolo una fuerza para bien. Creó una organización que ayuda a padres que pierden a sus hijos, que fomenta la regulación de la venta de armas y que brinda herramientas y recursos para aquellos que lo necesitan.
La mayoría de nosotros, aunque no lo sepamos, estamos familiarizados con uno o más de estos espíritus valientes y luchadores. En las últimas etapas de su progreso, son fáciles de reconocer y apreciar.
Sin embargo, a veces en las primeras etapas se encuentran sufriendo tanto por sus terribles heridas que se necesita un grado maduro de sensibilidad espiritual para ver más allá de la amargura y el dolor con el fin de discernir la pureza en su interior.
Es nuestro deber y nuestro privilegio entablar amistad con esas personas y brindarles toda la asistencia y el apoyo que podamos para ayudarlos a lograr su destino divino.
Algunos nosotros podemos ser los mensajeros de luz que han sufrido en la niñez. Seamos fieles a nuestra comisión divina, renunciando a la amargura y siguiendo los pasos de nuestro Salvador.
Recuerda, el Señor no robará la justicia ni a la misericordia. Las acciones de aquellos que abusan, hieren, maltratan, asesinan quedarán como testimonio contra ellos. Sigamos haciendo lo justo, ayudemos a quienes podamos y tomemos buenas decisiones.
En verdad el mandamiento de amarnos los unos a nosotros como a nosotros mismos no guiará a ser más sensibles y llenos de bondad con quienes nos rodean.
Fuente: Ensign