Perdonar te hará cortar las cadenas que te atan a la persona que te hirió
Los primeros recuerdos que tengo de la historia de José de Egipto son de una clase de la primaria donde se mencionaba que él tenía muchos hermanos y que ellos lo vendieron como esclavo.
La verdad es que esta historia tiene mucho que enseñarnos y, lamentablemente, es algo con lo que podemos relacionarnos en cierta manera. Muchos de nosotros hemos podido pasar por momentos donde ha habido personas que nos han traicionado, herido o mentido.
Es un gran dolor descubrir que la persona en quien confiábamos y apreciábamos nos causó tanto sufrimiento.
Como alguien que ha sufrido grandes abusos por parte de algunos de mis familiares, entiendo lo difícil que es extender la gracia y el perdón en aquellas situaciones.
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Entonces, ¿cómo lo hacemos?
Recientemente, he escuchado a personas que afirman que alentar a las personas a perdonar a los demás es una afrenta grave a su bienestar y los vuelve a victimizar.
Si bien esto puede ser cierto cuando se cuenta con una comprensión limitada de lo que es el perdón (es decir, cuando ignoramos una situación perjudicial y permitimos que las personas que nos hirieron permanezcan en nuestra vida), soy una fiel creyente del poder del perdón.
Pienso que el perdón tiene muy poco que ver con la persona que nos ha hecho daño y mucho que ver con la comprensión de nuestra naturaleza divina.
Bajo esta perspectiva, el perdón puede ser una de las acciones más poderosas y habilitadoras que podemos tomar.
Enfócate en el presente
Cuando José fue vendido en Egipto, pudo salir adelante y tener éxito en la casa de Potifar, el hombre que lo compró. Génesis 39:3-4 nos dice:
“Y vio su amo que Jehová estaba con él y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano.
Así halló José gracia ante sus ojos y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía.”
Pienso que parte del éxito de José vino de su carácter, él era un hombre íntegro que trabajaba duro y permanecía fiel. De la misma manera, podemos esforzarnos por ser como José y enfocarnos en prosperar aun en nuestras circunstancias actuales, sean cuales sean.
Hubiera sido fácil para José dejar que la ira y amargura lo consuma después de la traición de sus hermanos. Podría haber optado por enfocarse solamente en lo que sentía por ellos y lo que le habían hecho.
Si José hubiese avivado al hombre natural que lleva dentro, es posible que nunca hubiera podido llegar hasta donde pudo como lo hizo en Egipto.
Asimismo, si nos dejamos consumir por el odio y el rencor a causa de las acciones de otros, no tendremos lugar en nuestra vida para la luz de la gracia de Dios.
Necesitamos recordar lo que nos ha pasado. Necesitamos meditar y comprender lo que pasó para poder encontrar sanación y establecer límites apropiados.
Acceder al perdón nos saca del lugar donde nos habíamos estancado. Es como poner en libertad a un prisionero solo para descubrir que esa persona eras tú. Cortemos las cadenas que nos atan a las personas que nos hirieron.
Todo lo contrario surge cuando decidimos no perdonar. Es como si nos aferráramos a nuestro trauma, negándonos fuertemente a dejarlo ir y permitiendo que defina continuamente nuestras decisiones en el presente. Se vuelve una carga pesada y abrumadora.
Tal vez debamos pensar: ¿Qué tanto deseo ser libre de aquellos que me hirieron?
Establecer límites y esperar un cambio
Cuando sus hermanos llegaron a Egipto, José no sabía si se habían arrepentido de la acción terrible que habían hecho. Él los pone a prueba haciendo que uno de sus sirvientes esconda una copa de plata en el saco de comida preparado para Benjamín.
Judá se ofrece a sí mismo en lugar de Benjamín, insistiendo en que su padre Jacob sufriría y moriría si obligaban a Benjamín a permanecer como siervo en Egipto.
En ese momento José supo que sus hermanos ahora eran hombres honestos y que por fin había llegado el momento de reunirse como familia nuevamente.
Si bien no podemos saber cuáles eran en verdad las intenciones de José cuando escondió la copa en el saco de su hermano, representa apropiadamente los límites que establece y el cambio justo que espera de las personas como parte del perdón.
Muchos creen que al perdonar a una persona la estamos absolviendo de su pecado, permitiéndole estar en nuestras vidas sin ningún tipo de consecuencia. Esto no es verdad.
Cuando perdonamos, dejamos que Dios se encargue de juzgarlos. Es ahí donde establecemos límites para protegernos de más daño.
Si alguien nos ha herido gravemente, debemos decidir cómo e incluso si pueden seguir siendo parte de nuestras vidas. Buscamos y fomentamos el cambio.
El tiempo pasa
José fue influenciado en diferentes ocasiones en Egipto. Al ver a su hermano menor Benjamín, el segundo hijo de su madre Raquel, “se apresuró, porque se conmovieron sus entrañas a causa de su hermano, y buscó dónde llorar; y entró en su cámara y lloró allí” (Gen 43:30).
En otra ocasión, Judá intercede por la vida de Benjamín en nombre de su padre. Judá incluso cita a Jacob cuando dijo:
“Su hermano [José] ha muerto, y solamente [Benjamín] ha quedado; y si le aconteciere algún desastre en el camino por donde vais, haréis descender mis canas con dolor al Seol”
Ante eso, José no puede evitar revelar su identidad a sus hermanos y llora en voz alta.
Hay, lamentablemente, algunas relaciones que no se pueden reparar en esta vida.
Sin embargo, si queremos tener la posibilidad de forjar una nueva (y saludable) relación con alguien a quien amamos, debemos esforzarnos para lograrlo.
Jacob, luego de pasar algunos años con su hijo después de volverse a encontrar, falleció en Egipto.
No sabemos el tiempo que tenemos con aquellos que nos rodean, pero es muy probable que el tiempo sea más corto de lo que cualquiera de nosotros desearía que fuera.
Si José hubiera expulsado a sus hermanos en su ira y rencor, es posible que nunca hubiera podido disfrutar de esos años de paz con su familia y su padre antes de que muriera.
Bendiciones concedidas y lecciones no aprendidas
No podemos decir que Dios desea que pasemos por abusos o traumas. No creo en eso. Pero sí pienso que Dios puede consagrar todo para nuestro bien.
En lugar de ser una lección que debemos aprender por parte de un maestro duro y severo, me gusta pensar que hay bendiciones que se nos otorgan por parte de un Dios amoroso. Él puede glorificar cualquier parte que ha sido quebrada en nuestro ser.
José pudo obtener una perspectiva diferente y ver que podía ayudar a su familia a sobrevivir la hambruna gracias a la forma en que el Señor lo ayudó.
Nosotros también podemos buscar las bendiciones inesperadas que podemos recibir en medio de tiempos difíciles causados con frecuencia por el albedrío de otros.
Perdonar no es fácil
Perdonar no es fácil, pero no es imposible. La capacidad de perdonar es una de las características distintivas de nuestro Salvador, Jesucristo.
Esforzarse por ser como Él no es una tarea fácil, sin embargo, se nos promete que el perdón es un principio glorioso y sanador.
Al igual que José de Egipto, podemos descubrir que el perdón trae milagros a nuestras vidas.
Fuente: LdsDaily