La paz puede llegar a todos los que buscan fervientemente al Príncipe de Paz. Suyo es el agradable y salvador mensaje que nuestros misioneros llevan por el mundo.
Ellos predican el evangelio de Jesucristo tal como Él lo restauró por medio del profeta José Smith. Los misioneros enseñan las palabras del Señor que cambian nuestra vida: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”.
La paz puede llegar a todos los que eligen caminar por las sendas del Maestro. Su invitación se expresa en dos palabras de amor: “Ven, sígueme”.
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Los atributos de Cristo
Una manera de encontrar paz al seguir a Cristo es viviendo los atributos que Él ejemplificó. La mayoría de los cristianos están familiarizados con los atributos de Jesucristo gracias a la Biblia.
Se maravillan del amor que demostró por los necesitados, enfermos y oprimidos. Aquellos que se consideran Sus discípulos también se esfuerzan por emular Su ejemplo y seguir la exhortación de Su amado Apóstol:
“Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios… porque Dios es amor”. – 1 Juan 4: 7-8
Este concepto se aclara en el Libro de Mormón. En el se describe cómo podemos nacer de Dios y obtener el poder de amar como Él lo hace. Se identifican tres principios básicos que traen el poder del amor de Dios a nuestras vidas.
1. Ejercer fe
El Libro de Mormón enseña que ejercer fe en Cristo y hacer el convenio de guardar Sus mandamientos es la clave para volver a nacer espiritualmente.
Al pueblo del Libro de Mormón que había hecho tal convenio, el rey Benjamín declaró:
“Ahora pues, a causa del convenio que habéis hecho, seréis llamados progenie de Cristo, hijos e hijas de él, porque he aquí, hoy él os ha engendrado espiritualmente; pues decís que vuestros corazones han cambiado por medio de la fe en su nombre; por tanto, habéis nacido de él y habéis llegado a ser sus hijos y sus hijas”. – Mosíah 5: 7
2. Las ordenanzas del Evangelio
El Salvador mismo enseñó que el poder para llegar a ser más como Él se obtiene al recibir las ordenanzas del Evangelio.
“Y este es el mandamiento: Arrepentíos, todos vosotros, extremos de la tierra, y venid a mí y sed bautizados en mi nombre, para que seáis santificados por la recepción del Espíritu Santo, a fin de que en el postrer día os presentéis ante mí sin mancha”. – 3 Nefi 27: 20
3. Seguir el ejemplo del Salvador
Jesús nos exhorta a seguir Su ejemplo:
“¿Qué clase de hombres habéis de ser? En verdad os digo, aun como Yo soy”. – 3 Nefi 27: 27
Verdaderamente, el Salvador desea que seamos más como Él.
Algunos de los ejemplos más sublimes de Su amor están registrados en el Libro de Mormón. Estos ejemplos se pueden aplicar en nuestra propia vida a medida que nos esforzamos por llegar a ser más como el Señor.
La fuerza de Su amor
Fue Su amor por Lehi y su familia, y el amor de ellos hacia Él, lo que los trajo a las Américas, la tierra prometida, donde prosperaron.
Fue el amor de Dios por nosotros lo que lo llevó a dar el mandamiento a los profetas nefitas de mantener un registro sagrado sobre su pueblo.
Las lecciones de ese registro se relacionan con nuestra salvación y exaltación. Estas enseñanzas ahora están disponibles en el Libro de Mormón. Este texto sagrado se erige como evidencia tangible del amor de Dios por todos Sus hijos en todo el mundo.
Fue el amor de Cristo por sus “otras ovejas” lo que lo trajo al Nuevo Mundo. Del Libro de Mormón aprendemos que ocurrieron grandes desastres naturales y tres días de oscuridad en el Nuevo Mundo después de la muerte del Señor en el Viejo Mundo.
El entonces Señor glorificado y resucitado, descendió del cielo y ministró entre las personas del Nuevo Mundo.
“Soy la luz y la vida del mundo; y he bebido de la amarga copa que el Padre me ha dado, y he glorificado al Padre, tomando sobre mí los pecados del mundo”. -3 Nefi 11: 11
Luego, Él les proporcionó una de las experiencias más especiales que alguien podría tener. Él los invitó a sentir la herida en Su costado y las marcas de los clavos en Sus manos y pies, para que supieran con certeza que Él era el Dios de Israel, y el Dios de toda la tierra, que había sido muerto por los pecados del mundo.
Jesús le dio a Sus discípulos la autoridad para bautizar, otorgar el don del Espíritu Santo y administrar la Santa Cena. Él les dio el poder de establecer Su Iglesia entre ellos, dirigida por doce discípulos.
Les dio algunas de las enseñanzas fundamentales que había compartido con sus discípulos en el Viejo Mundo. Sanó a los enfermos. Se arrodilló y oró al Padre con palabras tan poderosas y sagradas que no pudieron ser registradas.
Tan poderosa fue su oración que aquellos que lo escucharon se llenaron de gozo. Embargado por Su amor por ellos y por su fe en Él, Jesús mismo lloró. Profetizó de la obra de Dios en los siglos previos al advenimiento prometido de Su segunda venida.
Luego les pidió que le trajeran a sus hijos.
“Tomó a sus niños pequeños, uno por uno, y los bendijo, y rogó al Padre por ellos.
Y cuando hubo hecho esto, lloró de nuevo; y habló a la multitud, y les dijo: Mirad a vuestros pequeñitos.
Y he aquí, al levantar la vista para ver, dirigieron la mirada al cielo, y vieron abrirse los cielos, y vieron ángeles que descendían del cielo cual si fuera en medio de fuego; y bajaron y cercaron a aquellos pequeñitos, y fueron rodeados de fuego; y los ángeles les ministraron”
Tal es la pureza y el poder del amor de Dios, como se revela en el Libro de Mormón.
Un amor que nos une a todos
En la actualidad, nosotros, que tenemos el privilegio de tener el Libro de Mormón, de ser miembros de la Iglesia del Señor, de tener Su evangelio y de guardar Sus mandamientos, tenemos cierto conocimiento del amor infinito de Dios.
Sabemos cómo hacer nuestro Su amor. A medida que nos convertimos en Sus verdaderos discípulos, obtenemos el poder de amar como Él lo hace.
A medida que guardamos Sus mandamientos, nos parecemos más a Él. Ampliamos nuestro círculo personal de amor al extender nuestra ayuda a las personas de todas las naciones, tribus y lenguas.
¡Cantaremos todos gloria al Príncipe de Paz y Amor! Porque Él vendrá de nuevo. Entonces “se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá”. Como el Mesías del Milenio, Él reinará como Rey de reyes y Señor de señores.
Al seguir a Jesucristo, Él nos guiará a vivir con Él y nuestro Padre Celestial, con nuestra familia.
A través de nuestros muchos desafíos de la vida terrenal, si permanecemos fieles a los convenios que hemos hecho, si perseveramos hasta el fin, seremos merecedores del mayor de todos los dones de Dios, la vida eterna.
Fuente: LdsLiving