El peligro de vivir el Evangelio para que recibamos bendiciones

vivir el Evangelio

La vida es complicada y se dispuso que fuera así.

Muchas personas esperan que la religión o las creencias hagan la vida más fácil y menos ambigua. Si bien creo que la religión puede ayudar a que la vida sea menos complicada al establecer ciertos límites y principios de moralidad, no creo que la finalidad de la religión sea simplemente delinear un camino a seguir.

La fe tiene que ver con luchar contra el ángel, o más bien, buscar continuamente en las profundidades de tu alma las verdades con las que te emociones y, luego, busques nuevamente. La verdadera religión, según mi parecer, es orgánica, fluida y cada vez más amplia. El crecimiento no viene sin preguntas, incertidumbre u oposición.

El mundo, que cada vez es más materialista como consecuencia secundaria de la creciente prosperidad, ha comenzado a promover la idea de que la mayoría de bendiciones dentro de la religión también se relacionan con las cosas materiales.

Con frecuencia, creemos que las bendiciones vienen en forma de un aumento de sueldo, un auto lujoso, popularidad o una casa bonita con cercas blancas. Si ese es el caso, ¡envíame una señal! Pero, no creo que así sea como Dios defina las bendiciones. A veces, parece que hemos convertido la religión en una máquina expendedora.

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Las buenas acciones no son pagos para recibir bendiciones materiales

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Para ser sincero, no creo que todos caigan en la categoría que estoy a punto de describir, ni tampoco creo que los líderes de la Iglesia tengan la intención de insinuar que la vida justa y las buenas obras siempre resultarán en bendiciones temporales. Sin embargo, con frecuencia, se nos dice que aunque las bendiciones no serán inmediatas o, quizá, ni siquiera en esta vida, se nos darán. Lamentablemente, creo que la mayoría de nosotros interpretamos que las bendiciones que vendrán en esta vida serán de valor material.

Regresando a mi analogía, no puedo evitar sentir que esta mentalidad materialista ha causado que muchos de nosotros convirtamos a la religión y Dios en una máquina expendedora. Escuchamos que si pagamos el diezmo, seremos bendecidos; que si ministramos, seremos bendecidos; que si hacemos buenas obras; seremos bendecidos; que si vamos a la misión, seremos bendecidos, etc. Estoy seguro de que muchos de nosotros hemos escuchado afirmaciones similares o variaciones de las mismas.

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Con esta mentalidad, intentamos ir a la máquina expendedora de Dios, seleccionar las bendiciones deseadas y, como pago, insertar una de las acciones mencionadas anteriormente.

Suponemos que estas bendiciones que se nos prometieron serán inmediatas, las que deseamos, y, la mayoría de veces, tangibles.

Es posible que nos encontremos viviendo los principios del Evangelio mientras esperamos un aumento de sueldo, conocer a alguien lindo, aprobar nuestros exámenes finales, o cualquier otra cosa.

Pero, ¿Qué sucedería si la bendición que obtenemos de vivir los principios del Evangelio es aprender sobre la caridad? ¿Si la bendición es aprender sobre la empatía? ¿Si la bendición es aprender sobre el sacrificio? ¿Qué pasaría si la bendición no se trata de lo que recibiremos sino de lo que llegaremos a ser?

Tener una vida “mejor”

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Con demasiada frecuencia, las personas que piensan que si viven su vida de la mejor manera que pueden de acuerdo con los principios del Evangelio, sus vidas serán agradables, bonitas y cómodas.  Por supuesto, de vez en cuando, a las personas buenas les pasan cosas malas. Pero, por lo general, la vida debería ser mejor, ¿verdad?

Eso depende de cómo definas una “vida mejor”. Si consideras que una vida mejor es una con menos complicaciones, menos responsabilidades, menos pruebas, menos sacrificios, menos angustias y menos ambigüedad. Entonces, me inclinaría a decir que no, vivir los principios del Evangelio no garantiza una vida mejor.

Sin embargo, si defines una vida mejor como una vida en la que tus relaciones tengan mucho más significado debido a su naturaleza eterna o una vida en la que puedas descubrir las verdades eternas que puedan expandir tu alma y tu mente, o una vida en la que puedas estar más en paz contigo mismo a pesar de las pruebas que te rodean, entonces sí. Diría que el Evangelio conduce a una vida mucho mejor y con más bendiciones.

Para mí, vivir el Evangelio se reduce a otra analogía que una vez escuché sobre un caballo, un palo y una zanahoria. Algunos dicen que somos como un caballo al que se le impulsa a avanzar al ser golpeado con un palo. Necesitamos un poco de miedo en nuestras vidas para incentivarnos a vivir el Evangelio. Por consiguiente, la condenación, el fuego, el azufre y demás.

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Pero, por supuesto, cualquiera se cansa de ser golpeado con un palo día tras día. No obstante, al igual que un caballo que es persuadido a avanzar para recibir una zanahoria, podría pagar mi diezmo esta vez, no para evitar que me quemen el último día, sino para que lluevan bendiciones sobre mí.

Ambos métodos logran lo mismo: La motivación para hacer lo correcto. Pero, ¿si no necesitaba ninguno? ¿Qué sucedería si en cambio pudiéramos ver la vida como un aprendizaje? ¿Qué pasaría si pudiéramos ver a Cristo como el Maestro y, todos los principios y los mandamientos del Evangelio como la manera de llegar a ser como Él?

Si vemos una vez más la analogía del caballo, ¿Qué sucedería si el destino del camino en el que nos encontramos termina con Cristo? Y, ¿Si los principios y los mandamientos del Evangelio se pueden ver como un jinete experto que nos motiva gentilmente? ¿Qué sucedería si no necesitáramos que se nos prometieran bendiciones para hacer nuestro mejor esfuerzo a fin de ser más como Él? ¿Y si la bendición fuera llegar a ser como Él?

Creo que la decisión de vivir el Evangelio tiene aún más significado y belleza que cuando decidimos vivirlo a pesar de tener una vida más difícil.

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A menudo, recuerdo a los apóstoles que siguieron a Cristo durante Su ministerio mortal y lo siguieron después de Su muerte y resurrección. Cristo les pidió que renunciaran a todo para seguirlo y me cuesta mucho pensar en alguna bendición que hayan recibido.

Sin embargo, es más fácil ver cuánto más difíciles se volvieron sus vidas y la gran persecución que sufrieron. A pesar de las dificultades que enfrentaron, podemos ver las asombrosas transformaciones que tuvieron y lo cerca que estuvieron de Cristo, tanto literal como espiritualmente. Es como leemos en 1 Pedro: “La prueba de [nuestra] fe, [es] mucho más preciosa que el oro, el cual perece aunque sea probado con fuego”.

Tal vez, nuestra forma de creencia es demasiado idealista. Quizá, no estemos ahí. Sin embargo, el primer paso, según mi parecer, es comprender la realidad de vivir el Evangelio porque lo amamos, no por lo que nos depara, incluso si todavía no somos capaces de vivir esa realidad.

Este artículo fue escrito originalmente por Andrew Givens y fue publicado en ldsliving.com con el título “The Danger of Living the Gospel So That We Will Receive Blessings”.

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