¿Zombis o ministros?

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¡Cuidado! Aquellos que continúen leyendo este artículo sobre ministrar porque podrían sufrir una “quemada de cejas” como tan bien lo señala el Élder Holland.

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Porque eso es lo que hacen los entrenadores cuando el partido es reñido y lo más importante es ganar.”

Y, ministrar es una llamada del entrenador para progresar, poner tu mente y corazón en el juego y no deambular como zombi, mudo y sin voluntad.

Ya que ministrar no es imposible, no es algo que solo hacen los profetas, no se necesita dinero, y sí, tienes el tiempo. Deja de lado las excusas y la obra muerta. ¡Prepárate y comienza con entusiasmo!

Qué pasó con los maestros orientadores y las maestras visitantes

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En realidad, les quitamos el corazón a los maestros orientadores y las maestras visitantes. Luego, nos preguntamos por qué el cuerpo no tenía vida. Estábamos, como el refrán “darse cabezazos contra la pared.”

Déjame explicarlo. El propósito de los maestros orientadores y las maestras visitantes era “cuidarse unos a otros, acordarse los unos de los otros y fortalecerse mutuamente” (Manual 2: Administración de la Iglesia, Doctrina y Convenios 20:53).

O, en otras palabras, “cuidar a los demás a la manera del Cristo.”

Y, hasta donde sé, Cristo no estaba preocupado por marcar casillas o compartir mensajes preparados con anticipación. Él no estaba preocupado por el número de personas que contactaba.

Entonces, no sé por qué nosotros lo estamos.

No estoy segura de por qué firmamos una hoja de asistencia durante nuestras clases dominicales si las personas que no se registran nunca son contactadas en la semana.

Además, no estoy segura de por qué nos sentamos a discutir sobre cómo decoraremos para la siguiente actividad cuando no hablamos de aquellas personas que no han asistido a una actividad por meses.

Y, no estoy segura de por qué muchos de nosotros nos preocupamos por todos los mandamientos que nos indican NO HACER ciertas cosas cuando olvidamos los dos primeros mandamientos que nos indican HACER lo que se señala en Mateo 22: 37-40.

El Élder Ballard buscó enseñarnos el fondo del servicio a la manera de Cristo cuando preguntó, “¿cuán valiosa es un alma?”

Para Cristo, todas las almas eran tan valiosas que Él sentía que cada una de ellas merecía el sacrificio de toda Su vida.

Cada uno de nosotros ha decidido seguir a Cristo y abandonar todo lo demás, para actuar como Cristo.

Sin embargo, me temo que sea posible que simplemente “estemos ocupados en la iglesia” (u ocupados en marcar casillas) en lugar de dedicarnos a cuidar a la manera de Cristo a aquellos que nos rodean.

Me temo que quizá hayamos visitado hogares como zombis para simplemente “cumplir con la obra.”

Un llamado al arrepentimiento

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Los antiguos israelitas estuvieron “ocupados” en las prácticas y ceremonias de la Ley Mosaica. Aunque la ley estaba destinada a señalarles a Cristo, no lo reconocieron cuando Él vino porque no entendieron el propósito.

Cristo había venido para cumplir la ley y traer cambios que podían ayudar a las personas a no preocuparse tanto por la práctica sino por el propósito.

De manera parecida, Dios sabía que estábamos preocupados por la práctica de los maestros orientadores y las maestras visitantes así como que habíamos perdido la perspectiva completamente. Entonces, por medio de Su profeta, Él reveló los cambios que nos ayudarían a “centrarnos en los resultados, no solo en las responsabilidades.” (Elder Christofferson, Effective Ministering).

El deseo del Señor de “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” no ha cambiado con los programas (Moisés 1:39).

Por eso, en nuestros nuevos esfuerzos de ministrar, se nos pide volver al propósito. Además, esa es la definición de arrepentimiento, que es aquello que nos pide Dios.

Él nos pide que cuando haya menos guía, no se espere menos esfuerzo. Aunque haya menos informes, no significa que seamos menos responsables.

Cristo es nuestro ejemplo en la práctica con resultados eternos en mente. Incluso cuando Él fue rechazado, sintió que no recibió crédito o realización tampoco vio cambios drásticamente inmediatos, Él siguió haciendo lo que le pidió Su Padre. Él entendió el propósito y por lo tanto, practicó.

Y, cuando decidimos tomar el nombre de Cristo sobre nosotros, tomamos ese mismo llamamiento, sin importar el costo.

Nuestro propósito en cada práctica en la iglesia es ayudar al Salvador a traer a sus hijos de regreso a casa con Él nuevamente.

Si lo piensas, ¿no es eso lo que realmente importa al final?

Entonces, ¿cómo ministrar?

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Si realmente entendemos que “ministrar a la manera de Cristo es cuidar de los demás y ayudarlos a cubrir sus necesidades espirituales y temporales.” Entonces, debemos reconocer que solo Dios conoce los corazones y las mentes de Sus hijos. Él conoce qué es mejor para todos nosotros.

Por lo tanto, si buscamos salvar las almas que nos rodean, ¿por qué no buscar y prestar atención a las palabras del Hombre que conoce? Si lo pregunto, ¿Él no me ayudará para hacer todo lo necesario para lograrlo?

De hecho, el Presidente Nelson nos exhorta a “esforzarnos más allá de [nuestra] capacidad espiritual actual para recibir revelación personal,” para entender cómo ministrar.

Cuando pregunté cómo ministrar, mi amigo Pedro dijo: “Ministrar simplemente es aprender a actuar por medio del Espíritu y no debatir si es el Espíritu. Ya que, todo lo bueno, proviene del Espíritu.”

Ministrar no es imposible. No, tampoco es fácil, pero no se supone que lo sea. Naturalmente, es donde el proceso zombi ocurre. Ministrar nos ayuda a progresar, esforzarnos y vivir para ser más como Dios.

Cuando vivamos de manera correcta y pidamos a Dios, Él nos dará revelación personalizada para aquellos a nuestro cuidado. Además, luego, “Solo hazlo. Sigue los pensamientos que vienen a tu mente y solo hazlo.” (Mi mamá me lo dijo. Así que, sabes, es un asunto algo importante porque es mamá):

El Élder Tad R. Callister una vez dijo para un grupo de misioneros en el CCM:

A veces, en la vida solo tenemos que poner firmes nuestros hombros y hacerlo. No existe una píldora mágica que nos haga valientes, tampoco paso del tiempo que nos fortalezca, ni enfoque memorizado que nos impulse. Solo se nos deja con el consejo convincente del Rey Benjamín: “ahora bien, si creéis todas estas cosas, mirad que las hagáis.” (Mosíah 4:10)

Por supuesto, puede ser intimidante no tener un formato o estilo establecido de cómo ministrar, pero ¡exactamente ese es el punto! ¿Cómo podemos dar un salto de fe al abismo si los pasos están justo al frente de nosotros?

Regresar a la vida

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Volviendo a la metáfora del cuerpo… no era la única utilizándola. Pablo explicó que, como miembros de la iglesia, todos somos parte del cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:37).

Entonces, ¿qué pasa cuando descuidamos una parte del cuerpo? O, ¿Cuando la cuidamos solo de manera superficial? Obviamente, si hay heridas suficientemente profundas en una parte del cuerpo que descuidamos, se pueden desarrollar infecciones, los virus se pueden expandir y finalmente, el cuerpo puede morir.

Dejamos que el corazón de los maestros orientadores y las maestras visitantes muriera, dejando el cuerpo de Cristo sin vida. Esto, creó un zombi que solo seguía el mandamiento de visitar casas y marcar casillas.

¿Cuál es el costo de esto? Pablo continúa, “si un miembro padece, todos los miembros padecen con él.” (1 Corintios 12:26).

Al descuidar a aquellos a quienes estamos unidos eternamente, de manera indirecta nos descuidamos y herimos. Ya que, esto es lo que significa ser parte del cuerpo de Cristo.

Entonces, ¿cuál es el otro lado? Cuando nos cuidamos unos a otros, cuidamos de nosotros mismos y nos convertimos en uno, devolviendo la vida al cuerpo de Cristo y nosotros mismos.

Ministrar tiene la finalidad de “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4: 12 – 13).

Ministrar como Cristo lo hizo, por medio de la revelación, es como nos perfeccionamos y edificamos. Estamos muertos sin la esencia de ministrar en el corazón de nuestro discipulado.

La esencia de ministrar es el antídoto resucitador y el vínculo unificador para los miembros del cuerpo de Cristo.

Los días futuros

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La invitación de Dios de ministrar ha sido declarada de la boca de los guardias de la torre. Nos advierten que el “el fin se aproxima” y si no somos cuidadosos, “[nuestros] corazones [se] desmayarán” (Jacob 5:71, Doctrina y Convenios 45:26).

Entonces, ¿cómo serán los días venideros para ti y para mí? Todo eso depende de…

Si ministrar se va a convertir en una manera de aprender cómo ser guiados directamente desde el cielo.

Si nos convertimos en uno, en ambos lados del velo, mientras el mundo entero se divide en dos.

Si nos levantaremos, sobre nuestros pies, para prepararnos para el encuentro con Dios, en ese día final.

El Presidente Nelson nos advirtió proféticamente:

“En los días futuros, no será posible sobrevivir espiritualmente sin la influencia guiadora, orientadora, consoladora y constante del Espíritu Santo.”

Dios nos está llamando para levantarnos, contactar y elevar a aquellos que nos rodean para la salvación de todas nuestras almas como miembros del cuerpo de Cristo. Podemos hacerlo. Debemos hacerlo. Dios confía en que lo haremos.

Artículo originalmente escrito por Kayla Tanuvasa y publicado en mormonhub.com con el título “Zombies or Ministers?

| Para meditar
Publicado por: *Nicole Córdova Loayza
Traductora de español, inglés y portugués. Me encantan los idiomas y conocer sobre diferentes culturas. También me gusta el arte y amo la naturaleza.
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