“Paguen su diezmo; abran las ventanas de los cielos; serán bendecidos abundantemente por su obediencia y fidelidad a las leyes y mandamientos del Señor”. — Élder Robert D. Hales
Uno de los grandes mandamientos de Dios es el diezmo. En ocasiones, puede resultar difícil cumplir con esta ley, quizás porque tenemos deudas, deseamos comprar algo y no nos alcanza el dinero. Es en esos momentos, donde más se prueba nuestra fe. ¿Qué tan capaces somos de confiar en Dios antes que en nuestros propios pensamientos?
Estas son tres enseñanzas del diezmo que nos harán cambiar de perspectiva.
Bendición uno
El diezmo desarrolla y prueba nuestra fe. Al sacrificar al Señor lo que podríamos pensar que necesitamos o que deseamos para nosotros, aprendemos a confiar en Él.
El Padre Celestial nunca nos pedirá nada sin que sea a cambio de algo mejor y el diezmo es el camino hacia esas grandes bendiciones.
Bendición dos
El diezmo también nos enseña a controlar nuestros deseos y pasiones por las cosas del mundo. Nos ayuda a no poner en primer lugar las cosas temporales.
Cumplir con este mandamiento, amplía nuestra visión. Al poner a Dios como prioridad, lo demás toma el lugar que le corresponde o desaparece de nuestra vida.
Bendición tres
La ley del diezmo nos prepara para vivir la ley más alta de la consagración, de dedicar y dar todo nuestro tiempo, talentos y recursos a la obra del Señor.
A aquellos que viven fiel y honradamente la ley del diezmo, el Señor les promete una abundancia de bendiciones. Algunas de esas bendiciones son temporales, así como el diezmo es temporal, pero también recibimos bendiciones espirituales que duran por toda la eternidad.
¿Cuál ha sido la lección más importante del diezmo que has aprendido? ¡Cuéntanos en los comentarios!
Fuente: laiglesiadejesucristosano