El consejo de un apóstol a los misioneros que cuestionan su dignidad
Este artículo se basa en el extracto del libro “The Divine Gift of Forgiveness” del Élder Neil L. Andersen.
Cincuenta años antes de escribir estas palabras, me estaba preparando para servir como misionero de tiempo completo para La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Habiendo comenzado mi misión el 24 de octubre de 1970 y después de recibir una capacitación en el idioma, llegué a París, Francia, el 29 de diciembre.
Desde mi llamado a servir en una misión, más de 1,300,000 misioneros fueron llamados y apartados para dar testimonio del Salvador, Jesucristo, en todo el mundo; para compartir el mensaje de Su Evangelio restaurado y reunir a Israel en preparación para la Segunda Venida de Jesucristo.
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Esta es la mayor causa sobre la faz de la tierra. El Señor le dijo a John Whitmer, uno de los primeros misioneros:
“Y ahora bien, he aquí, te digo que lo que será de mayor valor para ti será declarar el arrepentimiento a este pueblo, a fin de que traigas almas a mí, para que con ellas reposes en el reino de mi Padre” (DyC 15:6).
Aunque el mundo ha cambiado drásticamente en los últimos cincuenta años, tu preparación para tu misión es probablemente bastante similar a la mía.
Características de un misionero
Por tanto, oh vosotros que os embarcáis en el servicio de Dios, mirad que le sirváis con todo vuestro corazón, alma, mente y fuerza, para que aparezcáis sin culpa ante Dios en el último día.
De modo que, si tenéis deseos de servir a Dios, sois llamados a la obra; pues he aquí, el campo blanco está ya para la siega; y he aquí, quien mete su hoz con su fuerza atesora para sí, de modo que no perece, sino que trae salvación a su alma; y fe, esperanza, caridad y amor, con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios, lo califican para la obra.
Tened presente la fe, la virtud, el conocimiento, la templanza, la paciencia, la bondad fraternal, piedad, caridad, humildad, diligencia. Pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá. (DyC 4: 2 – 7)
Al igual que muchos otros misioneros que se han preparado para servir, quería fortalecer mi fe en el Salvador, refinar mi espíritu y ser aún más cuidadoso en mi comportamiento, mi lenguaje y mis pensamientos para poder ser realmente un representante del Señor.
Era aún más exigente con respecto a cómo usaba mi tiempo libre y más sensible en mi elección de amigos. Recuerdo haber leído y estudiado el Libro de Mormón con mucha más atención y haber orado con más sinceridad.
Quería que mi mente y mi corazón estuvieran justo delante del Señor cuando comenzara Su obra sagrada.
Los sacrificios de un misionero
Al igual que tú, también necesitaba trabajar para ganar suficiente dinero para mi misión. Cumplí 19 años (en ese entonces esa era la edad misional requerida para los misioneros) a principios de agosto, pero no fui a la misión hasta finales de octubre porque necesitaba trabajar hasta el final de la cosecha de papa de Idaho y ahorrar cada dólar posible.
Incluso con sus mejores esfuerzos para prepararse, un misionero rara vez se siente totalmente capaz y listo. En 2008, hablé en una Conferencia General sobre mis inseguridades y preocupaciones:
“Al meditar en los desafíos de servir en una misión, me sentí muy inepto y sin preparación. Recuerdo que al orar decía: ‘Padre Celestial, ¿cómo puedo servir en una misión si tengo tan poco conocimiento?’. Creía en la Iglesia, pero sentía que mi conocimiento espiritual era muy limitado. Al orar, tuve este sentimiento: ‘No lo sabes todo, ¡pero sabes lo suficiente!’. Ese consuelo me brindó el valor de dar el siguiente paso para ir a la misión”.
En toda su preparación para esta sagrada responsabilidad de ser un siervo de Jesucristo, un asunto crucial y esencial para un misionero es ser digno y limpio ante el Señor. El apóstol Pablo dijo:
Así también ordenó el Señor a los que anuncian el Evangelio, que vivan del Evangelio. (1 Corintios 9: 14).
En nuestra dispensación, el Señor dijo:
“Sed limpios los que lleváis los vasos de Jehová” (Isaías 52:11).
Te dedicarás a la obra del Señor todos los días, a toda hora. Necesitarás que el don del Espíritu Santo esté siempre contigo para guiarte, protegerte y recordarte las palabras que debes decir.
Enseñarás a los demás acerca de aumentar su fe en nuestro Padre Celestial y en Su Hijo, Jesucristo, ayudándoles a arrepentirse y prepararse para el bautismo, y compartiendo tu testimonio de cómo la Expiación del Salvador puede aligerar la carga del pecado y la tristeza de sus vidas.
Todo misionero debe ser digno
Por supuesto, ningún misionero es perfecto, pero cada misionero debe ser digno. La dignidad es una cualidad vital, absolutamente necesaria, para ser un instrumento del Señor al compartir estas verdades eternas.
Para ser dignos, todos nosotros necesitamos reforzar nuestras cualidades espirituales internas mientras continuamos en el camino de guardar los mandamientos. Algunos necesitarán un gran esfuerzo para arrepentirse de sus pecados más graves, ser dignos y obtener el camino hacia el perdón.
“Y os doy a vosotros, que sois los primeros obreros en este último reino, el mandamiento […] limpiad vuestras manos y vuestros pies ante mí, para que yo os haga limpios” (DyC 88: 74).
Recuerda la promesa del Señor a aquellos que buscan el perdón:
“He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más”.
Sin la dignidad que requiere el Salvador, un misionero no solo será menos efectivo como instrumento del Señor, sino también, la culpa por los pecados de los que no se arrepintió, la decepción personal de no ser sincero con el Señor y los líderes del sacerdocio, y la inseguridad de tratar de trabajar sin tener el Espíritu Santo será un peso y una carga constantes. Tus oraciones a nuestro Padre Celestial se verán limitadas y tu testimonio del Salvador no tendrá el poder que necesitas.
Todos necesitamos la fuerza y el poder de Jesucristo y Su expiación en nuestro arrepentimiento diario a medida que nos preparamos para servir en una misión. Sin embargo, para pecados de cierta seriedad necesitarás del apoyo y la orientación de tus padres, tu obispo y tu presidente de estaca para ser digno y estar listo para servir.
Antes de recibir un llamamiento de misión del Señor a través de Su profeta, todo futuro misionero tendrá importantes conversaciones y entrevistas con su obispo, a quien se le han dado las llaves del sacerdocio para ser juez y consejero en Israel.
Prepararte para ser digno
Te recomiendo que leas Alma 5: 6, 14–79 detenidamente y responda las preguntas que Alma hace en preparación para tu entrevista con tu obispo.
Estas entrevistas con tu obispo se centrarán en el Salvador, Jesucristo, Su santa obra, tu testimonio de Él y tu deseo de servirle con todo tu corazón, poder, mente y fuerza. Tu obispo también hablará sobre tu dignidad para servir como siervo y representante del Señor.
La mayoría de los hombres y mujeres jóvenes que se preparan para servir en una misión son conscientes de esas cosas que deben compartir con el obispo para asegurar que el arrepentimiento y las semillas del perdón precedan a una misión.
Si no estás seguro o tienes alguna pregunta sobre tu dignidad o la gravedad de tus errores, comparte tus preocupaciones con tu obispo con humildad y sinceridad.
La sinceridad es el centro de la espiritualidad. Ten el valor y la confianza en Dios para compartir libremente las cosas en tu vida que no han estado de acuerdo con los mandamientos de Dios.
Proceso de arrepentimiento
“Para aquellos que están comenzando el camino solemne pero liberador del arrepentimiento, les aseguro que su Padre Celestial y Su Hijo Amado, a quienes buscan servir, los fortalecerán para tener la humildad y el coraje de compartir la verdad plena, al vencer su temor de decepcionar a los demás y aceptar el tiempo que puede tomar completar su proceso de arrepentimiento”.
¡El Señor te ama! Él está ansioso por perdonarte. Se regocija por tu deseo de arrepentirte y acercarte a Él. Él te ayudará a ser digno cuando ingreses a tu servicio como misionero.
Él le dijo al pueblo del antiguo Israel:
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te fortalezco; siempre te ayudaré; siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41: 10).
Con la ayuda de tus líderes del sacerdocio, querrás hacer todo lo posible para ser digno de servir.
Incluso después de ser digno, un misionero puede no sentirse completamente perdonado al comenzar a su misión asignada.
El Señor determina el perdón y ser totalmente perdonado puede requerir el tiempo y la diligencia adicionales del servicio misional.
Tu sacrificio de servir al Señor a tiempo completo te acercará a tu Padre Celestial, al Salvador y a la influencia del Espíritu Santo. Aumentará tu fe en Cristo y tu comprensión espiritual de Su expiación, y te bendecirá en tu deseo de sentirte completamente perdonado.
Te prometo que el Señor te fortalecerá cuando recurras a Él. Él te ayudará a recibir Su regalo divino del perdón.
Esta es una traducción del artículo que fue compartido originalmente en ldsliving.com con el título “An Apostle’s Counsel to Missionaries Questioning Their Worthiness“.