Cómo el coronavirus ayuda a las familias a fortalecerse a pesar de la distancia
“El coronavirus nos brinda la oportunidad de dedicarnos a las relaciones que más importan en la vida y poder fortalecernos a pesar de la distancia.”
Mis días las paso aislada. Me despierto sola. Me siento en el sofá de la sala de estar, sola. Y preparo y como mi desayuno, almuerzo y cena sola.
Con dos compañeras de cuarto que trabajan como profesionales de la salud (una como jefa de enfermeras en una unidad de COVID y la otra como terapeuta respiratorio), generalmente es casi de madrugada cuando puedo ver a otro ser humano.
Cuando una de ellas tropieza con la puerta debido al cansancio después de un largo turno, reacciono algo asustada, la tranquilidad de mi espacio ha sido alterada. Y de repente me doy cuenta que ya es hora de levantarme.
También te puede interesar: “Él calmó tempestades y puede calmar esta pandemia si no pierdes la fe”
Mi existencia diaria contrasta cómicamente con la de algunos de mis amigos, que heroicamente cuidan a sus hijos desde el amanecer hasta el ocaso mientras intentan escapar de una montaña de responsabilidades laborales. Si bien no envidio su caos, ciertamente envidio la compañía.
Al mismo tiempo, siento que mi familia está más conectada que nunca. Al igual que otras familias en todo el mundo, estamos haciendo un gran esfuerzo para mantenernos en contacto en medio de la crisis del coronavirus a través de videollamadas semanales.
Normalmente, mis padres, mis tres hermanas, sus familias y yo nos reunimos sólo en ocasiones especiales: Navidad, matrimonios, funerales. Pero durante una o dos horas por la tarde de un domingo cualquiera, todos aparecen mágicamente en mi sala de estar.
La tecnología reduce la distancia entre Nueva York, Missouri y Utah en pequeñas imágenes en mi computadora, llenando la pantalla de rostros conocidos.
El ruido de fondo viene y se va cuando mi sobrina de 2 años se mueve y se queja al pedir una golosina. La iluminación es atroz, algunos de los miembros de mi familia parecen siluetas brillantes al ser iluminados por la luz de las ventanas.
Otros parecen atrapados en un laberinto de espejos, mirando en diferentes direcciones porque sus cámaras están separadas de sus monitores.
Pero la situación solo sirve para reflejar la vida real, lo que aumenta la sensación de que realmente estamos juntos.
Puede que sea parte de la última generación que recuerda un tiempo antes de que las videollamadas fueran algo normal, cuando era algo que ocurría con más frecuencia en las películas de ciencia ficción que en la realidad.
Jamás olvidaré la emoción de descargar Skype por primera vez para poder conversar con mis amigos de la secundaria después de que mi familia se mudó a Japón.
Mi sobrina, por otro lado, ha usado FaceTime desde que puede sostener un teléfono. Nunca se maravillará al ver la cara de un ser querido a pesar de la distancia.
Un invento extraordinario
Si bien todavía se siente como un fenómeno moderno, la idea de las videollamadas se remonta a la década de 1870. Tan pronto como Alexander Graham Bell inventó el teléfono, la gente comenzó a especular sobre cómo transmitir imágenes junto con el sonido.
La película muda de 1927 de Fritz Lang, “Metrópolis”, incluyó una de las primeras apariciones ficticias de videollamadas, a la que seguirían innumerables escenas similares en casi todas las películas futuristas o de temática espacial creadas a partir de entonces.
En 1964, AT&T presentó su primer modelo Picturephone en la Feria Mundial de Nueva York. Parecía algo sacado de los “Supersónicos”, era un teléfono clásico conectado a un dispositivo de escritorio grande que mostraba una pequeña pantalla en blanco y negro.
Avancemos rápidamente hasta el 2010. cuando Steve Jobs anunció una nueva característica innovadora del iPhone 4: FaceTime. Con una gran pantalla táctil y una cámara frontal, el videoteléfono podía llevarse ahora en el bolsillo. Jobs declaró: “Es real ahora”.
Estoy de acuerdo. Ver a mi hermana apagar las velas del pastel de cumpleaños que le dejamos en el pórtico de su casa es definitivamente más real que un texto de feliz cumpleaños.
Nueve adultos cantando una canción al unísono para que mi sobrina de dos años use su “baño” mientras sonríe de alegría es más real que recibir la noticia sobre su nuevo logro en el chat del grupo familiar.
Un vínculo más grande
Hablar por teléfono a veces te permite hacer múltiples tareas, como doblar la ropa o preparar la cena. Yo incluso uso las redes sociales mientras escucho una conversación entre mis hermanos por el altavoz.
Pero en una videollamada puedes verlos cara a cara. La experiencia requiere contacto visual y atención. Aunque es virtual, el cerebro humano aún responde al ver las caras de sus seres queridos con una liberación de dopamina. Ver la cara de una persona también es fundamental para la comunicación.
La investigación realizada por el profesor emérito de psicología de la UCLA Albert Mehrabian reveló que el 7% de un mensaje se deriva de las palabras, el 38% de la entonación y el 55% de la expresión facial o el lenguaje corporal.
Un estudio más reciente de UCLA examinó cómo se sentían los amigos cercanos después de participar en conversaciones en persona, por videollamadas, llamadas telefónicas y mensajes instantáneos.
Lógicamente, el mayor vinculo emocional se dio durante las interacciones en persona. Sin embargo, las videollamadas ocuparon un segundo lugar y las personas que usaron este método con más frecuencia informaron haber tenido un mayor vinculo emocional a través de ese medio.
Un sentimiento real
Para mí, el mayor beneficio de las video llamadas en familia es el sentimiento de unidad que brinda. Se centra en la familia misma y no en las relaciones individuales.
En su estilo particular, mi madre menciona los nombres de cada una de sus hijas a medida que nos conectamos a la llamada una por una: ¡Erica! Elisabeth! Emily! Julieta! Todo mientras mi padre ajusta el monitor.
Mis padres, que tienen más de 60 años, de repente son más preciados para mí. Ya nada parece permanente, ver los partidos de Utah Jazz con mi papá, ir a conciertos con mi mamá, ir de compras, salir a comer, viajar para ver a mis hermanas en otros estados.
Ahora está más claro que nunca que las cosas que damos por sentado pueden desaparecer en un instante.
El lado positivo más grande que puedo ver es que el coronavirus ha proporcionado una excusa maravillosa para evitar a las personas que absorben mi tiempo y energía y una oportunidad sin igual para volver a dedicarme a las relaciones que más importan.
Nos contamos cómo nos va con la salud, el trabajo y la cuarentena. Mi padre lee las actualizaciones de una aplicación que hace el seguimiento del desarrollo del bebé aún no nacido de mi hermana.
Con la fecha de nacimiento del bebé el próximo mes, ninguno de nosotros está seguro de cuándo lo conoceremos debido a las medidas de distanciamiento social y seguridad.
Terminamos nuestra video llamada con una oración en familia para luego compartir algo que amamos de un miembro de la familia. Aunque las palabras viajan virtualmente a través de la distancia, ondas de sonido y píxeles, el afecto y sentimiento es igual de real.
Fuente: deseret.com