Uno de los mandamientos que Dios dio a sus hijos desde tiempos antiguos es la ley del diezmo que es una de las características más notable de la Iglesia Santo De Los Últimos Días.
Para entender una ley y obtener un testimonio de ésta, requerimos vivirlo, aun hasta el sacrificio.
La obediencia a esta ley traerá bendiciones mucho más grandes que cualquier otra cosa que se haya sacrificado.
A continuación 5 razones por las que pagar el diezmo nos ayudan a ser más feliz de lo acostumbrado:
1. Poner como prioridad a Nuestro Padre Celestial. Una de las muchas cosas que se nos enseña en la iglesia es la prioridad de Dios en nuestra vida, lo que conlleva a conocerle y amarle. Por lo tanto guardamos sus mandamientos (Si me amáis guardad mis mandamientos).
2. El diezmo aumenta la fe. Poco después de casarnos, mi marido y yo nos mudamos a un pueblo lejano al este de Bolivia, donde éramos los únicos miembros de la Iglesia. Mi esposo era un converso nuevo, y deseábamos cumplir con todos los mandamientos del Señor.
Cada mes guardábamos los diezmos en un sobre hasta que pudiéramos dárselos a nuestro obispo. Mi esposo tenía la firme convicción de que si cumplíamos con esa ley, seríamos bendecidos y protegidos.
Mientras buscábamos una casa para alquilar, vivíamos en un cuarto de hotel caluroso, caro e incómodo. Durante muchos días nuestra búsqueda resultó infructuosa, y la única casa que pudimos encontrar fue una pequeña y bonita cuya dueña vivía en otra ciudad. Mucha gente de fuera del pueblo había tratado de alquilar esa casa, pero nunca lograban encontrar a la dueña de casa.
Una mañana, en el momento en que terminábamos de orar en cuanto a nuestra situación, un joven tocó a nuestra puerta y nos dijo que la dueña de la casa estaba de regreso para una visita breve. Mi marido salió a toda prisa a encontrarse con ella mientras yo seguía orando para que consiguiéramos la casa. Al regresar me informó que la señora nos acababa de alquilar la casa a un precio increíblemente bajo. Nos aumentó la dicha el que la casa ya estuviese amueblada, porque en esa época lo único que teníamos eran dos cajas grandes y una maleta con todas nuestras pertenencias.
La ley del diezmo no es un asunto de dinero sino de fe. Mi esposo no ganaba mucho, pero al pagar los diezmos con fidelidad, el Señor nos bendijo para que halláramos una buena casa y nos permitió proveer de lo necesario para nosotros mismos. (Liahona marzo 2013 pág. 27)
3. La convicción de ser honrado. Miré fijamente el billete doblado que tenía en la mano y comprendí que aún debía pagar diezmos de lo que había ganado durante la última semana de mi trabajo de verano. Mi empleo de verano se había terminado y era probable que no encontrara un empleo que se ajustara a mi ocupado horario. Sin embargo, mis padres me habían enseñado a pagar un diezmo íntegro. Ese dinero le pertenecía al Señor, y yo lo sabía. Con ese pensamiento, puse el dinero en el sobre y pagué mi diezmo. En los días siguientes, al buscar empleo, rogué que me fueran abiertas las ventanas de los cielos. Necesitaba un trabajo que se acomodara a mi horario, que pagara bien por pocas horas y que también me diera tiempo para estudiar. En resumen, necesitaba un milagro. Dos semanas después ¡El Señor me había ayudado a encontrar precisamente el empleo que necesitaba! Era la respuesta a mi oración. El Señor había abierto las ventanas de los cielos y había derramado sobre mí bendiciones mucho más grandes de lo que jamás había esperado. Como resultado de ello, mi fe se fortaleció en el principio del diezmo.(Liahona septiembre 2011 , pág. 41)
4. Dependemos del Señor. El Elder Dallin H. Oaks (del Quorum de los Doce Apóstoles) cuenta su experiencia: el pago del diezmo también trae al pagador individual bendiciones singulares espirituales así como temporales. Durante la segunda guerra mundial, mi madre, que era viuda, mantuvo a sus tres hijos pequeños con el escaso salario de una maestra. Cuando llegué a darme cuenta de que nos privamos de algunas cosas que eran convenientes porque no teníamos suficiente dinero, le pregunte a mi madre por que pagaba gran parte de su salario como diezmo. Nunca he olvidado la explicación que me dio: “Dallin, puede que haya algunas personas que puedan sobrevivir sin pagar el diezmo, pero nosotros no podemos porque somos pobres. El Señor ha escogido llevarse a tu padre y dejarme a mí para que los crie a ustedes; yo no puedo hacerlo sin las bendiciones del Señor, y obtengo esas bendiciones al pagar el diezmo integro. Cuando pago el diezmo, tengo la promesa del Señor de que Él nos bendecirá, y tenemos que tener esas bendiciones para sobrevivir.” (Liahona marzo 2012- La cultura del evangelio)
5. El diezmo bendice a las familias
Me crie en la Iglesia, pero durante la adolescencia me alejé de ella. Cuando regresé, mi marido Dale me apoyó, pero no le interesaba reunirse con los misioneros.
Después de volver a la actividad, me entrevisté con el obispo a fin de recibir la recomendación para el templo. Me preguntó si pagaba un diezmo íntegro, y tuve la alegría de informarle que sí. El obispo me sorprendió al preguntarme: “¿Sabe tu esposo que pagas diezmos?”. Quedé anonadada; ¿qué importancia tenía? El obispo me pidió con cordialidad que regresara después de haberle dicho a Dale que yo pagaba el diezmo.
Un domingo por la mañana finalmente tuve el valor de decirle a mi marido que yo pagaba diezmos. Dale me sorprendió al contestar sencillamente: “Ya lo sé”. Ése fue el primero de muchos milagros relacionados con los diezmos. Poco tiempo después, Dale me dejó a cargo de las finanzas familiares. Cuando le expliqué que iba a pagar un diezmo íntegro de todos nuestros ingresos, estuvo de acuerdo porque veía las bendiciones que podíamos recibir al pagar el diezmo.
Ahora tenemos las despensas siempre llenas, hacemos la oración familiar a diario, recibimos a los misioneros por lo menos una vez al mes, y mi marido participa de la noche de hogar. Creo que un día Dale se unirá a la Iglesia y que su conversión habrá tenido como punto de partida nuestra decisión de pagar juntos un diezmo íntegro. (Liahona marzo 2013 pág. 29)