Cómo vivir el Evangelio aún cuando tengo dudas
Se requiere que los hombres y las mujeres de fe tengan fe.
De hecho, aprender a caminar por fe es una de las transiciones más difíciles que hacemos como mortales. Nuestra tendencia natural es querer recibir respuestas. No nos gusta o no siempre sabemos cómo responder a las ambigüedades de la vida.
El hecho simple, pero doloroso, es que los seguidores de Jesucristo deben caminar por fe, al menos en cierto grado, y no hay nada fácil al respecto.
Afortunadamente, no estamos solos en la búsqueda de aumentar nuestra fe.
El Señor le dijo a José Smith que una de las razones por las que se restauró la Iglesia fue para que “la fe también aumentara en la tierra” (DyC 1:21) y para que aquellos que le sirvieran “en rectitud y en verdad” fueran elegibles para aprender “todos los misterios ocultos de Su reino desde los días antiguos, y por los siglos futuros… Sí, aun las maravillas de la eternidad” (DyC 76: 5, 7–8 ).
El proceso mismo de luchar con las preguntas sinceras y aprender cada vez más sobre cómo obra Dios es fundamental para construir y aumentar nuestra fe.
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Aunque el Señor nos revelará muchas cosas, nunca le ha dicho a su pueblo del convenio todo acerca de todas las cosas. Se nos exhorta a “no dudar, sino ser creyentes” (Mormón 9:27).
Sin embargo, “no dudar” no significa entender todo, incluido Su tiempo. Significa tener la certeza de que Dios sabe más que nosotros, que “todas las cosas se han hecho [y se hacen] según la sabiduría del aquel que todo lo sabe” (2 Nefi 2:24). Significa que también debemos entender que el pueblo del Señor y Su Iglesia tendrán desafíos.
Por lo tanto, dudar no es sinónimo de la búsqueda de la verdad, tampoco es lo mismo que hacer preguntas. Dudar es rechazar la verdad y la fe.
Además, existe un espíritu de duda que el adversario usa de manera muy efectiva. Se relaciona más con la tentación que con la falta de fe, aunque se puede ver o sentir como si fuera la última.
En su nivel más fundamental, dudar significa desconfiar del Padre y de Su Hijo. Como hijos e hijas del convenio – como personas de fe – debemos tener fe, vivir por fe, “pedir con fe, no dudando nada” (Santiago 1: 6) y “vencer por la fe” (DyC 76: 53).
Estas advertencias recurrentes para edificar nuestra fe son importantes porque es mucho más fácil sembrar dudas que construir la fe y aprender por fe. Cuando todo está dicho y hecho, aprender por fe es tan fundamental como aprender mediante el estudio porque hay algunas cosas que no podemos aprender de un libro.
El Élder Dallin H. Oaks enfatizó esta verdad:
“Después de todo lo que podemos publicar, nuestros miembros se quedan a veces con algunas preguntas básicas que no pueden resolverse por el estudio… Algunas cosas solo se pueden aprender por la fe. Nuestro mayor sostén debe ser la fe en el testimonio que hemos recibido del Espíritu Santo” (“Oposición en todas las cosas”, Liahona, mayo de 2016).
El Presidente Harold B. Lee dijo algo similar:
“No es una función de la religión responder todas las preguntas sobre el gobierno moral del universo de Dios, sino dar valor, a través de la fe, para enfrentar las preguntas para las que no encuentra respuesta en su estado actual” (Informes de la conferencia, octubre de 1963, 108).
En un discurso dirigido a los administradores y maestros del Sistema Educativo de la Iglesia, el Élder Jeffrey R. Holland hizo la siguiente declaración conmovedora sobre la relación que existe entre las preguntas y la verdad revelada:
No todas las preguntas [del Evangelio] tienen respuestas, todavía, pero llegarán.
Mientras tanto, tengo una pregunta.
¿Qué tema histórico, doctrinal o de procedimiento que pudiera surgir, podría eclipsar o negar la convicción espiritual consumidora de uno con respecto al misericordioso plan de salvación del Padre; el nacimiento, la misión, la Expiación y la resurrección de Su Hijo Unigénito; la realidad de la Primera Visión; la restauración del sacerdocio; el recibir revelación divina, tanto personal como institucional; el espíritu moldeador y el poder impulsor del Libro de Mormón; la reverencia y majestad de las experiencias del templo; la experiencia personal con los milagros; y muchas, muchas más?
¡Qué pregunta! Para mí es un misterio cómo esas verdades majestuosas, eternas y de primer nivel, tan importantes para la grandeza de la totalidad del mensaje del Evangelio, pueden ser dejadas a un lado o completamente descartadas por algunos a favor de obsesionarse con trozos de segundo, tercero o cuarto nivel de esa totalidad.
Para mí, esto es, en palabras atribuidas a Edith Warthon, estar atrapados “en la densa red de las cosas tenues” (“No tengas miedo, cree solamente”, discurso para los maestros de religión del Sistema Educativo de la Iglesia, 6 de febrero de 2015).
Todas las preguntas tienen respuestas. Sin embargo, algunas preguntas, ya sean personales, doctrinales o de procedimiento, no se podrán responder hasta después.
Es probable que algunas de esas preguntas no sean respondidas en esta vida. Asimismo, es posible que siempre exista cierta ambigüedad con respecto a la forma en que Dios obra mediante Sus hijos y en el gobierno de Su Iglesia.
Con frecuencia, algunas ironías, como las que encontramos en las Escrituras, tal como “el primero será el último” y “perder la vida para encontrarla”, siempre pueden representar nuestras vidas aquí…
Piensa en el versículo [de las Escrituras] que causó que José se dirigiera a la arboleda:
“Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada” (Santiago 1: 5–6).
Por lo tanto, una vez que el Espíritu te haya dado testimonio de la verdad – tal como que Dios es nuestro Padre; Jesús es el Cristo; José Smith fue el profeta llamado a restaurar el Evangelio del Salvador; el Libro de Mormón es escritura; y, que en la actualidad, somos guiados por profetas, videntes y reveladores – sabrás que el Evangelio es verdadero. ¡Tendrás un testimonio!
Además, a pesar de que no sepas o no entiendas todas las cosas, ¡puedes sentirte seguro de lo que sabes!
Que surjan dudas o no se cumplan las bendiciones que pediste, no es una indicación de que no tienes un testimonio o de que el Evangelio no sea verdadero. Esos momentos son una invitación para que crezcas espiritualmente.
A veces, nos confundimos al relacionar las dudas con el testimonio, cuando no tienen un vínculo necesariamente.
Las dudas nunca deben amenazar un testimonio; solo deben ayudar a construir convicción, profundizar la comprensión y aumentar la fe, ya que brindan la oportunidad para aprender.
En esos momentos en los que no recibimos respuesta a nuestras súplicas, puede ser tentador preguntarse si Dios es real, si nos está escuchando o si le importamos.
Si la doctrina de la Iglesia sobre un tema en particular entra en conflicto con tus puntos de vista, puede parecer confuso. Si ciertos procedimientos o prácticas en la Iglesia te desconciertan, puede ser desalentador. Cualquiera de esas emociones o sensaciones, que se dejan a un lado, pueden amenazar tu testimonio.
Pero, repito: Una vez que hayas recibido un testimonio espiritual de las verdades que forman parte del fundamento de un testimonio, las dudas que surjan sobre nuestra doctrina, historia o posiciones con respecto a temas delicados, representarán oportunidades para que crezcas personal y espiritualmente.
No son banderas rojas que indican que el Evangelio no es verdadero. Son oportunidades para participar en la lucha por recibir respuestas inspiradas, revelación personal y aumentar la fe.
Esta es una traducción del extracto del libro “Worth the Wrestle” de Sheri Dew que fue publicado en ldsliving.com con el título “How to Doubt Not but Be Believing Even When Your Questions Remain Unanswered”.