En diferentes instancias las escrituras hablan sobre un pueblo escogido, una casa de orden, una Iglesia edificada sobre un fundamento seguro, el cual es Cristo, el gran Sumo Sacerdote, como lo describe el apóstol Pablo (Hebreos 2:17; 4:14). Pero, ¿qué es el sacerdocio? ¿qué significa que Cristo sea un Sumo Sacerdote? ¿quiénes pueden ser sacerdotes?
¿Qué es el sacerdocio?
Como se define en la Guía para el Estudio de las Escrituras (GEE), el sacerdocio es “la autoridad y el poder que Dios da al hombre para actuar en todas las cosas relacionadas con su salvación”. Según la etimología de la palabra, sacerdocio proviene del latín sacerdotium que se traduce, según la RAE, como la “consagración activa y celosa al desempeño de una profesión o ministerio elevado y noble”. Por ende, podemos decir que el sacerdocio es la consagración activa a la Obra de Salvación, por medio del poder y la autoridad que Dios ha otorgado. Por esta autoridad se crearon los cielos, la tierra, y todo lo que en ellos hay.
El sacerdocio permite que la persona que lo posee actué en el nombre de Jesucristo, el mediador, para ayudar a llevar a cabo la salvación y la vida eterna del hombre. Por este poder y por esta autoridad se pueden predicar, bendecir, y administrar ordenanzas esenciales para heredar el reino de Dios.
Jesucristo como Sumo Sacerdote
La palabra sacerdote procede del latín sacerdos, que significa encargado de hacer cosas sagradas. Está compuesta por dos raíces latinas, sacer/sacra (sagrado) y dos/dotis (dote, regalo o talento), las cuales indican a alguien que tiene un don, oficio o talento sagrado. El uso de esta palabra en los registros bíblicos, relacionados al Salvador, denotan dos puntos principales. Primero, significa que es mediador o actor en los servicios religiosos. Segundo, significa que es santo o apartado para llevar a cabo esos servicios.
Cristo es el ejemplo perfecto de consagración a la Obra de Salvación, encomendada por Su Padre. Para desarrollar la labor redentora, Cristo recibió poder y autoridad de Dios; es decir, recibió el sacerdocio, y con ello se constituyó como sacerdote de Dios.
El sacerdocio en la antigüedad
En el libro de Éxodo, los versículos 14 y 15 del capítulo 40, nos mencionan el mandato del Señor de presentar a Aarón y sus hijos para recibir el sacerdocio, de tal forma que puedan oficiar en los asuntos religiosos relacionados al tabernáculo o templo.
“Después harás que sus hijos se acerquen, y los vestirás con las túnicas; y los ungirás como ungiste a su padre, y servirán como mis sacerdotes; y su unción les servirá por sacerdocio perpetuo por sus generaciones.”
Este poder y autoridad no fue ajeno a la Iglesia después del ascenso de Cristo. En la primera epístola del apóstol Pedro a los israelitas dispersos en el mundo y a los conversos a la fe cristiana, se menciona que el Pueblo del Señor es una santa nación de poseedores del sacerdocio. (1 Pedro 2:9)
El sacerdocio en la actualidad
El mismo poder y la misma autoridad que existió en la Iglesia original que Jesucristo estableció, existe hoy en día en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. La Iglesia es dirigida y guiada bajo esta autoridad del sacerdocio.
Este preciado don es conferido a todo varón, mayor de 12 años, que se encuentre preparado y digno de poseer tal bendición. Un hombre que recibe este sacerdocio toma sobre sí la responsabilidad de cuidar de los enfermos y afligidos, efectuar y oficiar en las ordenanzas de la Iglesia, tal como el bautismo, e incluso dirigir congregaciones.
En la Conferencia General de abril de 2015, dirigiéndose a los varones de la Iglesia, el Presidente Monson dijo: “A cada uno de nosotros se nos ha confiado uno de los dones más preciados que jamás se hayan conferido a la humanidad”, haciendo referencia al sacerdocio.
Qué maravilloso es saber que en la actualidad tenemos sacerdotes en nuestros hogares, en nuestros vecindarios, en nuestras escuelas, en nuestras congregaciones, en todo el mundo. Qué privilegio es contar con este poder y esta autoridad, es decir, el sacerdocio de Dios.
