Al considerar las corrientes religiosas la existencia de un creador u organizador de todo lo que hay, tiene sentido imaginarnos que instauró leyes e instrucciones para hacer posible el propósito de nuestra creación. Aún nosotros, infantes respecto al conocimiento del universo, hemos provisto de directivas para nuestras creaciones y artefactos, educamos a nuestros hijos sobre la base del amor y la disciplina, y alentamos normas de conducta desde el colegio para mantener la buena convivencia.
No obstante, parece ser inevitable tener que ir hasta al origen de la religión para poder entender sin obstáculos modernos, lo bueno que hace en la sociedad. Hoy existe un gran garabato sobre aquellos preceptos claros que a pesar de todo, siguen sosteniendo a los pueblos; en ellos todavía podemos advertir como ideal máximo la virtud y como lo más peligroso el vicio. Las virtudes edifican la “Societas” (el compañerismo, unión) los vicios degeneran en desunión y enemistad, lo que puede arrastrarnos por último hasta la decadencia social.
La Religión en el inicio
No comenzamos llamando Religión a la doctrina, sino a la práctica dedicada o “escrupulosa” ( diría Cicerón en De Natura Deorum) de la doctrina recibida en nuestra cultura. El comportamiento religioso surge entonces con el primer intento sincero de vivir el Evangelio revelado sobre la tierra, en aquellos días, en su pureza. El tiempo haría que esa primera verdad se disperse tal como un río que desciende de la cumbre de una montaña. El “agua viva” llegaría a todo campo, pese al paso de los siglos y la influencia de los hombres en periodos oscuros, siempre manteniendo algo de su composición de origen: Los valores morales necesarios para sostener la vida que se desarrollaría alrededor.
Es así que, sea desde Adán y Eva recibiendo la ministración de ángeles, o para los No creacionistas, los entierros rituales en el paleolítico y cultos a deidades en períodos siguientes; la adoración a una trinidad en la India con el Vedismo (anterior al Hinduismo), la fuerte creencia en en el mundo de los espíritus de la antigua China, los templos y sacerdocio Sumerios, o el vasto conocimiento astronómico impartido por los dioses de Egipto, las prácticas religiosas han ido expandiéndose por casi toda la tierra. El objetivo ha sido desarrollar la espiritualidad necesaria en el hombre para poder elevarse por encima de los apetitos carnales, revelar el propósito de su existencia antes, durante y después de esta vida, y como consecuencia, lograr la posterior reunión (comunión) con lo trascendente y lo divino, continuando su progreso eterno.
¿Qué fomenta la religión en la Sociedad?
El Apóstol Dallin H. Oaks señaló en un discurso el efecto positivo de la religión en la sociedad:
“Muchos de los avances más significativos de la civilización occidental han sido motivados por principios religiosos, y la predicación de estos desde el púlpito ha persuadido a que se adopten de manera oficial. Así fue con la abolición del comercio de esclavos en el Imperio Británico, la Proclamación de Emancipación en Estados Unidos y el Movimiento por los Derechos Civiles de los últimos cincuenta años. A aquellos avances no los motivó ni impulsó la ética secular, sino que los impulsaron principalmente personas que tenían una clara visión religiosa de lo que era moralmente correcto” (9 de junio de 2016, Universidad de Oxford, Inglaterra, durante un simposio sobre la libertad de culto).
No hay una ley terrenal que nos encamine a amar, que nos ayude a entender por qué perdonar, por qué tener esperanza y mostrar caridad, ni hay fundamentos claros acerca de lo que es bueno y malo, sino solo relativismo ambiguo. Las Leyes que están hechas para ser justas, encuentran en la religión la misericordia y la compasión, el oxígeno espiritual para establecer buenas relaciones, el terreno moral necesario para formular reglas de convivencia y cuando es requerido, regularlas en base a un real bien común.
De hecho la palabra sociedad, del latín “Societas” cuyo significado es compañía (de acompañar) que deriva originalmente de compartir el pan con alguien (o con quien comes el pan) describe la esencia de las sociedades y el camino cultural anhelado de hermandad. El Libro de Mormón nos muestra un ciclo de Prosperidad, Orgullo, Padecimiento y Arrepentimiento, muy parecido al de Juventud, Crecimiento, Florecimiento y Decadencia, que analiza el filósofo alemán Spengler en “La Decadencia de Occidente” por el que toda gran cultura parece atravesar. En él, al llegar al nivel más crítico, es necesario abandonar gradualmente las malas prácticas y recurrir a las virtudes más nobles para poder sanar y avanzar juntos.
El rabino Jonathan Sacks columnista del New York Times, escribió:
“…los grupos logran existir solo cuando los individuos no actúan únicamente para su propio beneficio, sino por el bien del grupo como un todo. Nuestra única ventaja es que formamos grupos más grandes y más complejos que cualquier otra forma de vida”. (The Moral Animal, 23 De Diciembre de 2012).
Desde luego, los mayores detractores de la religión pondrán sobre la mesa los abusos causados por ciertos grupos, debido a la distorsión de parte de su doctrina o en usurpación del nombre de Dios. Aquello corresponde al mal uso del albedrío individual, a los vicios del egoísmo, a la ambición de poder terrenal, etc. Daño que también ha sido ocasionado en nombre de la Ciencia en innumerables sucesos de la historia y no por ello la hemos dejado de lado. En el balance general de la historia es inevitable reconocer los enormes pilares que la religión ha presentado para que las sociedades se edifiquen y prosperen.
El garabato moral de la modernidad
“Tal como un ateo ha admitido en un reciente libro: ‘No hace falta ser un creyente religioso para entender que los valores esenciales de la civilización occidental están arraigados en la religión y para preocuparse porque la erosión de la observancia religiosa socava, por lo tanto, esos valores’. Uno de dichos “valores esenciales” es el concepto de la dignidad y el valor intrínsecos al ser humano”. (El papel global y vital de la religión, Liahona Junio de 2017).
Los valores morales que hoy son practicados por la sociedad, provienen de la religión. Es cierto que el “Humanismo secular” pretende introducir desde el último siglo, una moral filosófica y científica en la que nada tenga que ver un dios, sin embargo el “Manifiesto humanista 2000” se asemeja más a un desarrollo selectivo de los mandamientos dados en la Biblia (pero sin Dios) que una explicación científica de cómo es que afloran los valores en el ser humano sin intervención divina.
Tal es la influencia original de la religión en las leyes y normas de la sociedad, que hace probable la ironía de que incluso un ateo que decide ser un buen ciudadano, en la práctica, estaría siendo un buen “religioso” sin saberlo. Las primeras ediciones de las Cartas Magnas o Constituciones de cada nación, se realizaron sobre la base de los valores morales religiosos, reconociendo la religión predominante, como oficial de cada país, incluso en algunas como la de Chile, se lee: “En el nombre de Dios Todopoderoso, Creador y Supremo Legislador del Universo”. En la antigua roma el civismo estaba muy relacionado con la práctica religiosa, la vida militar, privada y pública era influenciada en gran medida por ella. Sin importar cuánto queramos desligarnos de la religión, la vivimos día a día al elegir el mejor comportamiento posible.
“Mientras los ateos especulan sobre los fenómenos sobrenaturales, los poderes psíquicos, la parapsicología y la astrología, resulta irónico que rechazan el cristianismo y a un Dios Todopoderoso. Sin embargo, el rey David observó: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Salmos 53:1). ¿Pero es la idea de un Dios Todopoderoso lo que la humanidad odia, o es la moralidad que este Dios espera? La Biblia describe la tendencia humana: “aborrecen al que habla con integridad” (Amos 5:10). Si los ateos fueran intelectualmente honestos, tendrían que dejar de lado su miedo irracional de la moralidad y aceptar algunas verdades poderosas.” (“Cualquier cosa menos Dios”).
Ese peligro actual de establecer lo moral a conveniencia, se explica quizás en la expresión “2+2=5” utilizada por George Orwell en su obra 1984, ecuación falaz que Bertrand Russell había introducido años antes en un desarrollo sencillo, demostrando que al aceptar tal resultado, forzando la igualdad de dos valores diferentes, entonces, ya cualquier cosa podría tomarse erróneamente como cierta, puesto que si 1=2, él podría también ser el Papa o quien quisiera. Orwell manifiesta así a través de su personaje, lo vinculada que está la libertad con la verdad: “La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sí solo”.
Es bastante evidente que aún los grandes imperios han caído con el paso de los siglos, pero la religión y sus normas morales para las nuevas sociedades ha logrado permanecer. La paradoja es que aún para Darwin (Evolución) y Marx (Socialismo ateo), la gran sobreviviente a la selección natural y a la lucha de clases ha sido la religión.
La práctica terrenal de una ley celestial
Para el primatólogo Frans De Waal lo que nos distingue del comportamiento social observado en los animales (Primates), es la Religión, aún cuando para él esta surgió tiempo después, como ingrediente esencial de las sociedades humanas. Max Müller fundador de la Mitología comparada, indica que los supuestos dioses eran solo una personificación de las fuerzas de la naturaleza. Habría que cuestionar entonces, de su propia investigación (la Mitología comparada) por qué existen coincidencias en las religiones de la tierra (registros de un diluvio, una muerte y vuelta a la vida de un dios, y el triunfo del bien sobre el mal previo a la creación) que revela no sólo un posible único origen de culturas que crecieron casi aisladas, incluso a veces en hemisferios opuestos, y armoniza más con la idea de un mismo proveedor de conocimiento espiritual.
La periodista británica Mellanie Phillips escribió acerca de uno de los más populares evolucionistas antireligiosos lo siguiente:
“Hace algún tiempo, el profesor Richard Dawkins me dijo que no era reacio a la idea de que la vida en la tierra había sido creada por una inteligencia gobernante, siempre que tal inteligencia hubiera llegado de otro planeta”. (The Times, 31 de marzo del 2014)
¡Ahí lo tenemos! Alguien podría hacerle llegar al Profesor Dawkins el conocimiento obtenido por el Presidente Lorenzo Snow: “Así como el hombre es, Dios una vez fue. Así como Dios es, el hombre puede llegar a ser”. Estamos seguros que siendo un hombre inteligente podrá sacar sus propias conclusiones.
Sería un debate demasiado extenso intentar demostrar con conocimiento terrenal la existencia de Dios, la motivación más fuerte es que una vez comprobada, toda barrera espiritual caería como un circuito de “dominó”. Pero lo que sí podemos demostrar es nuestra existencia, y vemos cómo casi sin notarlo, intentamos todo el tiempo ser como Dios, empezamos a comprender leyes que nos permitirán modificar la atmósfera de otros planetas y habitarlos, investigamos las posibilidades de las “células madre”, desarrollamos inteligencia artificial, etc. y las preguntas serían: ¿Para qué nos estamos preparando? ¿Creemos en serio que todo acabará aquí? ¿Nos consideramos la primera creación racional en el espacio y el tiempo? ¿Es muy irracional creer que podemos recibir consejo de una inteligencia superior y anterior a nosotros? Es tan difícil aceptar que estamos inmersos en algo mucho más grande que nos excede.
La Religión nos impulsa a obedecer una doctrina celestial con base en un plan eterno, dado que estamos solo un breve tiempo en la tierra, no todo será comprensible en esta vida, debido al albedrío no todos podremos ser felices todo el tiempo (Hebreos 11:36-40), nuestra historia no comienza ni termina aquí. Estamos solo en el segundo acto de una obra de tres, tratando de comprender lo anterior y forjando nuestro espíritu para lo que vendrá. Buscar hallar nuevamente esa pureza y plenitud de conocimiento, es tarea de cada ser humano que pisa este mundo.
Gracias al Evangelio Restaurado sabemos que “…la misma sociabilidad que existe entre nosotros aquí, existirá entre nosotros allá; pero la acompañará una gloria eterna que ahora no conocemos”. (DyC 130:2) Somos un pequeño reflejo de lo que es Dios, y se nos permite en pequeña escala participar de cada evento del que él participó para llegar a ser lo que es. La sola experiencia de ser padres quizá nos acerca un poco a comprender la necesidad de guiar, e incluso al adoptar, o cuidar, cualquier ser vivo, impulsa en nosotros esa necesidad de dejarlo aprender por sí solo, y a la vez, ayudarlo a advertir aquello que tardaría siglos en saber y nosotros ya conocemos. Ejercer justicia, proveer misericordia, establecer criterios acertados, amar de la forma correcta, hacer lo que no estamos obligados a hacer pero podemos hacer, todo es parte del progreso eterno de nuestra existencia.
Estoy agradecido de poder tener al alcance de la mano lo que algunos podrían llamar la primera ciencia que el hombre conoció, a saber, el ahora Evangelio Restaurado, cuya comprobación total abarca sabiamente un periodo más grande que al que estamos sujetos, sin embargo lo vivimos por fe para poder trascender junto a nuestro Creador y poder comprender lo que Él comprende.
Escrito por José Verano | Perú.