“No sólo te puede haber pasado a ti, incluso los profetas se han encontrado en desacuerdo con la voluntad de Dios. Y ahora, ¿qué puedes hacer?”
“Mi Dios no cree eso.”
“Mi Dios nunca dejaría que sucediera algo así.”
“Ese no es el Dios en el que yo creo.”
Las Escrituras nos enseñan una y otra vez que necesitamos alinear nuestra voluntad con la voluntad de Dios, no al revés. Sin embargo, en la actualidad parece existir la creencia popular de profesar creer en un Dios que coincidentemente está de acuerdo con cada pequeña cosa que hemos elegido creer. Teológica, social, cultural, incluso políticamente hablando, ¡Dios piensa igual que nosotros!
Tratamos de crear un Dios según nuestra propia imagen, dejando de lado el hecho de que somos nosotros quienes fuimos creados según Su imagen.
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Estar en desacuerdo con Dios
Es difícil imaginar que alguien se atrevería a estar en desacuerdo con un Dios todopoderoso, pero hay un precedente para ello. Mira a Lucifer y sus seguidores. Una tercera parte de las huestes del cielo no estuvo de acuerdo con el plan preexistente de Dios. Cuando no pudieron alinear su voluntad con la voluntad de Dios, fueron expulsados.
Sin embargo, estar en desacuerdo con Dios no es una situación exclusiva de Satanás y sus ángeles. Incluso los profetas, presumiblemente las personas más cercanas a Dios, a veces se han encontrado en desacuerdo con Su voluntad. Aquí te compartimos algunos ejemplos:
El Apóstol Pedro
“Y al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar, cerca de la hora sexta; y aconteció que le vino mucha hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis.
Y vio el cielo abierto, y que descendía algo como un gran lienzo que, atado de los cuatro cabos, era bajado a la tierra, en el cual había de todos los cuadrúpedos de la tierra, y reptiles y aves del cielo.
Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. Y volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú común.” (Hechos 10: 9-15)
Pedro recibió revelación, no estuvo de acuerdo con ella y necesitaba más luz y conocimiento para comprenderla. Incluso después de la visión de Pedro, “dudaba dentro de sí, preguntándose qué sería la visión que había visto” hasta que obtuvo más luz días después (Hechos 10).
El Profeta Nefi
“Y aconteció que el Espíritu me constriñó a que matara a Labán; pero dije en mi corazón: Yo nunca he derramado sangre humana. Y me sobrecogí y deseé no tener que matarlo.
Y el Espíritu me dijo de nuevo: He aquí el Señor lo ha puesto en tus manos. Sí, y yo también sabía que había intentado quitarme la vida, y que él no quería escuchar los mandamientos del Señor; y además, se había apoderado de nuestros bienes.
Y sucedió que otra vez me dijo el Espíritu: Mátalo, porque el Señor lo ha puesto en tus manos”
Una vez más, cuando un mayor entendimiento vino, Nefi siguió las impresiones del Espíritu.
El Profeta Jonás
Este es un caso especial. Ilustra como el profeta no estaba de acuerdo con la voluntad de Dios a tal punto que quizo escapar de ella. Sin embargo, con el tiempo y con una serie de eventos desafortunados, Jonás realineó su voluntad con la del Señor.
“Y vino la palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: Levántate, ve a Nínive, la gran ciudad, y clama contra ella, porque su maldad ha subido delante de mí.
Pero Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová.
Pero Jehová hizo levantar un gran viento en el mar, y hubo una tempestad tan grande en el mar que se pensó que se partiría la nave.
Y los marineros tuvieron miedo, y cada uno clamaba a su dios; y echaron al mar los enseres que había en la nave, para aligerarla. Pero Jonás había bajado al interior de la nave, y se había acostado y dormía profundamente…
Pero Jehová tenía preparado un gran pez para que se tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches…
Y vino la palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate, ve a Nínive, la gran ciudad, y proclámale el mensaje que yo te diré.”
¿Cuál es tu punto?
El primer punto es: Si creamos un Dios que siempre está de acuerdo con nuestro propio sentido subjetivo de lo que es “correcto” e “incorrecto”, entonces será muy posible que no estemos adorando al Dios correcto. Lo más probable es que estemos creando un Dios según nuestra propia imagen, no un Dios cuyos pensamientos son siempre más elevados que los nuestros.
El segundo punto está relacionado con el primero: A veces debemos anticipar estar en desacuerdo con Dios. Si le sucedió a los profetas, nos puede pasar a nosotros, ¿verdad? No debería sorprendernos si lo que creemos que es mejor es diferente de lo que Dios cree. El precedente bíblico que apoya este concepto es muy grande.
El tercer y último punto es este: ¿Recuerdas la conocida frase usada cuando quieres terminar una relación, “No eres tú, soy yo”? Bueno, cuando no estás de acuerdo con Dios, siempre serás tú la razón. Somos tú y yo los que necesitamos cambiar, no Dios. Cambiar a Dios no es una opción. En las palabras de Cristo mismo:
“Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.”
Cuando nos encontremos estando en desacuerdo con la voluntad de Dios, recordemos que somos nosotros los que debemos cambiar.
El cambio no tiene que ser instantáneo, puede que tome años, puede que por el momento algunas preguntas no sean respondidas, puede que nos demos cuenta que algunas cosas no fueron la voluntad de Dios, o puede que seamos tragados por una ballena, pero el señor siempre estará ahí para ayudarnos a alinear nuestra voluntad con la Suya. Al final, de eso se trata el Evangelio, volvernos uno con Dios y Jesucristo.
“Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos; para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
Y la gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.
Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en uno, para que el mundo conozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos, como también a mí me has amado.”
Este artículo fue escrito originalmente por David Snell y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “Expect to Disagree With God Sometimes (Even Prophets Do It)”