Matrimonio eterno: Nuestra Sion personal y el cielo en la Tierra

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Podemos fortalecer la unidad de nuestro matrimonio a diario, unidad que por la gracia de la expiación de Jesucristo se convierte en nuestra Sión personal y el cielo en la Tierra.

“La unidad entre la familia humana no es natural. Es un milagro y tales grandes milagros requieren una fe y obras extremadamente grandes. Solo sucederá a la manera única de Dios, que es más elevada que la nuestra”. – Ahmad S. Corbitt 

Esta cita pasó por mi mente mientras veía las publicaciones de Facebook el pasado viernes. Ese viernes, mi esposo y yo también celebramos 23 años de casados. Si bien sé que el hermano Corbitt se refirió a un contexto más amplio que la unidad en mi matrimonio, su declaración describió perfectamente nuestra experiencia como pareja.

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Conociendo mi futuro 

Conocí a Anthony por casualidad. Me gradué de la Universidad Brigham Young y había estado trabajando durante un año. Mi primo Evan me contó sobre un programa de trabajo en el extranjero que planeaba realizar así que yo también me inscribí.

Dejé mi trabajo en Utah y me fui a Texas para pasar seis semanas en casa con mi familia antes de mudarme a Alemania por un año para trabajar.

Mi tío era copropietario de un mini circuito de golf en Midland, Texas. Anthony, que había estado trabajando en ese rubro durante ocho años, fue contratado para trabajar como gerente asistente en la nueva tienda en Midland.

Básicamente conocía a toda mi familia y parientes lejanos que vivían en Midland. Se había hecho buen amigo de mi hermano Daylen y había cenado varias veces en la casa de mis padres.

Decidí trabajar durante un par de semanas en el negocio de mi tío antes de partir hacia Alemania, no tenía nada que perder.

Una noche, después de terminar una fiesta en el calor del verano del oeste de Texas y de tener los brazos hasta los codos en agua caliente para lavar platos, mi hermano Daylen se acercó para conversar conmigo. 

De repente, llamó a Anthony por la ventana del lavadero, “Anthony, quiero que conozcas a mi hermana”.

La parte superior del torso de Anthony apareció por la ventana y me saludó extendiendo su mano para que la estrechara. Cuando me negué porque mis manos estaban mojadas, me dijo que eso no le molestaba, así que le estreché la mano. Su comportamiento y personalidad me impresionaron. 

Pero eso no fue todo. Cuando estreché la mano de Anthony, recibí revelación directa del Señor de que él era mi futuro. Para ser sinceros, me quejé un poco porque sabía que él no era miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. 

certezas mundo incierto

Una vez más sentí la impresión. 

Me reí porque le había dicho al Señor que tendría que mandarme un rayo para que me decidiera a casarme. Había tenido la oportunidad de casarme con hombres buenos y honrados antes, pero no lo hice. Pero de repente, a los 25 años, a punto de dirigirme a una tierra muy lejana, y con obstáculos difíciles de superar, fui metafóricamente golpeada por un rayo. 

Durante toda la noche, interactuamos cuando nuestros caminos se cruzaban y decidí confiar en el Señor. Hice algo que nunca había hecho por completo. Abrí mi corazón

Éramos como dos cometas que inesperadamente chocaron. No estoy segura de si podríamos haber sido más diferentes, de mundos tan diferentes, con enfoques y pensamientos tan diferentes, pero en esa colisión, todo eso desapareció y reconocimos el alma del otro.

¿Pero sería eso suficiente como para mantenernos unidos?

Un consejo de mi padre

Antes de casarnos, mi padre me preguntó si había recibido una confirmación del Espíritu Santo para casarme con Anthony. Mi papá dijo que sentía que era necesario que haya recibido una confirmación y que la haya reconocido porque necesitaría recordar esa impresión a lo largo de nuestro matrimonio.

Mi papá también me aconsejó que nos comunicáramos. Estaba feliz de que nos amáramos, pero ¿podríamos comunicarnos bien? Dijo que la comunicación salvaría nuestro matrimonio en tiempos difíciles.

Ambos traíamos cargas emocionales a la relación, algunas de las que ni siquiera fui consciente hasta que se puso el anillo en mi dedo. Había sido acosada y abusada sexualmente, sentía resentimiento y desconfiaba de los hombres en general.

Mis relaciones pasadas habían sido inestables. Había experimentado cambios drásticos y abruptos totalmente opuestos. Sentía que mis relaciones debían terminar, que la química que sentía se había evaporado. Y ahora me había comprometido con alguien por la eternidad cuando mi relación más larga había durado solo unos meses.

Estableciendo unidad en el Matrimonio

“No se logran la felicidad ni un buen matrimonio con el solo hecho de efectuar una ceremonia. Esto requiere olvidarse de uno mismo, un cortejo continuo y el ser obedientes a los mandamientos del Señor”. -Spencer W. Kimball

Lograr tener unidad en mi matrimonio ha sido toda una experiencia. Hemos atravesado problemas. Nos hemos equivocado. Tuvimos que aprender a comunicarnos mejor. Hemos aprendido a compartir y a aferrarmos el uno al otro al atravesar momentos de desesperación, dolor y angustia.

Hemos aprendido a evitar decir palabras como “yo siempre” y “tú nunca” al expresar nuestras quejas. Tratamos hablar sobre lo que nos molesta o hiere de inmediato. Pero sobre todo, hemos aprendido a pedir perdón y perdonar.

Nos dimos cuenta de cómo pensamos de manera diferente y reconocemos esas diferencias al comunicarnos. Hemos aprendido a identificar el problema real, y si no sabemos cuál es el problema real desde el principio, somos pacientes, algo que también aprendimos, mientras lo descubrimos y lo resolvemos.

¡Somos muy diferentes! 

Para seguir manteniéndonos unidos, creamos recuerdos juntos, identificamos cosas que a los dos nos gusta hacer y que podemos realizar juntos. También apreciamos el tiempo que pasamos separados haciendo otras cosas que nos gusta hacer. Pero la mayoría de nuestro tiempo libre la pasamos juntos. Nos encanta pasar tiempo juntos, incluso si no estamos haciendo nada memorable.

Leemos versículos de las Escrituras y oramos juntos antes de dormir. Incluso cuando estamos separados. Después de la oración, nos contamos al menos una cosa que apreciamos del otro ese día: algo que hemos observado, algo que amamos. Felizmente, incluso después de 20 años, él todavía puede encontrar al menos una cosa que decir todos los días.

La profecía de mi padre sobre recordar la impresión que tuve de casarme con Anthony se ha cumplido mil veces. La única constante en nuestro matrimonio es que nos amamos. E incluso eso, de cierto modo, ha cambiado. Somos personas totalmente diferentes hoy que hace 24 años cuando nos conocimos. Hemos encontrado formas de cultivar ese amor con diferentes muestras de afecto y cariño.

Un esfuerzo constante 

éxito en el amor

“El hombre y la mujer que desea obtener un lugar en el reino celestial, descubrirá que debe esforzarse cada día”. – Brigham Young

La vida eterna es el lugar que deseo obtener con mi esposo. Hemos experimentado la oposición que el adversario crea para dividirnos, ponernos unos contra otros. Nos hemos sentido desconsolados, incomprendidos y frustrados.

Agradezco tener un esposo que está dispuesto a luchar por nosotros. Una noche durante una “batalla” especialmente difícil con el enemigo, Anthony me miró y dijo: “Delisa, esto vale la pena. Nuestro matrimonio lo vale. Vamos a salir de esto”.

Ciertamente no podría hacerlo sin él y saber que él iba a luchar tanto como yo, eso hizo toda la diferencia. 

Cuando leí las palabras de Ahmad S. Corbitt:

“La unidad entre la familia humana no es natural. Es un milagro y tales grandes milagros requieren una fe y obras extremadamente grandes. Solo sucederá a la manera única de Dios, que es más elevada que la nuestra”.

Supe que nuestra unidad era un milagro que requería gran fe y obras. Debido tanto a la fe como a las obras, la belleza de un matrimonio supera con creces la oscuridad de las cicatrices de cada batalla. 

Podemos fortalecer nuestra unidad a diario, unidad que por la gracia de la expiación de Jesucristo se convierte en nuestra Sión personal y el cielo en la Tierra.

Fuente: ldsblogs.com

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