El poder del arrepentimiento: Tus pecados quedaron atrás, el Señor no los recuerda más
Mientras servía como líder misional de barrio, conocí a un hombre de 30 años que se casó con una miembro del barrio, recibió las lecciones misionales y se comprometió a unirse a la Iglesia.
Durante el bautismo, el misionero sumergió a este hermano en el agua y lo mantuvo allí por muchos y largos segundos, algo muy inusual. El misionero no dijo nada, solo nos miró y sonrió.
Finalmente lo levantó, le dio un abrazo y salieron de la pila bautismal. La confirmación y conclusión del servicio bautismal fue maravillosa.
Después del bautismo, mientras todos ofrecían sus felicitaciones y compartían el refrigerio, le pregunté al misionero qué sucedió mientras estaban en el agua.
Él me dijo que aquel hermano sentía que sus pecados eran tantos y tan graves, que necesitaba estar bajo el agua por más tiempo para ser completamente limpio de todos sus pecados.
Cuando sintió que había sido suficiente, apretó la mano del misionero para ser retirado del agua.
Aquella experiencia me sorprendió, pero me dejó pensando en lo siguiente: ¿Quién decide por cuánto tiempo debemos arrepentirnos? ¿Dónde está nuestra fe en el poder de la expiación de Jesucristo?
Un gozo indescriptible
Uno de los ejemplos más poderosos de arrepentimiento es el relato de Alma, hijo, cuando un ángel lo llamó al arrepentimiento. En Alma, capítulo 36: 16-21, Alma cuenta su experiencia:
“Y por tres días y tres noches me vi atormentado, sí, con las penas de un alma condenada.
Y aconteció que mientras así me agobiaba este tormento, mientras me atribulaba el recuerdo de mis muchos pecados, he aquí, también me acordé de haber oído a mi padre profetizar al pueblo concerniente a la venida de un Jesucristo, un Hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo.
Y al concentrarse mi mente en este pensamiento, clamé dentro de mi corazón: ¡Oh Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí que estoy en la hiel de amargura, y ceñido con las eternas cadenas de la muerte!
Y he aquí que cuando pensé esto, ya no me pude acordar más de mis dolores; sí, dejó de atormentarme el recuerdo de mis pecados.
Y, ¡oh qué gozo, y qué luz tan maravillosa fue la que vi! Sí, mi alma se llenó de un gozo tan profundo como lo había sido mi dolor.
Sí, hijo mío, te digo que no podía haber cosa tan intensa ni tan amarga como mis dolores. Sí, hijo mío, y también te digo que por otra parte no puede haber cosa tan intensa y dulce como lo fue mi gozo”.
El segundo principio del evangelio de Jesucristo es el arrepentimiento.
Sentimos un remordimiento genuino por los pecados que cometimos, pasamos por el proceso de confesarlos, pedir perdón, restituir lo que nos es posible y abandonar nuestros pecados.
Volvemos a comprometernos a seguir a Dios y obedecer Sus mandamientos.
Al acceder al poder de la expiación de Jesucristo, nuestros pecados son perdonados y podemos sentir ese dulce y profundo gozo que sintió Alma. Podemos sentir paz al confiar en Su amor, Su gracia y Su misericordia.
El poder de la expiación y el arrepentimiento
El presidente Boyd K. Packer enseñó:
“Con la excepción de unos pocos que han optado por seguir la vía de la perdición, no existen el habito, la adicción, la rebelión, la transgresión, la apostasía ni el crimen en los cuales no pueda cumplirse la promesa de un perdón completo”.
En otra ocasión, el élder Jeffrey R. Holland expresó:
“Testifico que no han viajado más allá del alcance del amor de Dios. No es posible que se hundan tan profundamente que no los alcance el brillo de la infinita luz de la expiación de Cristo”.
¿Qué tan pronto fue perdonado Alma? ¡Tan pronto como le pidió al Señor que tuviera misericordia de él! A veces, las personas continúan preocupadas porque todavía recuerdan sus pecados.
Alma los recordaba, pero esos recuerdos ya no “angustiaban” su alma, ya no le causaban dolor.
Tener un recuerdo de los pecados que cometimos nos ayuda a no repetirlos. Satanás quiere que sintamos vergüenza continua para que seamos miserables como él. Cristo quiere que sintamos gozo.
El arrepentimiento es un proceso
El profeta Russell M. Nelson enseñó:
“Nada es más liberador, más ennoblecedor ni más crucial para nuestro progreso individual que centrarse con regularidad y a diario en el arrepentimiento.
El arrepentimiento no es un suceso; es un proceso; es la clave de la felicidad y la paz interior; cuando lo acompaña la fe, el arrepentimiento despeja el acceso al poder de la expiación de Jesucristo”.
También agregó:
“Ya sea que avancen con diligencia por la senda de los convenios, que hayan tropezado o se hayan apartado de tal senda, o que ni siquiera puedan ver dicha senda desde donde estén ahora, les ruego que se arrepientan. Sientan el poder fortalecedor del arrepentimiento diario; de actuar y de ser un poco mejor cada día.
Al escoger arrepentirnos, ¡escogemos cambiar! Permitimos que el Salvador nos transforme en la mejor versión de nosotros. Escogemos crecer espiritualmente y recibir gozo; el gozo de la redención en Él. Al escoger arrepentirnos, escogemos llegar a ser más semejantes a Jesucristo”.
En nuestra Conferencia General de octubre de 2021, el élder Bradley R. Wilcox enseñó que “ser dignos no significa ser perfectos” y eso es algo en lo que pienso constantemente.
Podemos fallar, pero también podemos levantarnos y empezar de nuevo. El Señor mira nuestros deseos y la sinceridad de nuestro corazón.
En Doctrina y Convenios 58:42 el Señor nos brinda esta gloriosa promesa:
“He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más”.
Espero que el Señor nos bendiga a todos para que seamos libres del dolor de nuestros pecados y sintamos el gozo, el amor y la paz que proviene de Su sacrificio expiatorio por nosotros.
Fuente: Meridian Magazine