El evangelio de las manos sucias
Algo muy particular en las Escrituras es que tanto Mateo como Marcos registran uno de los intercambios más significativos entre Jesús y los fariseos.
El Salvador comparte una enseñanza que resalta algo muy importante después de que estos hombres criticaran las manos sucias de Sus discípulos: hacer bien los rituales no significa ser una buena persona.
La tradición de los ancianos
En Mateo 15: 1-3 leemos:
“Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué quebrantan tus discípulos la tradición de los ancianos?, pues no se lavan las manos cuando comen pan.
Y respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?”
La intención de estos hombres no era resaltar la higiene de los discípulos, lo sabemos porque Marcos lo aclara en su propio registro de los hechos, era una “tradición de los ancianos” (Marcos 7: 3-5).
Esta tradición era un requisito para los levíticos como un ritual de pureza que se observaba al momento de comer. El parecido más cercano que tenemos en la actualidad es la práctica de bendecir los alimentos antes de consumirlos.
No hemos recibido un mandamiento específico que exprese que debemos orar antes de cada comida, ni tampoco tenemos un registro sobre el tema. No obstante, algunas personas religiosas con frecuencia podrían sentirse incómodas al comer alimentos que no han sido bendecidos.
Jesús no responde con algún tipo de justificación, en cambio, les hace otra pregunta que encierra una acusación muy seria: “¿Por qué quebrantan los mandamientos de Dios en favor de su tradición?”.
Sin esperar una respuesta, explica exactamente lo que esto quiere decir:
“Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no tiene que honrar a su padre o a su madre con socorro. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición”.
Marcos nos ayuda a entender esto al registrar que Jesús hace referencia a algo llamado “Corbán”, es decir, una “ofrenda a Dios”.
En ese tiempo, todo lo que era declarado “Corbán” se otorgaba al templo con la condición de que la persona que hacia la donación pudiera continuar usando aquello que ofrendó a lo largo de su vida.
Y aquí viene su astucia.
De acuerdo con la autoridad tradicional, nadie más podía usar los recursos que habían donado al templo (vivir en una casa, consumir lo que se cosechaba de una porción de tierra, etc.) y como esta tradición estaba tan arraigada, que incluso se aplicaba al padre y la madre que tenían con vida, se anulaba el deber que tenían como hijos de proveer para sus padres, según la Ley Mosaica.
Aquello representaba un gran problema puesto que los hijos eran el único recurso que los padres tenían para cuando ya no podían trabajar.
Jesús hizo referencia a todo esto cuando los fariseos mencionaron el ritual del lavado de manos puesto que aclaraba el problema que deseaba abordar.
Lo que más importa
Las tradiciones religiosas habían alcanzado un nivel de importancia tan alto que desplazaron los mandamientos en los que Jesús se estaba centrando, que era velar por el prójimo y atender sus necesidades.
Estas personas en posiciones de liderazgo podrían haber pensado que estaban siendo moralmente rectas al cumplir con las demandas de su fe, sin embargo Jesús no estuvo de acuerdo con eso.
Hay una diferencia significativa entre ser buena persona y ser bueno cumpliendo rituales.
Este pasaje no nos invita a criticar las prácticas del judaísmo, nos invita a pensar en todo lo que hacemos en nombre de “la tradición” o de la observancia religiosa.
Jesús no habla en contra de estos rituales puesto que Él y Sus discípulos eran judíos practicantes. Tampoco nos dice que es malo lavarse las manos antes de comer o le prohíbe a Sus discípulos que lo hagan. Ciertamente no les dice a los fariseos que deben dejar de lavarse las manos.
Nada en este pasaje debe darnos la idea de que esta observancia es mala.
Jesús no reprende a los fariseos por querer cumplir con este ritual, los reprende por usar una práctica religiosa, criticar a otra persona y cuestionar su valor moral.
Cuando las personas hacen esto, ignoran el más grande mandamiento, amar a los demás como se aman a sí mismos, y obedecen un conjunto de normas religiosas pretendiendo que eso es lo que significa amar a Dios.
No ser malo no es lo mismo que ser bueno
Por otro lado, Jesús tampoco reprende a las personas por querer dar sus bienes al templo. El templo tenía cuentas que pagar y gastos que cubrir y, como las iglesias de hoy en día, dependían de las donaciones voluntarias para cumplir con estas obligaciones.
Las donaciones al templo eran algo bueno, pero hacerlo perjudicando a sus propios padres, con quienes tenían la responsabilidad legal y moral más sagrada que cualquier ritual religioso, era elevar la religión por encima de la moralidad.
Uno de los mensajes constantes del Nuevo Testamento es que las tradiciones y los rituales religiosos (qué comer, cómo vestirse, las formas de adoración, el día de reposo, la asistencia al templo y los sacrificios, etc.) no eran tan importantes como las personas.
Las obligaciones que tenemos con la Iglesia no se comparan con los mandamientos que tenemos de cuidar y amarnos los unos a los otros, que es en sí lo que realmente significa amar a Dios con todo nuestro corazón, mente y fuerzas.
Traducido y adaptado al español de la página hermana de masfe.org: By common consent.