Las señales del suicidio: La perspectiva de una persona que intentó acabar con su vida

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Todavía recuerdo aquel día, estaba cansada, ya no tenía más fuerzas para seguir. En lo único que pensaba era en cuándo se quitaría de mí toda esta carga.

Deseaba que alguien pudiera decirme que un día todo estaría bien, que pudiera aliviar el dolor que sentía, que pudiera sanar mi corazón roto.

En un momento llegué a pensar lo fácil que sería darle mi vida a alguien más, después de todo, para que seguía viva si no lo merecía.

Me sentía abrumada y desanimada por mis debilidades. Había llegado al límite de las sonrisas falsas que podía brindar, pretendiendo que todo estaba bien cuando por dentro solo quería llorar.

Sé que hablar sobre el suicidio puede ser incomodo para algunas personas, pero pienso que es un tema relevante que puede salvar una vida. Lo sé porque salvó la mía.

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Muchas personas pueden pensar que es solo una moda, que es querer llamar la atención o estar en una onda “emo”. Pasan por alto o simplemente descartan los sentimientos reales que una persona está atravesando.

Puede ser fácil juzgar la razón detrás de cada sentimiento o criticar el juicio que tendrá Dios para cada persona que tiene pensamientos suicidas. Sin embargo, eso no solucionará ni responderá las dudas que tengas. Si no tratamos de comprender cómo se siente la otra persona es muy probable que tus pensamientos no cambien.

La mayoría de personas que han intentado suicidarse o se han suicidado no desean morir, sólo desean poder aliviar el dolor que sienten, ya sea físico, mental, emocional o espiritual.

¿Te puedes imaginar este tipo de dolor? A tal grado que lo único que piensan es preferir dejar de vivir.

Aunque no lo comprendas, debes reconocer que ese sentimiento es real.

Un acción que lo cambió todo

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El día que tomé la decisión de acabar con todo, fue el día en que ya no pude lidiar con los sentimientos que tenía.

Me era insoportable pretender que todo estaba bien, la idea de continuar un día en la rutina que me había aprisionado a esta vida era devastadora. Ya no podía más.

Pensé: “Mi familia estará bien sin mí, ellos lo superarán con el tiempo”. Con eso en mente, reafirmé mi decisión.

Con mis ojos puestos en mi eventual muerte, mi liberación, sentí que algo andaba mal.

Mi mamá entró a mi cuarto y me detuvo antes de que pudiera empezar.

De esto aprendí que hay dos cosas que pueden pasar en ese momento:

1. Ella me gritaría por “la tontería que estaba a punto de hacer”, me preguntaría porque haría una cosa así y cómo podría hacerle esto a la familia.

2. Ella me tomaría en sus brazos, me consolaría y trataría de comprender porque estaba sufriendo de tal manera que no podía ver otra salida.

Mi madre, en su desesperación, sólo se decidió a abrazarme.

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Lo que pasó después fue lo que me impactó. Me dijo que había sentido que algo estaba mal, que debía verme con urgencia y que escuchara como me sentía.

Quedé sorprendida. ¿Cómo podría saber lo que tenía planeado?

Ella me respondió con lágrimas en los ojos: “Estaba orando por ti, para saber cómo ayudarte, para saber lo que te pasa, cuando sentí que estabas en peligro. Fue un sentimiento claro que rápidamente me llevó a buscarte”. 

De todas las cosas que sabía de mi mamá y la Iglesia de Jesucristo, nunca supuse que algo así podía pasar.

En ese momento algo vino a mi mente, una frase que me hizo recordar la historia de Alma y su hijo: “El Señor ha oído las oraciones de su sierva, que es tu madre; porque ha orado con mucha fe en cuanto a ti”.

Pensé: “¿Podría ser eso posible? ¿Podría Él haber escuchado las súplicas de mi madre?” Esto también me llevó a pensar en cómo se había dado cuenta mi mamá de que algo estaba mal en mí como para orar por ello.

Un día a la vez

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Para abordar esas preguntas y cómo fue todo eso posible debo confesar algo. A veces no es fácil sentir y creer que puedes ser amado o que habrá una salida cuando sientes que estás atrapado. Es realmente difícil.

Creer en Dios, sentir el amor de tu familia y tus responsabilidades, no cambian rápidamente las cosas. Sigues sintiéndote triste y abrumado. Sin embargo, ese no es el final del camino.

Hice algo que fue difícil para mí: Pedí ayuda. Mi familia hizo algo que fue difícil para ellos: No me juzgaron, trataron de entenderme y estuvieron ahí para mí. Y juntos hicimos algo que tampoco fue fácil: Buscamos ayuda profesional.

Antes de que tomes la decisión de acabar con todo, primero pide ayuda. El alivio que estás buscando está al alcance de tu mano. Este proceso no se dará de la noche a la mañana, pero se dará, te lo puedo asegurar.

Tienes que ser paciente con los demás y contigo mismo. Te invito a intentarlo, pide ayuda, tan solo hazlo.

Empieza con un día a la vez, empieza con una meta a la vez y recuerda que no estás solo.

Jesús

“Jesus Wept” por Pastor Dewey Moede.

Cuando me di cuenta qué había alguien, además de mi familia, qué se interesaba en mí, qué me amaba lo suficiente como para advertir qué algo estaba mal, me hizo comprender qué había Alguien que en verdad conocía el sufrimiento que estaba atravesando, había alguien que podía comprenderlo y no juzgarme.

Ese Alguien estaba dispuesto a sostenerme en mi camino a la sanación qué nunca se rindió.

“Y él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases; y esto para que se cumpla la palabra que dice: Tomará sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo… y sus debilidades tomará él sobre sí, para que sus entrañas sean llenas de misericordia, según la carne, a fin de que según la carne sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos”. -Alma 7: 11-12

Sí bien no todos Los intentos de suicidio pueden ser interrumpidos en el acto, sé que todos los pensamientos suicidas pueden ser interrumpidos cuando pedimos ayuda y tenemos un sistema de apoyo.

El élder M. Russell Ballard, del Quorum de los Doce Apóstoles, expresó sabiamente:

“​No hay nada más poderoso que el brazo de amor con el que se rodea a los que están en dificultad… Debemos verlos… a través de los ojos del Padre Celestial

El guarda de mi hermano

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De las palabras del élder Ballard pude comprender cómo mi mamá pudo saber que algo me estaba pasando aunque ella no sabía lo que era.

Lo cierto es que cuando nos interesamos en las personas, podemos ver estas señales. Estas no son necesariamente similares en todos los casos, pero sí nos hacen poner atención.

Los sentimientos de aflicción emocional pueden provocar pensamientos que son confusos y difíciles de sobrellevar haciendo que la muerte se sienta como la única salida.

Una persona incluso puede mostrar las siguientes señales:

a. Se aísla de sus amigos, familia o círculo social y disminuye su comunicación con ellos

b. Pasa su tiempo a solas, lo cual aumenta más el sentimiento de reflexión

c. Habla de su muerte o de morir

d. Expresa su desesperanza o que ya no vale la pena vivir

e. Se enoja con facilidad y tiene cambios de ánimo muy abruptos

f.  Busca maneras o medios para quitarse la vida

g. Puede hacer uso de sustancias nocivas

h. Tiene dificultad para dormir o duerme por largos periodos de tiempo

i. Siente ansiedad, agitación y depresión

j. Tiene sentimientos de desesperanza, de que todo está perdido

k. Siente que nadie lo puede ayudar

Si reconoces algunas de estás señales hay tres consejos útiles que puedes seguir. Recuerda: no debe haber crítica, no debes juzgarlos ni tampoco sentir pena por ellos.

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1. Extiende tu mano y escucha con amor. Escuchar te dará una perspectiva diferente. Trata de ponerte en su lugar.

2. Ayuda con cosas concretas. Pregunta cuáles son sus necesidades básicas y qué es lo que necesitan específicamente. No asumas ni tomes decisiones por ellos.

3. Pregunta si es que han pensado suicidarse. Aunque te puedas sentir incómodo al hacer esta pregunta, es sumamente importante y es necesario que lo hagas de manera directa. Esto puede hacer que la persona te hable de sus problemas y sus preocupaciones.

4. Aconseja que puedan buscar ayuda profesional. Esto puede sonar difícil al principio, pero es sumamente importante. Ellos saben que no pueden salir de dónde se encuentran por su cuenta, saben que necesitan ayuda y la única forma de recibir esa ayuda es mediante un profesional.

Esto no quiere decir que tú no estarás allí apoyándolos y ayudándolos en todo su proceso de sanación, solo significa qué utilizarán todos los recursos que tienen a la mano.

mujer y el sacerdocio

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Reconocer este tipo de señales no solo le corresponde a la familia, le corresponde a cualquiera qué pueda verlas en otra persona. 

Si llega el día en qué recibimos la noticia de que alguien que conocemos falleció a causa del suicidio, no nos preguntemos como pasó o a dónde se ira su alma, eso no nos corresponde, preguntémonos sobre las señales que nos perdimos y cómo podemos ayudar a la familia que pasó por ello.

A veces unas simples palabras, un simple abrazo y una sonrisa puede cambiar el día de alguien que está sufriendo y no lo sabemos. Seamos el guarda de nuestro hermano en Cristo.

De mi propia experiencia puedo decir que sí hay esperanza, que sí hay alivio para el dolor que uno lleva, que con el tiempo las heridas sanan y qué podemos ver la vida con alegría. 

Lo única que debemos hacer es pedir ayuda.

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